PEKÍN.- Las
autoridades chinas podrían dejar de lado algunas reformas estructurales
y apostar por el crecimiento del PIB ante la amenaza de una
desaceleración de la actividad económica. "Cuando
tengamos que escoger entre reformas y crecimiento, esperamos que la
prioridad sea apoyar el crecimiento", considera Fang Gene, de la agencia
Moody's.
Ralentización
de la actividad manufacturera, de las ventas al por mayor (...) Varios
factores apuntan a que el crecimiento chino se está frenando y, según
los analistas, el gigante asiático probablemente no alcanzará su
objetivo de crecimiento del 6,5% en 2018.
Además,
"la economía china se encuentra en un momento de dificultades, el
problema de la deuda no ha sido resuelto y el impacto del aumento de las
tasas aduaneras en Estados Unidos justo ahora empieza a notarse",
recuerda el sinólogo Bill Bishop.
Según
este experto, tampoco hay que ser "demasiado pesimista para 2019".
"El
Partido Comunista hará todo lo que pueda para revitalizar la economía" y
los discursos oficiales "parecen confirmar que están previstas
múltiples medidas para estimularla".
No obstante, ¿seguirán aplicándose reformas estructurales? "Esta es la cuestión del billón de dólares", añade Bishop.
Tras
un crecimiento medio del 9,7% entre 1978 y 2015, el dinamismo de la
economía china se confronta a nivel interno con varios factores
estructurales: endeudamiento, envejecimiento de la población,
disminución de la reserva de mano de obra procedente de las regiones
rurales, contaminación atmosférica y el gran peso de las empresas
estatales.
Ante
una desaceleración de la economía, la reforma de estas empresas podría
verse relegada con el argumento de preservar los puestos de trabajo.
A
nivel externo, el crecimiento chino puede verse afectado por las
tensiones comerciales con Washington y el freno en las economías de los
países desarrollados.
La
guerra comercial con Estados Unidos "afectará el crecimiento en China y
el conjunto de Asia Oriental", afirman desde el gabinete Oxford
Economics.
Apple
explicó el miércoles que las tensiones comerciales y la ralentización
de la actividad ya habían afectado a los consumidores chinos y la
compañía de la manzana anunció una revisión a la baja de sus previsiones
trimestrales.
"El
desafío más urgente en China es mejorar su nivel tecnológico", defiende
Raymond Deng, del DBS Bank, quien considera que "reformar la oferta es
la mejor política para fortalecer la economía".
El
gobierno también debería "aumentar el consumo", "inyectar suficiente
dinero en la economía", "eliminar las empresas públicas" obsoletas...
Además,
afronta otros desafíos fundamentales en 2019: "el plan de reducción de
impuestos y el conflicto comercial sino-estadounidense", explica Zhu
Chaoping, estratega de JPMorgan Asset Management.
A
pesar de la elevada deuda pública, las autoridades chinas disminuyeron
el año pasado la presión fiscal, reduciendo en un punto el IVA, y los
contribuyentes también se beneficiarán este año de deducciones fiscales
en gastos relacionados con la educación, servicios sanitarios en caso de
enfermedades graves, préstamos inmobiliarios...
"Si
el plan de reducción fiscal es aplicado, como se espera, éste no sólo
aumentará los beneficios de las empresas y el consumo de las familias,
sino también podría mejorar la estructura económica", explica Zhu.
Según
Su Jian, profesor de Economía en la Universidad de Pekín, el apoyo al
consumo requiere una "mejor repartición" de la riqueza entre las
familias, además de unos mejores servicios públicos que sirvan para
disminuir el ahorro por precaución de las familias.
Además,
este economista recuerda que el PIB por habitante en China sólo
representa la octava parte de un ciudadano estadounidense.
"El margen de desarrollo aún es muy grande (...) el PIB puede crecer un 7% anual durante los próximos 20 años", asegura Su Jian.
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