WASHINGTON.- Robert Lighthizer
comparte con Donald Trump la intransigencia y la desconfianza hacia
China. Parco en palabras, este técnico de 71 años se ha convertido en un
hombre fuerte de Estados Unidos, decidido a doblegar a Pekín en las
negociaciones comerciales.
Una vez firmado el nuevo acuerdo de
libre comercio norteamericano entre Estados Unidos, Canadá y México, que
él mismo llevó con mano dura, el presidente Trump le encargó dirigir
las delicadas negociaciones con Pekín, una tarea que en un principio fue
encomendada al secretario de Comercio, Wilbur Ross, y el secretario del
Tesoro, Steven Mnuchin.
El título de director de la oficina del Representante de
Comercio de Estados Unidos le convierte en un miembro de pleno derecho
del "gabinete".
La oficina de comercio, que asumió en mayo de
2017, no es una novedad para este especialista en derecho comercial
internacional, ya que fue el número 2 durante la presidencia del
presidente republicano Ronald Reagan en la década de 1980.
Al
igual que Trump, Lighthizer considera que el libre intercambio de
productos tiene límites y defiende el "pragmatismo" en la política
comercial.
En sus negociaciones con China, el representante
estadounidense tiene objetivos claros: obligar al gigante asiático a
poner fin a sus prácticas comerciales tildadas de "desleales", en
referencia al "robo" de propiedad intelectual estadounidense, la
"transferencia forzada" de tecnologías o el "capitalismo de Estado", una
retórica usada habitualmente por el presidente republicano.
De lo contrario, los aranceles contra los productos chinos importados a Estados Unidos continuarán creciendo.
"La
tecnología es la ventaja más importante que tienen los estadounidenses,
somos innovadores, somos tecnológicamente excelentes", aseguró
Lighthizer recientemente en una rara entrevista con un medio de
comunicación de Estados Unidos. Y, no hay duda que no quiere perder
terreno en este área.
Este será el campo de batalla de las negociaciones, por lo que Lighthizer no se conformará con promesas. Querrá acciones.
A
diferencia de Trump, a quien le encanta acaparar el foco mediático, el
negociador es partidario del vivir en la sombra. Durante los más de 12
meses que se alargaron las negociaciones con Canadá y México, sus
apariciones fueron excepcionales; sus discursos, parcos, y sus
comunicados de prensa, destilados.
Como veterano en negociaciones
comerciales, pues ya participó en las reuniones con Japón en los años
1980, tiene la virtud de no hacer público lo que se cocina tras
bambalinas.
Lighthizer proviene de una familia adinerada de
Ashtabula, un importante puerto de Ohio para el transporte de carbón y
otros minerales a finales del siglo XIX. Pero con el tiempo, el declive
de este enclave forjó su escepticismo sobre la globalización y su dura
postura sobre el comercio, aseguraron a The New York Times fuentes
cercanas al negociador.
Padre de dos hijos, antes de ser
nominado a representante de comercio, Lighthizer fue socio del bufete de
abogados Skadden, donde durante más de 30 años fue especialista en
derecho comercial internacional.
De una estatura imponente y unos
penetrantes ojos azul-grisáceos, se le describe como un "gruñón", tanto
en público como en privado. "Es muy peculiar, a veces pomposo", dicen de
él funcionarios cercanos a las conversaciones comerciales entre Estados
Unidos, Canadá y México.
"Pero también es encantador y tiene un
gran sentido del humor", aseguraron estas fuente, que señalaron que es
"profundamente respetado por su gran inteligencia".
En el sitio
web de la oficina del Representante de Comercio de Estados Unidos se
elogia su experiencia en negociaciones comerciales, un litigante
veterano en favor de trabajadores, ganaderos, industriales y empresarios
estadounidenses. Un perfil que encaja a la perfección con el eslogan
del presidente Trump de "¡America First!", es decir, "Estados Unidos
primero".
Lighthizer se graduó y doctoró en la Universidad de Georgetown, donde se forma gran parte de la élite de Washington.
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