sábado, 29 de diciembre de 2018

¿Está el 'Brexit' abocado a su cancelación? / Anatole Kaletsky *

En tiempos de agitación política, los acontecimientos pueden pasar de lo imposible a lo inevitable, sin siquiera pasar por lo improbable. A principios de 2016, la idea de que Reino Unido abandonara la Unión Europea parecía casi tan absurda como que el próximo presidente estadounidense fuera Donald Trump, el empresario seis veces arruinado y depredador sexual en serie. 

Unos meses más tarde, el Brexit y la presidencia de Trump fueron reconocidos universalmente como la consecuencia inevitable de una reacción antielitista y antiglobalización que era previsible hace décadas.

Esta sensación de inevitabilidad, mucho más que una auténtica convicción antieuropea, es lo que ha disuadido a Reino Unido de cambiar de opinión sobre una política inútil y autodestructiva, de la que pocos votantes se preocuparon hasta 2016. El mensaje de las encuestas y los grupos de presión posteriores a la salida ha sido: "Todos sabemos que el Brexit tiene que pasar, así que ¿por qué no se ponen manos a la obra los políticos?"

Pero con el proceso del Brexit en su clímax, otro acontecimiento está pasando de ser imposible a ser inevitable: Londres podría cambiar pronto de opinión y decidir quedarse en la UE. Esta inversión de la fortuna podría comenzar el mes que viene, cuando se espera que la primera ministra Theresa May pierda el decisivo voto parlamentario sobre su acuerdo.

Cuando esta derrota ocurra, May se enfrentará a dos opciones desagradables. Podría conducir una ruptura del estilo no deal con Europa -equivalente a una declaración de guerra económica contra la UE- y arriesgarse a una crisis económica al nivel de 2008, acompañada de una agitación fronteriza en Irlanda que podría reavivar los problemas. O podría romper sus extravagantes promesas de honrar el "mandato del pueblo" del referéndum de 2016 y permitir un nuevo voto popular que podría cancelar el Brexit. 

Para evitar esta ingrata elección, May podría intentar por última vez presentar sus propuestas ante el Parlamento tras perder la votación prevista para la semana del 14 de enero. Pero si este esfuerzo desesperado fracasa, sus opciones se reducirán a una ruptura sin acuerdo con Europa o un nuevo referéndum. 

Con las opciones así de reducidas, los riesgos y sacrificios del "horror", tal como los principales grupos de presión empresariales británicos describen ahora públicamente el no deal, se centrarán rápidamente, y una mayoría parlamentaria bipartidista seguramente convergerá para bloquear este resultado. Varios diputados conservadores ya han prometido dimitir si May pasa a apoyar una salida sin acuerdo, y los números de rebeldes podrían aumentar lo suficiente como para derrocar su Gobierno. 

A medida que se hace evidente la imposibilidad de legislar sin acuerdo o con el acuerdo de May, el aura de inevitabilidad que ha protegido al Brexit de serios desafíos desde 2016 está desapareciendo, y pronto la sensación de inevitabilidad puede cambiar a favor de un nuevo referéndum. 

Este cambio ya ha comenzado en los medios de comunicación británicos. Después de haber pasado los últimos dos años denunciando a cualquiera que desafiara el Brexit y acusándoles de "enemigos del pueblo" y traidores a la democracia, la BBC, The Times y otros influyentes medios de comunicación han recordado, de repente, que un principio esencial de la democracia es que los votantes tienen derecho a cambiar de opinión.

La imposibilidad de legislar sin acuerdo o con el acuerdo de May aboca a un nuevo referéndum.

Pero justo cuando las objeciones a un nuevo referéndum están desapareciendo, ha surgido un problema mucho más práctico: ¿Qué pregunta debería hacerse en un "voto popular" final? ¿Deberían los votantes elegir entre permanecer en la UE o aceptar el acuerdo de retirada de May? ¿O las opciones deberían ser no Brexit versus no deal? ¿O qué hay de la elección más estrecha entre el acuerdo de May o una salida sin acuerdo, exigida por los fanáticos del Brexit que argumentan que la posibilidad de continuar en la UE fue eliminada por el referéndum de 2016? 

La respuesta obvia sería presentar a los votantes las tres opciones: no deal, May's deal o no Brexit. Pero entonces surge el problema de cómo se deben contar los votos si ninguna de estas opciones tiene una clara mayoría. Bajo el sistema de first-past-the-post, utilizado en las elecciones británicas y estadounidenses, ganaría la opción apoyada por la mayoría de los votos. Pero eso sería completamente inaceptable para los partidarios del Brexit, que tendrían la garantía de perder si sus votantes estuvieran divididos entre el acuerdo de May y la ausencia de acuerdo. 

Así, para ganar legitimidad democrática, los votos tendrían que ser contados ya sea a través de un sistema preferencial, que pide a los votantes la primera y segunda opción, o con un proceso de dos etapas. 

Por ejemplo, la papeleta podría pedir primero a los votantes que digan si aceptan la propuesta Brexit del Gobierno, y luego que respondan a una segunda pregunta condicional: Si el acuerdo del Gobierno no obtiene el apoyo de la mayoría, ¿preferiría usted que no hubiera acuerdo o que permaneciera en la Unión Europea? Alternativamente, se podría preguntar a los votantes, en primer lugar, si quieren permanecer en la UE o seguir adelante con el Brexit, y luego, en caso de que el Brexit gane, si prefieren el May's Deal o el No Deal. 

La mayor objeción a un segundo referéndum es que los diferentes sistemas de recuento podrían dar resultados muy diferentes, al menos en teoría, socavando así la legitimidad de todo el proceso. Pero esta objeción resulta teóricamente válida sólo si la opinión pública se divide equitativamente entre los tres posibles resultados. En la práctica, la opinión parece estar cambiando, al punto en que es probable que las respuestas sean claras, independientemente de cómo se formulen las preguntas.

En la primera encuesta detallada sobre las tres opciones del Brexit, realizada por YouGov a principios de diciembre, una votación estándar daba una mayoría absoluta del 54% a permanecer en la UE, contra un 28% de apoyo al no deal y un 18% al acuerdo de May. En una simple elección en contra del acuerdo de May, la mayoría de votos a favor de permanecer sería aún mayor, con un 62%. 

Y en un recuento de votos preferenciales, que redistribuyó las segundas preferencias de los partidarios de May, la permanencia seguiría ganando por un margen decisivo del 57% frente al 43%. 

Por supuesto, los votantes podrían cambiar de opinión en una campaña de referéndum. Pero tal y como están las cosas hoy en día, un nuevo referéndum produciría una clara mayoría para que Reino Unido siga siendo miembro de la UE, independientemente de cómo se cuenten los votos o cómo se formulen las preguntas. 

Esto sugiere que la fuerza de la inevitabilidad está comenzando a moverse contra el Brexit. "Todos sabemos que el Brexit tiene que ser cancelado," los votantes pueden concluir pronto, así que "¿por qué no se ponen manos a la obra los políticos?"


(*) Economista jefe y copresidente de Gavekal Dragonomics


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