Acabo de pasar las fiestas navideñas en Inglaterra donde los brindis
por el año 2019 se ven cada vez más enturbiados por la siguiente
reflexión a veces etílica: ¿tu entiendes qué demonios quiere decir
“backstop”?
Es el término que se utiliza para el arreglo provisional que, bajo el
plan de Theresa May, mantendrá el Reino Unido en la unión aduanera de
la UE mientras que se busque una solución para desatar el nudo gordiano
de Irlanda.
Concretamente ¿cómo se puede sacar al Reino Unido de la UE
sin crear una frontera dura (con pasaportes, aduana, registros, policías
de inmigración, inspecciones etc.) entre el norte de Irlanda y la
República de Irlanda? Porque, claro, una frontera dura podría
desenterrar los fantasmas y la violencia del pasado…
Es un dilema de ironía poética ya que Irlanda siempre ha frustrado
los mejores planes de la elite británica (y de los rebeldes anti elite
también, notablemente, Oliver Cromwell). Aún más porque, tras su
desastrosa decisión de convocar elecciones el año pasado, convencida de
que arrasaría contra los laboristas de Jeremy Corbyn, May depende de los
votos del Partido Unionista Democrático (DUP) que teme cualquier
solución que pudiera crear un régimen comercial único para los condados
del norte.
Semejante arreglo supondría que Irlanda del Norte compartiese
una unión aduanera con el sur y no con el resto del Reino Unido. Un
peligroso primer paso hacia la reunificación de Irlanda para los ultra
unionistas del DUP.
Por eso, se ha tenido que recurrir a una solución provisional –el
impenetrable backstop- en la que todo el Reino Unido permanecería en una
unión aduanera con la UE hasta que se decidiera qué se puede hacer.
Pero esto horroriza a los brexiteers de la derecha conservadora (los de
Jacob Rees Mogg que citó a Francis Drake en el Parlamento el día de la
ejecución del articulo 50 que, de no ser prolongado, forzará la
expulsión del Reino Unido de la UE el próximo 29 de marzo del 2019).
Los
brexiteers – conscientes de que el problema de la frontera irlandesa no
tiene solución ni ahora ni en 20 años- temen que el backstop pueda
acabar por volverse permanente.
En Liverpool, una ciudad del margen celta, quizas mas irlandesa que
inglesa, que disfruta tanto de ver el berenjenal en el que se han metido
May y el partido conservador, se palpaba la satisfacción en cada
conversación tanto de quienes votaron a favor como en contra del Brexit.
El Reino Unido se enorgullece obsesivamente de su sentido de ironía
así que el debate sobre el Brexit, ya dramatizado por la cuenta atrás
hacia la salida descontrolada de la unión poco después de los idus
de marzo, se enmarca en los telediarios como si se tratase de una sátira
del equipo de Monty Python. Todo lleva comillas de ironía, hasta las
advertencias de que una salida sin acuerdo desataría el caos y
provocaria una recesión.
Los libros que más se regalan en Inglaterra estas navidades son los
Ladybird Books del Brexit, algunos basados en los cuentos de Los Cinco
de Enid Blyton que todos los cincuentones leíamos de niños. Con sus
dibujos retro, estos libros son una perfecta parodia del chovinismo
casposo de los tories brexiteers y la Little England y, aunque menos,
del falso cosmopolitismo de los remainers de la otra elite.
Mi sobrina el año pasado me había regalado Five go to Brexit Island (Los cinco, otra vez en la isla del Brexit) así que, partiendo de la base de que siempre regalamos lo que queremos que nos regalen, este año le regalé The story of Brexit.
La Historia del Brexit versión Ladybird es una parodia de la serie de
libritos cuyas historias hiper simplificadas sobre el pasado y el
presente de la vida británica sentaron los cimientos intelectuales, a
los seis o siete años de edad, de gran parte de la clase media
británica, entre ellos, yo.
Es el perfecto regalo para un inglés de mi
edad pero resultaba más preocupante ver que hasta los veinteañeros
británicos se estaban regalando con su deseo inagotable de ironizar los
Ladybird books del Brexit.
Para mi, la página que mejor resume las reacciones de la clase media cosmopolita al Brexit, los que votaron remain,
es de una mujer llamada Helen que, en la ilustración, está sentada en
su jardín leyendo un periódico: “Helen se levantó el día después del
referéndum para descubrir que compartía a su país con millones de
personas perfectamente espantosas a las que jamás había conocido”.
Los
“perfectamente espantosos”, claro, son los obreros blancos de la
Inglaterra no londinense que hicieron un voto de castigo nuclear
eligiendo el Brexit. Helen se pregunta si habría alguna posibilidad de
“celebrar otro referéndum con la opción de que estos se marcharan del
país en vez de que el país se marchara de la UE”.
Esa posibilidad no existe. Pero tal vez bastará un segundo referendum
para volver a poner a los espantosos en su lugar. Muchos en el
Parlamento respaldarán una nueva votación si la propuesta May y su
maldito backstop no logra una mayoría -y los votos del DUP- en el
Parlamento .
(*) Periodista británico
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