El debate de los últimos días del año 2018 está girando en torno a
qué tiene más posibilidades de suceder en los doce próximos meses en la
economía mundial y en la española en particular. El debate parece
centrarse en vaticinar si nos espera una recesión económica o, por el
contrario, un simple resfriado y, en ese caso, cuáles serán las
consecuencias para los ciudadanos, en especial para los españoles.
Hay un punto de partida que está resultando cada vez más unánime. El
PIB mundial en su ritmo de crecimiento ha tocado techo por el momento.
Hay diversas evidencias para apoyar esta tesis, aunque algunas de ellas
no dejan de resultar meras comparaciones.
Por ejemplo, la que asegura
que la etapa de expansión económica en Estados Unidos es la segunda más
intensa y prolongada desde el fin de la última Guerra Mundial. Si
miramos a España, el crecimiento del PIB en los cuatro últimos años ha
resultado realmente brillante y suma un avance que tiene pocas
comparaciones en el periodo moderno.
Cuando se habla de fragilidad económica hay cierta unanimidad en
destacar los orígenes. Primero hay que citar al riesgo de empeoramiento
de las condiciones comerciales a escala internacional. Es una amenaza
algo más que hipotética. De hecho, algunas economías que viven de la
exportación con gran predominio sobre otros cometidos, como es el caso
de Alemania, ya han proyectado significativos descensos de la actividad
en el tercer trimestre del año.
Por otro lado, el fuerte impulso que ha registrado el valor del
dólar, en especial frente a las monedas de algunas economías
emergentes, ha mermado la salud de algunas economías que tienen
importante peso en la economía global. Países como Brasil, India,
México, Turquía, por citar algunos, no van a tener fácil jugar un papel
relevante como se esperaba en la economía mundial a corto plazo. La
intensidad y determinación con la que este problema llegue a producirse
jugará un papel muy activo en el desempeño de la economía global durante
el año que acaba de comenzar.
Un tercer factor que algunos analistas valoran como altamente
relevante es el deterioro que en algunas economías pueden experimentar
cuando coinciden dos situaciones, alta deuda pública y subida de tipos
de interés. Estas dos condiciones las cumplen algunos países mejor que
otros. Por ejemplo, en el caso de España tenemos altísima deuda, pero
nos beneficiamos de la indulgencia del Banco Central Europeo, que compra
nuestra deuda a tipos muy bajos, algunos por debajo de cero.
Hay
bastantes posibilidades de que la conducta del BCE cambie de forma
importante en los próximos meses, lo que ensombrecería de forma notable
nuestra situación económica. De hecho, en una de las dos vertientes ya
ha comenzado a hacerlo, al interrumpir a partir de este diciembre del
año que termina, el de 2018, la compra de deuda española. El trago más
duro se producirá cuando empiece a subir los tipos de interés. Ese será
el punto crítico para poner a prueba la capacidad de aguante de la
economía española.
A partir de ese momento ya no será lo mismo una
recesión económica que un frenazo. Lo primero será muy perjudicial para
la economía española, pero lo segundo posiblemente no le irá a la zaga.
(*) Periodista y economista español
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