WASHINGTON.- El
secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, ganó fama como
legislador acusando a su antecesora, Hillary Clinton, de ignorar las
advertencias de seguridad en Libia, con resultados mortales. Ahora, su
decisión de mantener a los diplomáticos estadounidenses en Venezuela
corre el riesgo de exponerlo a preocupaciones similares.
Poco
después de que el presidente Donald Trump reconociera el miércoles a
Juan Guaidó, jefe de la Asamblea Nacional, como líder legítimo de
Venezuela, Pompeo juró ignorar una orden del presidente Nicolás Maduro
de que los diplomáticos estadounidenses abandonaran el país antes de la
tarde del sábado.
Ahora,
la crisis de Venezuela y la decisión de respaldar la legitimidad a
Guaidó ante EE.UU. ponen a Pompeo en un aprieto: el gobierno de Trump ha
preparado movimientos potenciales que incluyen nuevas sanciones
económicas y designar al país como estado terrorista.
Sin
embargo, en este momento, dichos castigos estarían dirigidos a una
nación que, según EE.UU., está dirigida por Guaidó, el líder de la
oposición. Pompeo subrayó ese mensaje el jueves al ofrecer una modesta
ayuda humanitaria de 20 millones de dólares a un gobierno que, asegura, ha
reemplazado al "ahora desaparecido régimen de Maduro" en el país
económicamente devastado.
El
destino de la embajada estadounidense sigue siendo el foco inmediato de
las tensiones. Un funcionario del Partido Socialista de Maduro amenazó
con desconectar la electricidad del complejo de la embajada, y EE.UU.
advirtió a su personal que se mantenga cerca del vecindario de Valle
Arriba, donde se encuentra la sede diplomática, y evitar las protestas
callejeras.
Maduro ordenó el jueves el cierre de la embajada y los consulados de Venezuela en EE.UU.
A
pesar de la promesa de Pompeo de que los estadounidenses permanecerán
en su lugar, una opción que aún puede tomar es una "salida ordenada" del
personal no esencial y los familiares. Eso permitiría a Pompeo
argumentar que EE.UU. está manteniendo su misión en Venezuela, al tiempo
que reduce el número de diplomáticos considerablemente. Actualmente,
hay menos de 100 en el país.
El
tema es especialmente delicado para Pompeo debido a sus ataques a la
entonces secretaria de Estado Clinton por su manejo a los ataques
terroristas de 2012 en Benghazi, Libia, donde murieron cuatro
estadounidenses, incluido el cónsul.
Mientras
que la oficina de EE.UU. en Benghazi rara vez se usaba y apenas estaba
vigilada, la embajada en Caracas es prácticamente una fortaleza en la
cima de una colina. No obstante, los estadounidenses enfrentan riesgos y
dificultades potenciales si se quedan.
Para
algunos exfuncionarios del servicio exterior, el enfrentamiento en
Caracas hace eco de la crisis de rehenes en Irán de 1979-1981, cuando el
régimen revolucionario del país detuvo a más de 50 estadounidenses en
la embajada de EE.UU. en Teherán durante 444 días.
El
Departamento de Estado se negó a comentar el jueves sobre la situación
de seguridad o las consideraciones de Pompeo para comprometerse a
mantener abierta la embajada.
Entre las decisiones que quedan por tomar está el destino de los diplomáticos de Venezuela en EE.UU.
En
reciprocidad al movimiento de Maduro, la administración de Trump puede
expulsar a sus representantes e invitar a Guaidó a enviar su propio
equipo. Es parte del cálculo que EE.UU. debe hacer para respaldar el
reclamo de Guaidó a la presidencia y su control sobre el país, a la vez
que cerca a Maduro, quien aún mantiene su control sobre las palancas de
poder de Venezuela y retiene el respaldo de países como Rusia, China y
Turquía.
El
presidente ruso, Vladimir Putin, un aliado desde hace mucho tiempo y
patrocinador financiero de la Venezuela socialista, habló con Maduro el
jueves para expresar su apoyo continuo y su preocupación por la
intromisión de EE.UU. y demás países que han respaldado a Guaidó. "La
interferencia externa destructiva viola severamente las normas básicas
del derecho internacional", dijo Putin.
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