Mientras los socorros, médicos. y alimentarios que envía Estados
Unidos a la colombiana Cúcuta, fronteriza de la ciudad venezolana de
Táchira, permanecen bloqueados, de un día para otro, por el simbiótico
Ejército de un Nicolás Maduro, indiferente y causante de la catástrofe
humanitaria a la que ha llevado a la muy rica Venezuela, con sus casi
infinitas riquezas naturales en hidrocarburos y oro.
Inversamente proporcional a las carencias en que viven sumidas las
mayorías del país, son las inmensas fortunas acumuladas por cómplices,
servidores y amigos del régimen, tanto en el mundo civil y la esfera de
los negocios, especialmente los originados en la explotación y tráfico
de los hidrocarburos como en todo lo atinente a la preservación del
status quo político y social.
Desde todo ello ello, especialmente por
vía de lo último, se explica la excepcional acumulación de dinero en el
estamento militar; lo cual, a su vez, orienta sobre la certeza que
parece mostrar Maduro en el comportamiento del alto mando castrense ante
situaciones como las que ahora cursan, con los envíos asistenciales
norteamericanos.
A esa misma clave con fondo de petróleo parece corresponder la razón
última de las recaladas del “hijo” de Chávez en Estambul, de vuelta de
sus periplos globales por Moscú y por Pekín. A lo que quizá se añada
pronto otra parada en el Vaticano, toda vez que acaba de señalar su
deseo de ser recibido por el Papa…
Pero en tanto decide pedir la intercesión del Santo Padre, pudiera
llegar la muerte de muchos de los enfermos venezolanos que esperan por
Táchira, al otro lado del puente con Colombia, que los jefes militares
que sirven a Maduro consigan el permiso de éste para les lleguen los
fármacos que les envía el presidente Trump, en un remedo del Plan
Marshall.
(*) Periodista y abogado español
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