RIAD.- El régimen saudí ha liberado a Jalid bin Talal, hermano de un conocido y excéntrico multimillonario, que había permanecido once meses en prisión por criticar la supuesta purga anticorrupción lanzada el pasado año por el príncipe heredero Mohamed bin Salman en un gesto que busca rebajar el descrédito internacional que padece la monarquía saudí tras el asesinato del periodista Yamal Khashoggi.
Su puesta en libertad ha sido confirmada por tres parientes en sus cuentas de Twitter. "Gracias a dios", ha celebrado su sobrina,
la princesa Rim bint Alwaleed, en un mensaje acompañado de instantáneas
del príncipe con otros familiares. Otras imágenes le muestran junto a
su hijo, que lleva años en coma. Jalid, sobrino del actual rey Salman,
fue detenido en diciembre de 2017 tras censurar la
campaña de arrestos que confinó a decenas de príncipes, funcionarios y
empresarios en el hotel Ritz-Carlton de Riad.
Para la disidencia, la operación buscó consolidar el poder del
heredero. La presunta ofensiva contra la corrupción, ejecutada por el
heredero al trono, alcanzó al hermano de Jalid, el multimillonario Alwaleed bin Talal, uno de los príncipes más atípicos de la corte cuyo conglomerado mantiene participaciones en empresas estadounidenses como Apple, Twitter, Citigroup, Four Seasons o Disney. Según la revista Forbes, su fortuna supera los 17.000 millones de dólares (unos 14.000 millones de euros).
Al
Waleed abandonó el establecimiento hotelero el pasado enero, tras casi
meses de reclusión, después de conceder una entrevista a Reuters y en virtud de un acuerdo con Bin Salman que no ha trascendido. Las razones del arresto y la excarcelación de su hermano tampoco se han divulgado.
El mes pasado, Alwaleed bin Talal volvió a tomar distancia con el príncipe heredero al jurar lealtad "a su país y su rey" sin citar al treintañero en un tuit publicado en pleno escándalo por el crimen de Khashoggi en el consulado saudí en Estambul.
El fin del cautiverio de un príncipe conocido por sus críticas contra el joven que aspira a gobernar Arabia Saudí persigue rebajar las llamadas internacionales para esclarecer la muerte del columnista del Washington Post, asesinado por un comando de quince personas enviadas desde Riad.
La monarquía saudí no ha proporcionado aún información sobre el paradero exacto del cadáver
del reportero, que -según las pesquisas del equipo de investigación
turco- fue descuartizado. Un asesor presidencial turco sugirió el
viernes que sus restos fueron disueltos en ácido.
El reino ha tratado de desvincular a Bin Salman del homicidio desviando su responsabilidad a algunos de sus más estrechos colaboradores como
Saud al Qahtani y el general Ahmed al Asiri, número dos de la
inteligencia saudí y ex portavoz de la coalición árabe que bombardea
Yemen desde marzo de 2015. La comunidad internacional, sin embargo, ha
incrementado su presión sobre la corte.
El viernes el presidente turco
Recep Tayyip Erdogan declaró que la orden de asesinar a Khashoggi
procedió de "los niveles más altos del Gobierno saudí". En el ojo del
huracán, la fiscalía saudí ha ido modificando su versión del crimen. La semana pasada admitió por primera vez que su asesinato fue "premeditado" sumándose a las hipótesis divulgadas por los investigadores turcos.
La puesta en libertad de Jalid podría ser solo la primera en un momento en el que la Casa de Saud necesita ofrecer señales de cambio
y hacer concesiones a sus aliados en Occidente. En su camino hacia
palacio, Bin Salman ha aplicado la mano dura contra todos aquellos
clérigos que cuestionaron su creciente acumulación de poder o rehusaron respaldar en sus sermones sus agresivas decisiones, como el bloqueo a Qatar o la campaña de bombardeos en el vecino Yemen.
Decenas de disidentes, entre ellos veteranas activistas que reclamaron el derecho a conducir de las féminas, permanecen entre rejas y se enfrentan a posibles condenas a muerte o
cadena perpetua. También se encuentran detenidos el ex gobernador de
Riad, el príncipe Turki bin Abdalá, y el empresario Mohamed al Amudi así
como tres príncipes que fueron secuestrados en suelo europeo desde 2015 y obligados a regresar a Riad, donde se perdió su rastro.
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