martes, 11 de diciembre de 2018

Macron busca apaciguar con recortes tributarios para empleados franceses


PARÍS.- En un esfuerzo por dar fin a la crisis de los ¨chalecos amarillos¨que azota al país desde hace un mes, el presidente francés, Emmanuel Macron, instó a las compañías a pagar a sus empleados una bonificación de fin de año que no será gravada y eliminó los impuestos sobre las horas extra.

En un comunicado emitido por la televisión y las cadenas radiales francesas, Macron dijo que su país se encuentra en una encrucijada histórica y reconoció su parte de responsabilidad por la ira que se evidencia en las calles.
"En muchos sentidos, siento que los chalecos amarillos tienen razón de estar enojados", dijo en sus primeros comentarios públicos durante más de una semana. Comentó que Francia se enfrenta a "un estado de emergencia social y económica".
Consciente de que el futuro de su mandato se juega estos días, el presidente francés, Emmanuel Macron, dio hoy un golpe de timón social a su presidencia con un discurso en el que atendió varias de las reclamaciones de los "chalecos amarillos".
Un Macron grave y solemne decretó en un discurso televisado el "estado de emergencia económico y social" para anunciar medidas concretas que van dirigidas sobre todo a los trabajadores y pensionistas más vulnerables.
Los ataques de los "chalecos amarillos" se han centrado en la imagen de "presidente de los ricos" que arrastra el jefe del Estado, sobre todo después de que una de sus primeras decisiones fuese suprimir el impuesto sobre la fortuna.
Por eso, el reto para Macron en su alocución era desactivar ese estereotipo y desprenderse de paso del aura de presidente arrogante y desconectado de la realidad que le acompaña.
Aunque comenzó censurando los actos de violencia que se han vivido en las manifestaciones de los sábados desde la primera de ellas, el 17 de noviembre, Macron hizo un ejercicio de contrición antes de desgranar cuatro anuncios que deberían tener un impacto inmediato sobre los bolsillos de millones de franceses.
El salario mínimo -ahora de 1.498 euros brutos- subirá en cien euros; el alza de las cotizaciones se congelará para los jubilados con pensiones inferiores a los 2.000 euros; las horas extra no tributarán y se pedirá a las empresas que paguen a sus empleados una prima especial de fin de año, no sujeta a impuestos.
El presidente no rectificó en su decisión de suprimir el impuesto sobre la fortuna, pero dio el giro a la izquierda que muchos, incluso dentro de su propio partido, le estaban reclamando.
La dimensión de la revuelta que vive Francia, no tanto por el número de manifestantes sino por el grado de aceptación popular que tienen sus demandas, llevó a Macron a reconocer que se ha equivocado en las formas.
"He podido herir a algunos de vosotros por mis palabras", admitió, antes de juzgar comprensible la "cólera de la madre soltera o divorciada que ya no tiene vida ni los medios para cuidar a sus hijos (...), de los pensionistas modestos que han contribuido toda su vida y a los que, pese a la ayuda de sus hijos, no les alcanza".
Pese a todo, condenó con fuerza la violencia registrada en las protestas y aseguró que sus autores "no se beneficiarán de ninguna indulgencia".
Y finalizó su discurso, de trece minutos, con una alusión algo ambigua a la necesidad de abrir un debate nacional sobre la inmigración y de revisar el sistema de representación política para que se tenga en cuenta el voto en blanco, entre otras cuestiones.
Las primeras reacciones entre los grupos de "chalecos amarillos" que escucharon con atención las palabras del presidente fueron más bien críticas, con varios portavoces catalogando como "migajas" los anuncios de Macron.
Especialmente severo fue el líder de la izquierda radical, Jean-Luc Mélénchon, quien en una intervención nada más concluir la del mandatario pidió a la gente que vuelva a manifestarse masivamente el próximo sábado por quinta semana consecutiva.
"Todo lo que ha anunciado Macron será pagado por el pueblo, nada por los ricos. Ninguna de las reivindicaciones populares por una democracia más participativa ha sido tenido en cuenta", señaló el máximo dirigente de La Francia Insumisa.
Por su lado, la ultraderechista Marine Le Pen se felicitó en Twitter pues el presidente "renuncia a una parte de sus extravíos fiscales, pero rechaza admitir que es el modelo del cual él es el campeón lo que está siendo contestado".
Elegido para un mandato de cinco años con una mayoría en el Parlamento y sin elecciones de mitad de período, el trabajo de Macron estaría a salvo por ahora. Pero su capacidad para continuar con el ambicioso programa de reformas que ha establecido dependerá de la reacción del público ante su declaración del lunes en la noche.
"Dice que está cambiando, pero no debe volver a sus viejos hábitos dentro de unos meses", declaró Alain Bouche, representante de los chalecos amarillos, en la televisión BFM.
El movimiento de los chalecos amarillos comenzó con personas que vestían los chalecos de seguridad de sus autos para protestar por el aumento de los impuestos al combustible contemplado para enero. 
Luego se apoderó de las redes sociales y, a medida que ganaba impulso, los partidarios comenzaron a bloquear carreteras y depósitos de combustible.
A medida que las manifestaciones cobraron fuerza, las demandas de los manifestantes también cambiaron y se convirtieron en una reacción más amplia contra la caída del nivel de vida y el propio Macron.

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