sábado, 5 de enero de 2019

Los "chalecos amarillos" mantienen la presión en Francia contra Macron, que no cede


PARÍS.- Manifestantes franceses con “chalecos amarillos” marcharon en París y otras ciudades de Francia el sábado para hacer ver sus dificultades para llegar a fin de mes, un día después de que el gobierno del presidente Emmanuel Macron endureció su postura contra ellos. La gran cuestión es si la nueva oleada de manifestantes bastará para mantener el pulso con el Gobierno.

A dos meses del comienzo de los bloqueos de carreteras y manifestaciones callejeras a veces violentas en París, los chalecos amarillos intentaron inyectar nueva fuerza a un movimiento que se debilitó durante las vacaciones de fin de año.
Sacudido por los disturbios, el gobierno de Macron comenzó el nuevo año a la ofensiva, calificando a quienes se manifiestan como agitadores que buscan derrocar al gobierno. La policía detuvo el miércoles por la noche a una de las figuras destacadas del movimiento.
Pese a los incidentes, y al contrario que en movilizaciones anteriores, las dos concentraciones principales previstas en la capital habían sido debidamente declaradas y autorizadas por las autoridades: una primera desde la avenida de los Campos Elíseos y que acabó confluyendo con otra que, partiendo de la plaza del Ayuntamiento, atravesó el río Sena en un intento de llegar hasta la Asamblea Nacional.
A primeras horas de la tarde del sábado, varios miles de manifestantes con chaquetas reflectantes marcharon pacíficamente desde el bulevar de los Campos Elíseos hasta el centro de París.
Algunos cantaron el himno nacional, “La Marsellesa”, otros agitaron pancartas que decían “¡Macron, renuncia!” y “Abolir los privilegios de la élite”. Los grandes almacenes Galeries Lafayette cerraron brevemente, pero las boutiques y restaurantes de lujo estaban en general abiertos.
El impulso ha sido el malestar entre los trabajadores y la clase media-baja por el menor poder adquisitivo y la creencia de que Macron es sordo a las necesidades de los ciudadanos y que promulga reformas que favorecen a los ricos.
“No tienen derecho a dejarnos en una mierda como esta”, dijo el manifestante Francois Cordier. “Estamos hartos de tener que pagar todo el tiempo, hemos tenido suficiente de esta esclavitud. Deberíamos poder vivir con nuestros salarios”.
Los muelles del Sena, cerca del Ayuntamiento de la capital, se convirtieron en un intercambio de proyectiles y gases lacrimógenos entre un millar de agentes y manifestantes.
En el bulevar Saint Germain, elementos radicales que no portaban el chaleco amarillo levantaron y prendieron fuego a barricadas ante la mirada atónita de los turistas.
Algunos de sus líderes más emblemáticos (y más controvertidos), como Priscilla Ludosky o Eric Drouet, rechazan el gran debate nacional propuesto por Macron para abordar las heterogéneas reivindicaciones de los chalecos amarillos y reclaman una verdadera negociación.
Miles se reunieron en Burdeos en el sudoeste, en Rouen en el norte y en Marsella en el sureste, pero la convocatoria pareció mucho menor a la participación en las primeras semanas de las protestas. También en Montpelier.
"Sabemos que los chalecos amarillos están ahí. Son los medios (de comunicación) los que minimizan el movimiento para desanimar a las personas que quieren participar y dar una imagen no muy positiva del movimiento para disuadirlos de que salgan a la calle", se lamentó durante la manifestación Priscillia Ludosky, portavoz de los chalecos amarillos.
Ludosky se mostró satisfecha con la respuesta de los chalecos en esta nueva jornada de protestas.
 "Tenemos todavía cosas que decir y esto no ha acabado. Continuaremos hasta que nos propongan algo más constructivo", advertía la portavoz de este movimiento, después de hacerse selfies con los manifestantes que se lo pedían.
Marc, un jubilado contagiado por esta "fiebre amarilla" que recorre el país, se puso el sábado el chaleco amarillo para protestar contra los recortes de las prestaciones sociales llevados a cabo por Macron para "satisfacer sus ambiciones europeas", según él.
Para Nelly, una parada y madre de cinco niños del departamento de Loiret, al sur de París, era el cuarto sábado que acude a la llamada de los chalecos amarillos. Y seguirá haciéndolo, aseguró, todas las veces que sea necesario. “Esto acabará cuando (el presidente) nos dé lo que queremos. Esto no se va a calmar”, advirtió
"Macron no ha respondido a nuestras demandas y volveremos tantas veces como haga falta", advierte Stephanie, un joven francesa que trabaja en un fábrica y que asegura tener problemas para "llegar a mediados de mes" con su salario. Stephanie condena el intento del Gobierno de demonizar al movimiento.
"Dicen que nos hemos radicalizado, que somos antisemitas, homófobos, pero no, solamente tenemos hambre y queremos vivir", explica esta joven, que en en la espalda de su chaleco amarillo ha escrito este mensaje al presidente: "Manu, ¿no nos escuchas? Entonces, vamos a gritar más fuerte".
 El saldo de detenidos al final del día ascendió a 103, 101 continúan bajo custodia.

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