PARÍS.- En
un esfuerzo por dar fin a la crisis de los ¨chalecos amarillos¨que
azota al país desde hace un mes, el presidente francés, Emmanuel Macron, instó
a las compañías a pagar a sus empleados una bonificación de fin de año
que no será gravada y eliminó los impuestos sobre las horas extra.
En
un comunicado emitido por la televisión y las cadenas radiales
francesas, Macron dijo que su país se encuentra en una encrucijada
histórica y reconoció su parte de responsabilidad por la ira que se
evidencia en las calles.
"En
muchos sentidos, siento que los chalecos amarillos tienen razón de
estar enojados", dijo en sus primeros comentarios públicos durante más
de una semana. Comentó que Francia se enfrenta a "un estado de
emergencia social y económica".
Consciente
de que el futuro de su mandato se juega estos días, el presidente
francés, Emmanuel Macron, dio hoy un golpe de timón social a su
presidencia con un discurso en el que atendió varias de las
reclamaciones de los "chalecos amarillos".
Un
Macron grave y solemne decretó en un discurso televisado el "estado de
emergencia económico y social" para anunciar medidas concretas que van
dirigidas sobre todo a los trabajadores y pensionistas más vulnerables.
Los
ataques de los "chalecos amarillos" se han centrado en la imagen de
"presidente de los ricos" que arrastra el jefe del Estado, sobre todo
después de que una de sus primeras decisiones fuese suprimir el impuesto
sobre la fortuna.
Por
eso, el reto para Macron en su alocución era desactivar ese estereotipo
y desprenderse de paso del aura de presidente arrogante y desconectado
de la realidad que le acompaña.
Aunque
comenzó censurando los actos de violencia que se han vivido en las
manifestaciones de los sábados desde la primera de ellas, el 17 de
noviembre, Macron hizo un ejercicio de contrición antes de desgranar
cuatro anuncios que deberían tener un impacto inmediato sobre los
bolsillos de millones de franceses.
El
salario mínimo -ahora de 1.498 euros brutos- subirá en cien euros; el
alza de las cotizaciones se congelará para los jubilados con pensiones
inferiores a los 2.000 euros; las horas extra no tributarán y se pedirá a
las empresas que paguen a sus empleados una prima especial de fin de
año, no sujeta a impuestos.
El
presidente no rectificó en su decisión de suprimir el impuesto sobre la
fortuna, pero dio el giro a la izquierda que muchos, incluso dentro de
su propio partido, le estaban reclamando.
La
dimensión de la revuelta que vive Francia, no tanto por el número de
manifestantes sino por el grado de aceptación popular que tienen sus
demandas, llevó a Macron a reconocer que se ha equivocado en las formas.
"He
podido herir a algunos de vosotros por mis palabras", admitió, antes de
juzgar comprensible la "cólera de la madre soltera o divorciada que ya
no tiene vida ni los medios para cuidar a sus hijos (...), de los
pensionistas modestos que han contribuido toda su vida y a los que, pese
a la ayuda de sus hijos, no les alcanza".
Pese
a todo, condenó con fuerza la violencia registrada en las protestas y
aseguró que sus autores "no se beneficiarán de ninguna indulgencia".
Y
finalizó su discurso, de trece minutos, con una alusión algo ambigua a
la necesidad de abrir un debate nacional sobre la inmigración y de
revisar el sistema de representación política para que se tenga en
cuenta el voto en blanco, entre otras cuestiones.
Las
primeras reacciones entre los grupos de "chalecos amarillos" que
escucharon con atención las palabras del presidente fueron más bien
críticas, con varios portavoces catalogando como "migajas" los anuncios
de Macron.
Especialmente
severo fue el líder de la izquierda radical, Jean-Luc Mélénchon, quien
en una intervención nada más concluir la del mandatario pidió a la gente
que vuelva a manifestarse masivamente el próximo sábado por quinta
semana consecutiva.
"Todo
lo que ha anunciado Macron será pagado por el pueblo, nada por los
ricos. Ninguna de las reivindicaciones populares por una democracia más
participativa ha sido tenido en cuenta", señaló el máximo dirigente de
La Francia Insumisa.
Por
su lado, la ultraderechista Marine Le Pen se felicitó en Twitter pues
el presidente "renuncia a una parte de sus extravíos fiscales, pero
rechaza admitir que es el modelo del cual él es el campeón lo que está
siendo contestado".
Elegido
para un mandato de cinco años con una mayoría en el Parlamento y sin
elecciones de mitad de período, el trabajo de Macron estaría a salvo por
ahora. Pero su capacidad para continuar con el ambicioso programa de
reformas que ha establecido dependerá de la reacción del público ante su
declaración del lunes en la noche.
"Dice
que está cambiando, pero no debe volver a sus viejos hábitos dentro de
unos meses", declaró Alain Bouche, representante de los chalecos
amarillos, en la televisión BFM.
El
movimiento de los chalecos amarillos comenzó con personas que vestían
los chalecos de seguridad de sus autos para protestar por el aumento de
los impuestos al combustible contemplado para enero.
Luego se apoderó de
las redes sociales y, a medida que ganaba impulso, los partidarios
comenzaron a bloquear carreteras y depósitos de combustible.
A
medida que las manifestaciones cobraron fuerza, las demandas de los
manifestantes también cambiaron y se convirtieron en una reacción más
amplia contra la caída del nivel de vida y el propio Macron.
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