MADRID.- Arabia Saudí ha reconocido en la madrugada de este sábado que el periodista Jamal Khashoggi
murió dentro de su consulado en Estambul. El comunicado oficial dice
que pereció en una pelea y anuncia la detención de 18 personas, así como
la destitución de varios altos cargos.
Sin embargo, después de dos
semanas largas de negativas, Riad sigue sin aclarar de forma convincente
qué sucedió en la legación diplomática y dónde está el cuerpo de la
víctima. Todos los esfuerzos saudíes parecen orientados a proteger al
príncipe heredero y hombre fuerte del país, Mohamed Bin Salmán, cuya imagen se ha visto salpicada por el deplorable suceso.
El fiscal general del reino informaba de que, según “investigaciones
preliminares” de su oficina sobre la desaparición de Khashoggi, “una
discusión entre él y las personas con las que se reunió en el consulado
desencadenó una pelea que le causó la muerte”.
Los medios saudíes se
hicieron eco de la noticia de forma inmediata. También dieron cuenta de la destitución de Saud al Qahtani, considerado una versión saudí del Steve Bannon
estadounidense y cercano colaborador del heredero; el general Ahmed
Asiri, vicedirector de los servicios de información exterior, y otros
cuatro generales de ese departamento.
La explicación saudí ha sido recibida con escepticismo. “¿Un hombre
de 60 años que se enfrenta a dos docenas de tipos? Es la peor coartada
que he escuchado. Se necesita una investigación de la ONU”, ha tuiteado
Andrew Stroehlein, director de comunicación de Human Rights Watch
(HRW), haciéndose eco de un sentir generalizado entre defensores de
Derechos Humanos, académicos y periodistas.
Más cautos, los Gobiernos
occidentales valoran si creerse o no esta nueva versión saudí (Alemania
pide más aclaraciones, mientras que el Reino Unido está evaluando sus
“próximos pasos”). Sin embargo, el presidente de EE UU, Donald Trump, ha
dicho que la considera “creíble”.
Aunque la redacción del texto parece apuntar a un accidente,
precisiones posteriores de fuentes oficiales dejan en el aire la
posibilidad de una operación no autorizada. Un comunicado del Centro de
Comunicaciones Internacionales del Gobierno (CIC en sus siglas inglesas)
explica que un sospechoso no identificado viajó a Estambul para
reunirse con Khashoggi “porque había indicaciones de la posibilidad de
que regresara al país”, pero no precisa qué tuvo que ver esta persona
con la pelea. Los saudíes tampoco han aclarado dónde está el cuerpo del
periodista.
Khashoggi, crítico con la gestión del heredero, se había autoexiliado
en EE UU hace un año, tras ser advertido desde la Corte para que
rebajara el tono y dejara de hablar con la prensa extranjera.
El pasado
día 2 se perdió su pista
después de que a la una y cuarto de la tarde entrara en el consulado
saudí en Estambul para obtener unos documentos que le permitieran
casarse con su prometida turca. Desde entonces, los responsables turcos
han filtrado, sin confirmarlo oficialmente, que fue asesinado y descuartizado dentro del edificio diplomático, acusaciones que Riad ha desmentido de forma tajante.
Pero a medida que pasaban los días y los saudíes no podían probar que
Khashoggi hubiera salido del consulado como aseguraban, la presión
internacional ha obligado a los responsables del reino a buscar una
salida.
Según la crónica que hoy publica El País, todos los esfuerzos parecen orientados a alejar las sospechas
del príncipe Mohamed, a quien el rey Salmán ha confiado el día a día de
Arabia Saudí. MBS, como se le conoce, ha lanzado un ambicioso programa de reformas económicas y sociales,
cuyo enunciado ha recibido un respaldo generalizado, pero cuya puesta
en práctica ha suscitado críticas. Como también han suscitado críticas
su intervención militar en Yemen, su aislamiento de Qatar o su trato al primer ministro libanés, Saad Hariri.
Lo ocurrido con Khashoggi ha supuesto un terrible bochorno para el
heredero, cuya imagen se ha visto inevitablemente salpicada. Dado el
total control del poder que proyecta, cuesta creer que no tuviera
conocimiento de lo ocurrido en su consulado en Estambul.
Sin embargo,
eso es lo que dijo en una entrevista
con Bloomberg tres días después de la desaparición del periodista, y lo
que, según Trump, le repitió a él cuando le llamó para preguntarle por
el caso. El éxito de la estrategia saudí depende de que logren mantener
el apoyo de EE UU. La sintonía de Mohamed Bin Salmán (y su entorno) con
la administración estadounidense pudo envalentonar al joven príncipe.
“MBS no tenía conocimiento de esta operación concreta y por supuesto
no ordenó el secuestro o el asesinato de nadie”, ha asegurado a la
agencia Reuters un funcionario saudí conocedor de la investigación
llevada a cabo por el reino. La fuente ha negado también que existiera
una orden para matar o secuestrar a Khashoggi, aunque admite que existen
instrucciones para llevar de vuelta al país a los críticos.
El cierre de filas en torno al príncipe más poderoso que ha tenido
Arabia Saudí se completa con la decisión del rey de poner a MBS al
frente de un comité ministerial que debe remodelar los servicios de
información, tras su descabezamiento con la destitución de Asiri y otros
cuatro generales.
Para los escépticos, tanto los militares como el
antes citado Al Qahtani son meros chivos expiatorios. Aunque Khashoggi
había mencionado que este colaborador del heredero se puso en contacto
con él para ofrecerle regresar al reino, pocos creen que actuara de su
propia iniciativa.
“¿Usted cree que actúo por mi cuenta sin orientación? Soy un empleado
y fiel ejecutor de las órdenes de mi señor, el rey, y de su alteza real
el príncipe heredero”, declaraba Al Qahtani hace un año. Incluso tras su cese, les ha reiterado su agradecimiento y lealtad.
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