domingo, 30 de septiembre de 2018

Theresa May, una superviviente bajo constante presión

LONDRES.- Enfrentada a un partido dividido, a constantes ataques políticos y críticas a su plan para el Brexit, la primera ministra británica Theresa May pareció en varias ocasiones destinada a caer. Pero sorprendió hasta ahora resistiendo a cada uno de los golpes recibidos.

Esta política de 62 años, que proyecta una imagen de frialdad un poco mecánica, llegó al poder en las caóticas semanas posteriores al referéndum de junio de 2016, en que los británicos votaron por salir de la Unión Europea.
Fiel al entonces primer ministro David Cameron, pese a ser euroescéptica se había pronunciado a favor de la permanencia en la UE, pero se implicó poco en la campaña y lo hizo insistiendo en la necesidad de limitar la inmigración, el tema favorito de los partidarios del Brexit.
Tras la dimisión de Cameron por el triunfo del Brexit, ella se erigió como una figura de consenso para todos los sectores del Partido Conservador. Ni siquiera tuvo que someterse al voto de los afiliados, gracias al abandono de sus rivales.
Un año después, sin embargo, convocó unas desastrosas elecciones anticipadas destinadas a reforzar su posición política, pero en las que acabó perdiendo la mayoría parlamentaria, quedando a la merced del apoyo de un pequeño partido norirlandés para poder gobernar.
Desde entonces, los euroescépticos en el seno de su partido han atacado con dureza su estrategia para el Brexit. Dos ministros, entre ellos el excanciller Boris Johnson, dimitieron el pasado julio.
También los diputados conservadores proeuropeos intentaron influenciar su estrategia e hicieron tambalear su liderazgo en el parlamento antes del receso del verano.
Ninguna de las dos fracciones logró asestar el golpe final, pero las tensiones internas vuelven a exacerbarse a pocas semanas de la fecha marcada para llegar a un acuerdo con Bruselas.
La primera ministra sufrió otro duro revés este mes, cuando los líderes europeos rechazaron en un encuentro informal en Salzburgo su plan para el Brexit y le pidieron que lo revisase antes de la cumbre del 18 y 19 de octubre.
Toda la prensa británica lo calificó de "humillación", pero ella contraatacó con un combativo discurso en el que llamó a la UE a mover ficha tras amenazar con salir del bloque sin acuerdo.
Ella misma se describió una vez como "una mujer jodidamente difícil". Y su actual ministro de Relaciones Exteriores, Jeremy Hunt, afirmó este semana: "no subestimen a Theresa May".
Pero algunos sugieren que su tenacidad se basa menos en su liderazgo que en los peligros de su cargo.
"Nadie quiere el poder ahora", afirma Simon Usherwood, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Surrey. "Tiene sentido dejarla continuar, hasta que haya un acuerdo, hasta que salgamos de la UE" el próximo 29 de marzo, agrega.
Theresa Brasier --su nombre de soltera-- nació el 1 de octubre de 1956 en Eastbourne, ciudad costera del sureste de Reino Unido.
Tras estudiar geografía en la Universidad de Oxford, donde conoció a su esposo, Philip, y trabajar brevemente en el Banco de Inglaterra, dio sus primeros pasos en política en 1986, año en que fue elegida concejala del distrito londinense de Merton antes de convertirse en diputada en 1997.
De 2002 a 2003 fue la primera mujer en ocupar el cargo de secretaria general de su formación. Se dio a conocer con un discurso en el que llamó a los Tories, entonces muy a la derecha, a abandonar su papel de 'nasty party' (partido de los malos).
En 2005, May apoyó a Cameron en su conquista del partido. Y cuando fue elegido primer ministro en 2010, la recompensó con la cartera de Interior, que conservó tras su reelección en 2015.
Aunque sus enemigos la han acusado de tener poca altura de miras, todos coincidían en su laboriosidad.
"Es muy diligente, muy trabajadora, se sumerge en los detalles, es bastante tecnócrata, muy dura, y puede ser tozuda", explicó el exlíder liberaldemócrata Nick Clegg, que fue viceprimer ministro del gobierno de coalición de Cameron.
"Todas estas cosas son cualidades bastante buenas en un político del gobierno", reconoció Clegg, quien, sin embargo, añadió: "Nunca vi realmente mucha imaginación, ni flexibilidad, ni instinto, ni visión, que son las cosas que se necesitan de una primera ministra".

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