Limitando con la tragedia, el drama nacional de Venezuela se condensa
a estas horas en el destino de la ayuda que espera, con urgencia
especial en sus contenidos médicos, hospitalarios, como puntas de
urgencia entre el caos de los desabastecimientos y carencias de todo
orden que conforman el fracaso de en la gestión de las necesidades
sociales y económicas de Venezuela, como subrayado material de las
fundamentales carencias de libertad política en que se ha resuelto el
régimen chavista; muy aceleradamente desde la llegada al Poder de
Nicolás Maduro.
Aunque la clave de las carencias en lo económico se
vinieron a establecer ya en tiempos de Hugo Chávez, con errores de mucho
bulto, como fue el progresivo arrumbamiento de capacidades con la
dejación y abandono del trabajo en menesteres de rentabilidad
incuestionable, cegados los responsables por el brillo de las rentas del
petróleo, oscurecidas con los choques sucesivos del precio del barril.
Huida la opulencia, perdida la inercia de los tiempos de esplendor, no
se dispuso del orden y la disciplina a los que recurrir, aunque sí hubo
desviación sostenida hacia el despilfarro y la corrupción económica.
En plazos relativamente cortos se esfumó la prosperidad venezolana,
levantada un día sobre los inmensos manantiales energéticos de la cuenca
del Orinoco, hasta llegar al caos económico y la devastación social
subsiguiente, ahondada por la confusión ideológica alentada por el peso
interesado del castrismo, que tomó asiento en el control de los resortes
del Estado, de lo cual ha sido Nicolás Maduro, formado en los “Talleres
Revolucionarios” de la Habana, el más representativo de sus exponentes
históricos y políticos.
Desde tal entramado de condiciones no podía resultar de otro modo la
arribada venezolana al escenario de ahora mismo. Con una sociedad de
mayorías arruinadas por el hambre y las carencias sanitarias más
apremiantes y esenciales; Fuerzas de Orden suplidas por milicias
de corte sovietizante, y unas FF.AA. de rostro ideológico menos que
misterioso, sometidas a un Gobierno políticamente quebrado, del que se
ignora como va a reaccionar ante la entrada en Venezuela de la ayuda
médicamente sanitaria y genéricamente humanitaria que espera por las
fronteras del país. Principalmente la de Colombia.
El silencio del
Ejército, como en título de este texto se dice, es “pavoroso”. Sus
consecuencias pueden serlo también.
(*) Periodista y abogado español
No hay comentarios:
Publicar un comentario