sábado, 8 de diciembre de 2018

Del G-20 al G-2, a quizás a un G-3 / Eduardo Olier *

Del 30 de noviembre al 1 de diciembre pasados se reunieron en Buenos Aires, por decimotercera vez, los líderes del G-20. De paso para la reunión, el presidente de la República Popular de China, Xi Jinping, hizo escala en Madrid. De esta visita, lo más notable, según algunos medios españoles, fueron los acuerdos que se hicieron sobre las uvas y el jamón ibérico. 

Sorprendente noticia cuando China es una potencia que busca el dominio global, en lo económico y en lo geopolítico; aparte del dominio militar que ya tiene en el Mar de la China, que se desplaza hacia el Índico y busca su lugar en el Mediterráneo.

China es hoy, junto a Estados Unidos, la gran potencia global. En lo económico, su PIB nominal superará el de Estados Unidos en la próxima década; cuando ya lo ha hecho su PIB en paridad de poder adquisitivo; ese índice que suma los bienes y servicios ajustándolos al nivel de vida. 

A la vez que la economía china se transforma con rapidez para competir en tecnologías avanzadas en los mercados globales, y amplía su radio de acción económico y político en todos los escenarios estratégicos del mundo. 

Conocido es el dominio económico chino en África y el Sudeste Asiático; regiones donde acumula unos 600.000 millones de dólares de inversión, a la vez que se ha convertido, con unos dos billones de dólares invertidos en más de 180 países, en el segundo inversor global detrás de Estados Unidos.

China, además, domina el transporte marítimo mediante la propiedad (o la gestión) de más de 80 puertos localizados estratégicamente por toda la geografía mundial, de los que unos diez de ellos tienen uso dual, comercial y militar a la vez; sin contar las decenas de bases militares que tiene en atolones en el Sudeste Asiático, o las inversiones que ya están en marcha para construir la Nueva Ruta de la Seda, por tierra y por mar, que conectará al 65% de la población mundial. 

Unas inversiones que se estiman superiores a los 5 billones y medio de dólares. Todo ello, sin contar su dominio sobre el dólar, donde el Banco de la República Popular de China tiene en sus arcas cerca de dos billones de dólares, que se suman a los casi cuatro billones de dólares de la deuda emitida por la Reserva Federal americana.

En Europa, la presencia china es también muy relevante, con cerca de 330.000 millones de dólares de inversión; de los que unos 100.000 millones están en el sector energético y en empresas tecnológicas. España, sin embargo, es un país menor, pues las inversiones chinas en nuestro país no llegan siquiera a los 8.000 millones de dólares; menos incluso que las que China ostenta en Portugal. 

De ahí que España venga a ser un interesante enclave geoestratégico para China: como enlace con Sudamérica, de un lado, y como lugar singular en el Mediterráneo, incluida la salida de los intereses chinos a través del Estrecho de Gibraltar hacia América.

No en vano, China viene mostrando un apetito concreto en la construcción de una tercera terminal de contenedores en el Puerto de Algeciras, sin olvidar que, en mayo de este año, la armada china atracó en el puerto de Valencia con una fragata de misiles y un barco de suministro integral; mostrando así un interés muy especial por mantener una presencia concreta en el Mediterráneo. 

En esto, y en las conexiones latinoamericanas, España puede ser un importante aliado. Aspectos que quedan lejos de los acuerdos sobre las uvas y el jamón ibérico, por muy relevantes que estos se quieran presentar.

No es extraño entonces que el G-20 haya mostrado en Argentina que sólo hay dos países con capacidad para una gobernanza global: Estados Unidos y China. Dos modelos económicos diferentes, que son también diferentes en su política internacional, ahora que la Administración americana, con el presidente Trump a la cabeza, mira más al interior que al exterior; dejando así un espacio con importantes huecos económicos y geopolíticos que China desarrollará con su habitual pausada estrategia, lejos de las prisas y los vaivenes de Estados Unidos.

Todo lo que hace China mira al futuro sin olvidar el presente. Y cuando nos queramos dar cuenta, su poder estará más extendido de lo que se piensa. Un futuro, no tan lejano, en el que Europa como realidad geopolítica se presenta irrelevante. En este escenario, sólo se ven dos contendientes. 

Un nuevo G-2, con China y Estados Unidos frente a frente, sin olvidar lo que, poco a poco, se va conformando como un tercer jugador, no fundamental en lo económico, pero muy relevante en lo geopolítico. Rusia es el tercer país en este nuevo escenario G-2. 

Ya se ha hecho fuerte en Oriente Medio a través de la absurda guerra iniciada de Siria, y extiende sus manos por Venezuela, para ponerlas también en una Europa, otra vez abierta por el Brexit, ya sea en modo de ciberataques, o mediante su importante dominio energético. Una fortaleza rusa de la que China también se beneficia en su contienda con Estados Unidos. Un nuevo mundo que se mueve hacia un G-2 más uno, es decir, hacia un G-3.



(*) Presidente del Instituto Choiseul España


No hay comentarios:

Publicar un comentario