BUENOS AIRES.- La frecuencia de crisis, inflación y
devaluaciones ha dejado entre los argentinos una desconfianza en su
moneda proporcional a la avidez por los codiciados dólares, un "trauma"
en el que el periodista Silvio Santamarina ha ahondado hasta sus
orígenes, que se remontan varios siglos.
"Historia de
la guita: la cultura del dinero en la Argentina" repasa los momentos
más tortuosos de una relación que ha marcado al país y que, en una
entrevista con Efe, su autor define como "culposa y pecaminosa" y como
un "tabú" con el que ahora quiere romper.
El libro, recién publicado por la editorial Planeta, se
centra en el siglo XIX, y no es apto para patriotas acérrimos: en el
recorrido que parte desde el Virreinato del Río de la Plata se
desmitifican con sarcasmo, al pasar la lupa por sus bolsillos, varios de
los héroes nacionales y de los grandes hechos que contribuyeron a crear
el país.
La primera obra de Santamarina, editor
ejecutivo de la revista Noticias, no pretende ser un ensayo o un tratado
de historia económica, sino más bien una recopilación de las idas y
venidas de un país que nunca terminó de llevarse bien con el dinero.
La plata que extraían los españoles de las minas andinas no solo dio
nombre a Argentina ("Argentum", el nombre del metal precioso en latín),
también supuso el primero de los problemas monetarios por la abundancia
de las falsificaciones que comenzaron a circular por el territorio de la
colonia, lo que generó quebraderos de cabeza para las autoridades y un
gran recelo entre los rioplatenses.
Pero al mismo
tiempo, en aquella época el peso español fue tomado como modelo, con su
contenido en plata y su diseño, por el recién nacido Estados Unidos para
crear el dólar, una paridad que solo se volvió a repetir, y de manera
efímera, en los 90, cuando los argentinos "creyeron que habían logrado
un sueño" que pocos saben que llegó a tener, a la inversa, el envidiado
vecino norteamericano.
Más tarde llegaron las
invasiones inglesas y la independencia, dos episodios que tuvieron más
que ver con los intereses económicos de las grandes familias de Buenos
Aires y sus luchas entre monopolistas y partidarios del libre comercio
de lo que cuentan los libros escolares.
Los primeros
años de la nación argentina pusieron a prueba a sus gobernantes, entre
ellos a José de San Martín, el padre de la patria que se reveló, según
Santamarina, como un "ajustador feroz", al bajar a la mitad su sueldo y
el de los funcionarios, un recorte que más tarde rebajó a un tercio,
aunque solo para él mismo, por las necesidades de su familia.
También prohibió que la plata fuese empleada para joyería o cubertería
("comamos con cuchara de cuerno", dijo el libertador en su faceta más
austera) por la necesidad de usarla para elaborar moneda.
Y sin embargo, en la correspondencia ya desde el extranjero, San Martín
fue un "gran defensor", como halló Santamarina, de imprimir billetes
sin preocuparse demasiado por el respaldo de esa emisión, combinando así
dos posturas hoy irreconciliables y que centran buena parte del debate
político de la actualidad argentina.
De esa convulsa
época también data una anécdota que leída hoy supone todo un mal
augurio: el Gobierno encargó a una imprenta estadounidense billetes de
calidad, y uno de los elementos que hacían más difícil su falsificación
era la presencia de rostros, pero ante la urgencia de la flamante
nación, el primer prócer que apareció en sus billetes fue el de George
Washington.
Con esta y otras historias, Santamarina
retoma un tipo de texto que, asegura, en castellano es poco común pero
en el mundo anglosajón aparecen con frecuencia, aunque también se debe a
"un componente muy íntimo y personal, que tendré que hablar con mi
psicoanalista, como hacemos todos los argentinos", bromea.
El periodista cuenta que desde joven le interesaba "el costado
dinerario, bien concreto" de los los personajes públicos, una curiosidad
que ya le valió reproches en la universidad cuando al hablar de
intelectuales él preguntaba cómo podían mantenerse; aunque no está de
acuerdo con que el dinero sea visto como "una mancha" en la motivaciones
de políticos o movimientos.
Pese a que admite que se
encontrará con muchos más obstáculos al abordar el siglo XX, Silvio
Santamarina ya piensa en una segunda parte que complete los "traumas
originarios, porque después los traumas siguieron", de la historia
argentina de la guita.
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