El régimen
venezolano se enfrenta a un doble desafío, en el que juegan un papel
clave las presiones que puedan ejercer los gobiernos de los Estados
Unidos, Colombia y Brasil para que el presidente Nicolás Maduro y sus
principales colaboradores se avengan a abandonar el poder. Se
trata de dos desafíos: uno ‘blando’ y otro ‘duro’.
El
blando puede interpretarse como una advertencia antes de tener que
aplicar el duro. El pasado 25 de septiembre, once senadores de los
Estados Unidos presentaron en el Senado la Venezuela Humanitarian
Relief, Reconstruction and Rule of Law Act, que recoge demandas
anteriores de la Casa Blanca, y que insta al gobierno de Maduro a
iniciar un periodo de transición incondicional bajo la amenaza de
perseguir los crímenes contra la humanidad que hayan cometido los
líderes chavistas.
En la misma fecha, el Tesoro de los Estados Unidos prohibió a los
ciudadanos norteamericanos realizar transacciones con cuatro de los más
directos colaboradores del presidente Maduro, entre ellos su esposa, un
claro mensaje que niega el disfrute de las ganancias corruptas que hayan
podido cometer sus más directores colaboradores.
El secretario de Estado, Mike Pompeo ya había anunciado que los
Estados Unidos se disponían a tomar medidas contra el gobierno
venezolano. Esta advertencia fue portada verbalmente a Caracas, hace
menos de una semana, por Tim Tull, un negociador profesional enviado por
el presidente de la comisión de Asuntos Exteriores del Senado.
El mensaje plantea la exigencia de que se celebren elecciones
generales en Venezuela, proposición que, de todas formas, tiene pocas
posibilidades de ser aceptada por el régimen, pues sus beneficiarios se
arriesgarían a perder las palancas y beneficios del poder, hoy en sus
manos de forma incontestada, para ser perseguidos de inmediato por la
justicia internacional.
“Todas las opciones están sobre la mesa…”, dijo el pasado día 29 el
presidente Trump, para aclarar enseguida: “las duras y las menos duras, y
Vds. ya saben lo que quiero decir por ‘duras’”. El presidente, además,
prometió ‘cuidarse’ del pueblo venezolano.
También vaticinó que un golpe militar contra Maduro triunfaría
rápidamente, aunque evitó insinuar que los Estados Unidos participrían.
Un vicealmirante del cuarto militar del presidente, Craig Faller,
declaró que se estaba planificando determinadas medidas, aunque añadió
que no se ha ido más allá “de las medidas normales y prudentes que un
mando de combate debe tener preparadas para un cierto número de
contingencias”.
El senador Marco Rubio pidió que se diese ayuda y cooperación militar
al gobierno colombiano, al objeto de contrarrestar la desestabilización
previsible, causada por el régimen venezolano.
El presidente lanzó además un mensaje de naturaleza ideológica contra el
chavismo: “No hace mucho Venezuela era uno de los países más ricos del
mundo. Hoy, el socialismo ha arruinado ese país rico en petróleo y
arrojado a su pueblo a la pobreza más abyecta”.
Junto con Colombia, el otro pie de la amenaza militar al régimen
procede del futuro gobierno brasileño. El vicepresidente electo,
Hamilton Mourao, un antiguo jefe militar, ha predicho que el régimen
venezolano llega a su fin. Mourao conoce bien Venezuela, pues fue
agregado militar en Caracas a principios de siglo.
El diputado Eduardo Bolsonaro, hijo del presidente electo, aboga por
la estrecha colaboración de Brasil con el gobierno colombiano, para
hacer frente al régimen bolivariano, y aunque no abogó por una
intervención militar contra el chavismo, aclaró que ninguna opción
estaba descartada, y pronosticó que el régimen caerá cuando pierda el
apoyo interno de los militares. Un portavoz del departamento de Estado
ha dejado claro que Mike Pompeo y el presidente Bolsonaro han hablado de
los “asuntos prioritarios, incluyendo Venezuela”.
Bolsonaro y Nike Pompeo parecen haberse puesto de acuerdo en una
estrategia común, aunque lo único a que se ha comprometido públicamente
el brasileño es a apoyar a Colombia frente a Venezuela. Más explícito
fue el presidente Trump en dar su apoyo al nuevo mandatario brasileño:
“Acordamos – declaró - que Estados Unidos y Brasil trabajarán
estrechamente en materia comercial, militar y todo lo demás”.
Hace pocos días el diario ABC de Madrid daba por cierto que ya
existían planes de una intervención internacional contra el régimen
chavista, aunque un portavoz del gobierno colombiano negó que Bogotá
abrigara tales planes.
Las rápidas tomas de postura de Washington y Brasilia ante la crisis
venezolana hacen prever que las mediaciones llevadas a cabo por el
anterior presidente del gobierno español, J.L. Rodríguez Zapatero, a lo
largo de muchos años, no llevarán a parte alguna. A no ser que, en el
mejor de los casos, Zapatero se resigne a actuar de mero mensajero de
decisiones que parecen a punto de materializarse.
(*) Periodista español
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