La reciente
firma por Ecuador de un Memorandum para la Colaboración (‘Memorandum of
Understanding’ en inglés, MOU) con la República Popular de China, le
convierte en el décimo quinto país de América Latina que firma tal
documento. Aunque todos esos acuerdos se refieren esencialmente a
los intercambios comerciales y relaciones financieras, en la
mayoría de ellos se hace alusión a la conocida
internacionalmente como Belt and Road Initiative (BRI; en Europa
‘Ruta de la Seda’).
Ese
hecho hace pensar que China pretende ligar los países latinoamericanos a
un diseño de las redes comerciales mundiales en que aquéllos
necesariamente se verían fuertemente interdependientes con los intereses
económicos y geopolíticos de China.
Ese designio ya había sido anunciado por el propio presidente chino,
Xi Jinping al presidente Macri de Argentina, en mayo de 2017, en una
conferencia celebrada en Pekín precisamente sobre la BRI.
La disposición de Macri a prestar atención a las propuestas de Xi
quedó demostrada en la reciente reunión del G-20 en Buenos Aires, cuando
China firmó un acuerdo “swap” entre las monedas de los dos países, por
valor de $9.000 millones, que sin duda contribuyó a fortalecer el peso.
En los últimos meses China ha ganado posiciones políticas y
diplomáticas en una serie de pequeños países latinoamericanos, sobre
todo del Caribe (Antigua y Barbuda, Costa Rica, Guyana, Panamá, Trinidad
y Tobago), con los que ha firmado MOUs, en algunos casos a cambio de
que retirasen el reconocimiento a la República de China (Taiwán).
También los ha firmado con Bolivia y Ecuador. El acuerdo con Quito tiene
novedosos aspectos que tocan a la seguridad interna, como confiar la
gestión del sistema nacional de vigilancia pública a intereses
empresariales chinos.
El acuerdo con Panamá tiene pleno significado en el diseño chino para
una BRI mundial de despliegue marítimo, al modo de los acuerdos que
tiene con algunos países africanos con orillas en el océano Índico.
Como
en estos últimos casos, China pretende en Panamá hacer de su principal
puerto un nudo transcontinental de transportes y comunicaciones, y los
dos países han proyectado que la empresa china CCCC construya un cuarto
puente sobre el canal, con inversión de $1.400 millones.
Los observadores explican el fenómeno como una ventana de oportunidad
abierta a la República Popular, debido al actual estancamiento de la
economía global de Latinoamérica. Esa misma percepción es la que explica
el aparente desinterés de los Estados Unidos por hacer negocios con
Latinoamérica en estos momentos.
El último Economic Outlook, de Crédito y
Caución, vaticina una desaceleración del crecimiento en el continente, y
un aumento de la inflación. No es probable una alteración significativa
de esta previsión mientras no se sepa el curso que van a tomar las
economías de México y Brasil bajo dos nuevos presidentes.
El mexicano,
López Obrador, ha dado indicios de que adoptará una vía mercantilista.
Mayor influencia aún puede tener el rumbo de Brasil bajo Jair Bolsonaro,
que toma posesión el 1 de enero.
Brasil tiene interés en asegurarse las exportaciones agrícolas y
pecuarias a China, pero no muestra tanto interés porque Brasil sea la
meta de las exportaciones industriales chinas. Parecido será, en
general, el signo de los intercambios de Latinoamérica con China. Hasta
hace pocos años el 73% de los productos exportados por Latinoamérica a
China eran materias primas, incluyendo las agrícolas, y esas
exportaciones contenían menos valor añadido que las destinadas a otros
mercados.
China debe ser vista además como fuente de capitales e inversiones.
De hecho, se ofreció como tal en un documento del Consejo de Estado, de
2008. El país es miembro del Banco Interamericano de Desarrollo desde
2009. Y ha creado un fórum para inversiones con la Comunidad de Países
Latinoamericanos y del Caribe (2015).
En el ámbito financiero, China se ha mostrado dispuesta a correr
riesgos por motivos políticos. Venezuela mantiene una deuda con China
por $62.280 millones según el Global Development Policy Center (2017).
Brasil, un país que en los últimos años ha tenido gobiernos no tan de
izquierdas como el de Venezuela, debe a China $42.100 millones, a todas
luces suficientemente garantizada por la economía brasileña.
Los Estados Unidos de Trump se muestran (por ahora), impertérritos
ante los avances de China en su ‘patio trasero’. Estemos atentos.
(*) Periodista español
No hay comentarios:
Publicar un comentario