FRÁNCFORT.- El monótono mundo de la compensación de derivados, la fontanería financiera diseñada para facilitar 400 billones de dólares en transacciones anuales de forma segura, se suponía que nunca sería un asunto emotivo.
Pero
eso dependía de que los reguladores preservaran el espíritu de
cooperación mundial después de 2008. Con la retórica incendiaria del
brexit entre el Reino Unido, Estados Unidos y Europa, los bancos y las
bolsas están haciendo todo lo posible para prepararse para lo peor.
El
riesgo de que la fontanería financiera del mundo se rompa en los
mercados nacionales, lo que provocaría costes adicionales y trastornos,
se está haciendo realidad.
Las
operaciones de compensación se han convertido en un campo de batalla.
Un brexit sin acuerdo no sólo amenaza la capacidad de las empresas con
sede en Londres para realizar transacciones comerciales en la UE sin
problemas; también podría terminar con la compensación de billones de
dólares de las operaciones en euros en suelo británico si los
reguladores de la UE se niegan a reconocer que las normas del Reino
Unido son adecuadas.
Esto
puede parecer draconiano, pero el enorme dominio de Londres sobre la
compensación de operaciones en euros siempre ha sido motivo de molestia
en el continente.
El brexit es una oportunidad para restablecer el
equilibrio. Hacerlo podría costar a las empresas miles de millones de
euros, pero la medida goza de apoyo político.
No
es de extrañar, pues, que Deutsche Bank AG fuera una de las varias
firmas que el viernes anunció sus planes de vender sus participaciones
en LCH, la filial de compensación de London Stock Exchange Group Plc.
El
banco número uno de Alemania ya está trasladando su principal centro de
reservas de Londres a Fráncfort, lo que podría reasignar 300.000
millones de euros de su balance. Es posible que la participación en LCH
–que podría acabar quedando impedida de compensar los derivados
extrabursátiles para las empresas de la UE en el caso de un brexit sin
acuerdo– ya no parecía estratégica.
La venta también generará algo del
tan necesario efectivo, pero envía un mensaje mayor de que los
principales bancos de la zona euro tienen ahora prioridades diferentes.
Incluso
antes de que el brexit se materialice, el negocio de la compensación ya
está mostrando su preferencia. El archirrival alemán de LSE, Deutsche
Boerse AG, se está beneficiando de esta incertidumbre. El monto
pendiente teórico de contratos extrabursátiles compensados en Deutsche
Boerse se elevó a 8,4 billones de euros a finales de agosto, respecto de
los 1,8 billones de euros a finales de 2017, según UBS.
La bolsa
alemana está intensificando la presión competitiva con un nuevo modelo
de ingresos compartidos, y está decidida a ganar negocios después de
varios intentos fallidos de fusionarse con LSE. El brexit es una ventaja
en terreno familiar.
Los
desastres siempre se pueden evitar. Un optimista podría considerar la
situación actual como un juego de suma cero no tan grave que no pondrá
en peligro las finanzas mundiales, especialmente si los reguladores
deciden cooperar en aras de la estabilidad.
Si el mercado de
compensación del euro escapa de un escenario de pesadilla de
fragmentación, el resultado final podría ser un aumento del 25 por
ciento en la cuota de mercado de Deutsche Boerse y un impacto manejable
del 2 al 3 por ciento en las ganancias de LSE, según UBS.
Las cabezas
reguladoras más frías aún podrían imponerse.
Pero
el ambiente febril no ayuda, y ahora EE.UU. se está metiendo en la
lucha. El titular de la Comisión de Negociación de Futuros de Materias
Primas, J. Christopher Giancarlo, atacó esta semana los planes europeos
de aumentar la supervisión de las cámaras de compensación no
pertenecientes a la UE después del brexit, diciendo que no podía someter
a las empresas estadounidenses a una "regulación conflictiva o
excesivamente engorrosa desde el extranjero".
Amenazó con bloquear el
acceso de las empresas europeas a las cámaras de compensación
estadounidenses.
Si
el brexit rompe los lazos financieros transfronterizos entre EE.UU.,
Gran Bretaña y Europa, el mercado de 400 billones nunca volverá a ser
el mismo. Los reguladores harían bien en recuperar parte del espíritu
de unidad que siguió a la crisis de 2008, o se arriesgarían a
desencadenar algo peor.
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