MALÉ.- Si bien las Maldivas
evocan lunas de miel y playas paradisíacas en el imaginario de la gente,
la situación política de este pequeño país del océano Índico, que el
domingo celebra sus elecciones presidenciales, es mucho menos radiante.
Abdulla
Yameen, el jefe del Estado de este archipiélago de un millar de islas
coralinas, con poco más de 340.000 habitantes, lleva a cabo una
represión feroz de toda disidencia y parece tener vía libre para obtener
un segundo mandato de cinco años.
Las protestas y presiones de la comunidad internacional no
han tenido ninguna repercusión. Las principales figuras de la oposición
están o bien entre rejas o bien en el exilio, como el expresidente
Mohamed Nasheed. La sociedad civil, por su parte, está amordazada.
Figura
destacada de las protestas, Nasheed -que perdió frente a Yameen en 2013
en unas controvertidas circunstancias- tuvo que renunciar a las
presidenciales al ser objeto de una condena, un fallo motivado
políticamente, según la ONU.
En su ausencia, la oposición se ha
alineado detrás del Partido Democrático Maldivo (MDP) de Ibrahim Mohamed
Solih, de 54 años, poco conocido por los electores. La prensa pasó por
alto su candidatura, por miedo a represalias por parte del poder.
Según
la oenegé Human Rights Watch (HRW), el gobierno maldivo recurre a
decretos y "leyes de formulación vaga para hacer callar a la disidencia e
intimidar y encarcelar a los críticos", algunos de los cuales fueron
agredidos o incluso asesinados.
Este sábado, la policía allanó el
cuartel general de la campaña opositora, invocando la prevención de
"actividades ilegales", denunció el MDP.
"La cobertura de la
campaña electoral está severamente restringida por la ley sobre la
difamación. No es una cobertura equilibrada, pero no tenemos opción",
dijo un periodista local que pidió el anonimato por razones de
seguridad.
"Ni siquiera podemos utilizar las redes sociales para
hablar de los políticos de la oposición", explicó el reportero. Incluso
publicar fotos de personas con camisetas con las caras de los opositores
encarcelados estampadas supone cruzar la línea roja.
Los periodistas extranjeros que quieren cubrir las
elecciones, en general, no han obtenido visado. Solo algunos, en estos
últimos días, lograron el permiso.
La semana pasada, la oposición
denunció ese bloqueo a la prensa internacional y acusó al régimen de
intentar limitar "la observación independiente de la votación y de los
probables intentos del presidente Yameen de robarla".
La
represión aumentó todavía más a principios de 2018 cuando el jefe del
Estado se opuso a una decisión de la Corte Suprema, que anulaba las
condenas judiciales de opositores y restituía en sus funciones a
diputados rebeldes.
Abulla Yameen impuso entonces un estado de
emergencia de 45 días, mandó a detener a dos jueces de la Corte Suprema y
al exautócrata del archipiélago (1978-2008) Maumoon Abdul Gayoom -quien
era, además, su hermanastro y antaño mentor-. La alta magistratura se
retractó finalmente de su decisión.
Este "ataque en toda
regla contra la democracia", según los términos empleados por la ONU,
manchó aún más la imagen del país, destino vacacional de lujo, cuyos
ingresos relacionados con el turismo representan una cuarta parte de su
economía.
Medios extranjeros revelaron un vasto sistema de desvío
de fondos públicos orquestado por allegados del presidente Yameen, que
habría movido decenas de millones de dólares.
Pero, aunque la comunidad internacional haya amenazado
regularmente a los responsables del gobierno con sanciones, Malé puede
contar con un aliado de peso: China.
En el marco de su política
de influencia regional, Pekín entregó cientos de millones de dólares en
préstamos a las Maldivas para la construcción de infraestructuras,
incluyendo un gran "Puente de la amistad China-Maldivas" y la
modernización del principal aeropuerto internacional.
Muchos
observadores dudan de la capacidad del archipiélago de pagar estos
préstamos, por lo que estaría a la merced de su acreedor. Una nueva
incursión china en la esfera de influencia del Índico que Nueva Delhi no
ve con buenos ojos.
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