La esperada reunión de esta semana de la directiva de la Reserva
Federal estadounidense, la Fed, se ha decantado por lo que esperaban los
expertos y los mercados.
Es decir, por la puesta en marcha de un nuevo ritmo en la política monetaria y en concreto en las subidas de los tipos de interés que viene aplicando con ritmos diferenciados desde diciembre del año 2015, cuando abandonó el tipo 0% o lo situó en el 0,25%.
Es decir, por la puesta en marcha de un nuevo ritmo en la política monetaria y en concreto en las subidas de los tipos de interés que viene aplicando con ritmos diferenciados desde diciembre del año 2015, cuando abandonó el tipo 0% o lo situó en el 0,25%.
Desde aquella fecha, la Fed ha subido los tipos varias veces, siempre
en cuantías de 0,25%, una vez en el año 2016, tres en el año 2017 y
cuatro en el último año, cuando en diciembre situó los tipos en una
banda que oscila entre el 2,25% y el 2,50%, que es en donde ahora se
encuentran.
Para este año de 2019 la expectativa era de dos o tres subidas
adicionales. Pero la Reserva Federal ha analizado estos dos últimos días
la situación y no contempla seguir el ritmo frenético de subidas, sobre
todo el del año 2018, con las cuatro subidas de un cuarto de punto que
colmaron la paciencia del presidente Trump, hasta el punto de
inmiscuirse, algo no previsto en la normativa estadounidense, ya que el
máximo responsable de la Fed es independiente en sus tomas de decisión,
en las futuras actuaciones del banco central norteamericano.
Esta
intromisión ha podido tener una cierta influencia en el frenazo que
acaba de sugerir la Fed aunque parece indudable que hay otros motivos
serios que han ayudado a este replanteamiento.
La Fed, de momento, no se ha comprometido con nada, solamente ha
lanzado al aire un mensaje de flexibilidad, de nueva hoja de ruta. Esta
ya no cuenta con un calendario más o menos previsible de dos o tres
subidas adicionales de tipos dentro del año recién inaugurado, rumbo al
3%, como hace meses se temía.
La economía estadounidense no se encuentra en condiciones eufóricas
como para permitir una apuesta monetaria tan restrictiva, sobre todo
cuando la tasa de inflación, cuyo freno es el objetivo de las subidas de
tipos, no es ahora mismo una amenaza que obligue a mostrar energía en
la escalada de tipos.
Ese objetivo lo logró la Reserva Federal con su
enérgica sucesión de subidas de tipos de interés a lo largo del último
año y medio, nada menos que siete aumentos desde principios del año 2017
hasta el otoño del pasado año.
El máximo responsable de la Fed ha roto, con sus declaraciones de
esta semana, una senda que se temía siguiera al alza en los próximos
trimestres. La Bolsa y los agentes económicos han reaccionado de forma
positiva porque la estabilidad monetaria es ahora mismo una apuesta por
un crecimiento más sostenible y sin aceleraciones que provoquen espasmos
inflacionistas.
Al menos mientras se resuelven los conflictos de índole
global que amenazan en la actualidad al comercio mundial a causa del
enfrentamiento entre este país y China.
La desaceleración económica en Estados Unidos no es en modo alguno
preocupante, pero la escalada de tipos de interés puede inducir una
pérdida de competitividad a las exportaciones de este país, ya que el
dólar sufre presiones alcistas como consecuencia de los crecientes tipos
de interés.
Para Europa, el frenazo en la subida de tipos americanos
puede ser una buena oportunidad para poner un poco de orden en el
crecimiento de la economía global, que estaba debilitándose por
momentos.
(*) Periodista y economista español
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