Brasil se dispone a dar un giro a la derecha, incluso a la derecha
más radical, que en lo económico tendrá posiblemente grandes
repercusiones. Brasil es la mayor potencia económica de Latinoamérica,
cerca de 2 billones de dólares de PIB, lo que equivale a una décima
parte de Estados Unidos y casi el doble que el tamaño de la economía
española.
Supera ampliamente a la segunda potencia económica de la zona,
México. Las dos suman alrededor del 65% del PIB de toda Latinoamérica.
Se trata, por lo tanto, de un protagonista relevante de la economía
mundial. Según el Fondo Monetario Internacional ocupa la novena plaza
del mundo, justo por detrás, a muy poca distancia, de Italia y por
delante de Canadá, Corea del Sur, Rusia, España y México.
Pero desde la óptica española, Brasil es un país de importancia
decisiva para nuestra economía. Los movimientos que se produzcan en
este país tienen, por lo tanto, una enorme trascendencia para la
economía española, ya que hay empresas con sede en España que tienen más
actividad en Brasil que en nuestro país, caso de Telefónica, el
Santander y algunas otras multinacionales relevantes. La mitad de las
empresas del Ibex 35 tiene intereses muy considerables en la nación
latinoamericana, tanto en lo que se refiere a los ingresos como a las
inversiones o a la generación de beneficios.
El giro conservador de este país se traducirá posiblemente en una
política económica más en sintonía con la de los países conservadores y
liberales, aunque quizás con un grado adicional de radicalismo. La
cabeza pensante en lo económico del nuevo presidente es un destacado
alumno de la denominada Escuela de Chicago, Paulo Guedes, decidido
partidario de las privatizaciones, de la reforma del sistema de
pensiones, de los recortes fiscales en la renta y de la profundización
en el techo de gasto público, que ya fue adoptado por el Gobierno
saliente hace dos años en una polémica reforma con rango constitucional
que el nuevo presidente podría aplicar aún con mayor dureza.
El nombre de Guedes y sus decisiones económicas van a ser, por lo
tanto, asunto con el que la economía española tendrá que familiarizarse
en los próximos meses ya que la importante oleada de privatizaciones
que parece tener preparado el nuevo equipo económico gobernante, que
tomará las riendas del poder a partir de enero, puede ser una buena
oportunidad para muchas empresas españolas.
España ya es el segundo inversor europeo en Brasil y el tercero del
mundo y este peso puede aumentar en los próximos años, ya que algunas de
las empresas españolas con fuerte presencia en el país actúan en
sectores estratégicos en los que Brasil posiblemente afronte sus mayores
operaciones de venta de participaciones estatales al sector privado con
objeto de obtener recursos con los que afrontar algunos de sus nuevos
planes económicos.
Brasil ya es una de las economías con mayores tasas
de crecimiento en el mundo desarrollado y entre los países
convergentes. La preocupación que está afectando a la clase dirigente
de este país desde hace ya algún tiempo es la pérdida de peso que
puede sufrir Brasil en la economía global ante las economías asiáticas,
mucho más agresivas en su crecimiento y en sus formas de actuación.
Brasil aspira a lograr tasas de crecimiento similares a las de las
economías asiáticas más expansivas y para ello considera que su modelo
económico debe experimentar un cambio significativo, por la vía de la
desregulación y de la aplicación de modelos de crecimiento más similares
a los de las economías asiáticas rivales. Y ese es el camino que
previsiblemente va a transitar este país bajo el nuevo Gobierno, una
senda en la que quizás puedan participar muchas empresas españolas.
(*) Periodista y economista español
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