BUENOS AIRES.- Los bancos en Argentina lograron
sortear en 2018 la crisis cambiaria doméstica, muy lejos de la hecatombe
sufrida por las entidades financieras locales en 2001-2002, pero aún
deberán afrontar un horizonte complejo en este año que comienza.
El sector bancario fue puesto a prueba en los últimos meses, luego de
que a finales de abril se desatara una importante inestabilidad en la
plaza cambiaria que provocó una fuerte depreciación del peso argentino.
Con una inflación acelerada, el Banco Central estableció
una política monetaria contractiva con altas tasas de interés e
incrementó los encajes, la porción de los depósitos que los bancos deben
mantener inmovilizada para hacer frente al retiro de depósitos por
parte de sus clientes.
"Los shocks vividos en 2018
fueron un buen test para el sistema", dijo en un reciente encuentro con
periodistas Claudio Cesario, presidente de la Asociación de Bancos de
Argentina (ABA), que representa a los bancos de capital extranjero con
operaciones en el país suramericano.
Para Cesario, la
"buena noticia es que el sistema financiero demostró ser sólido,
solvente y líquido pero, sobre todo, demostró ser confiable" y quien
quiso retirar sus ahorros, lo pudo hacer.
"Quedó
claramente probado que el problema fue cambiario, no bancario, y que se
salió del mismo sin recetas del pasado como restricciones cambiarias o
la implementación de cepos", afirmó el titular de ABA en el encuentro.
Según datos del sector, la
morosidad de los clientes bancarios es del 2,3 %, mientras que la
rentabilidad del sistema ronda el 33 %, que, si bien es nominalmente
positiva, se vuelve negativa en términos reales por la elevada inflación
en Argentina (cerca del 47 % en 2018).
De acuerdo al
último informe sectorial del Banco Central, en octubre pasado el
sistema financiero local mostraba "niveles elevados de liquidez y
solvencia y baja morosidad".
Con todo, las
calificadoras de riesgo son cautelosas a la hora de evaluar a las
entidades y muestran sus reparos respecto a las perspectivas para 2019.
En un reciente informe, Moody's indicó que la alta inflación y la
recesión económica (una caída del PIB de 2,5 % en 2018 y en 1,5 % en
2019) "resultarán en una marcada contracción de la cartera de préstamos"
y un alza de los créditos en mora, aunque desde niveles bajos.
Sin embargo, según comentó Valeria Azconegui, analista senior de
Moody's, la perspectiva de la calificadora para los bancos en Argentina
es "estable" pues la alta liquidez de las entidades y el buen perfil de
financiación "ayudarán a contrarrestar los riesgos derivados de un
deterioro en la calidad de cartera, en los niveles de capital y en la
rentabilidad ajustada por inflación".
"La solvencia de los bancos se mantendrá sólida", aseveró Azconegui.
En tanto, según la perspectiva de Standard & Poor's (S&P), los
bancos en Argentina seguirán operando en los próximos trimestres bajo
condiciones económicas más adversas por la contracción del PIB (-0,8 %
en 2019, según S&P), una política monetaria restrictiva y tasas de
interés aún altas hasta que la inflación comience a retroceder.
"Esta situación ya está afectando el crecimiento del crédito en
términos reales y los indicadores de calidad de los activos", dijo la
calificadora en un reciente informe.
A mediados de
noviembre último, S&P decidió mantener a la industria bancaria
argentina en lo que denomina "grupo 8" (en una escala que va de 1 -menor
riesgo- a 10 -mayor riesgo-), pero, por el impacto del deterioro del
entorno económico, bajó la nota a la deuda de los bancos a B (inversión
altamente especulativa), desde B+.
Con todo, la
calificadora apuntó que el deterioro en los indicadores del sistema
bancario local se produce desde niveles "saludables" y resaltó que las
entidades están tomando medidas para contener las pérdidas.
"Esperamos que el sistema bancario siga siendo rentable, pero con una
mezcla de ingresos más en línea con la registrada en la administración
anterior y con mayores cargos por provisiones en respuesta al aumento de
la morosidad", pronosticó S&P.
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