Hans Blix (Upsala, 1928) es un veterano diplomático sueco que durante su
larga carrera en el ámbito de la política internacional ha desempeñado
muy diversas funciones.
Durante 16 años fue el responsable de la Agencia
Internacional de la Energía Atómica, donde obtuvo uno de los mayores
éxitos de su carrera al contribuir a la desnuclearización de la
República Sudafricana, que en 1993 destruyó seis armas nucleares y
paralizó la construcción de una séptima, tras firmar el Tratado de No
Proliferación de Armas Nucleares.
Pero cuando saltó a las primeras páginas de los medios de
comunicación fue tras ser nombrado jefe del equipo de inspectores de la
ONU que había de controlar las condiciones del desarme impuesto a Irak
tras la llamada “Primera Guerra del Golfo” (la invasión de Kuwait por
Sadam Husein).
Durante 2002 la comisión inspectora que él dirigía revisó todas las
instalaciones iraquíes que pudieran ser capaces de contribuir a la
construcción de armas de destrucción masiva. Las reiteradas inspecciones
no lograron descubrir nada que confirmara las insistentes sospechas de
los Gobiernos británico y estadounidense. Los sucesivos informes de la
comisión contradecían las mentiras y falsas pruebas con las que EE.UU. y
sus aliados pretendían encontrar una razón para invadir Irak.
Hans Blix ha declarado recientemente que EE.UU. no buscaba
desnuclearizar Irak sino derribar a sus gobernantes. Se amenazó a los
inspectores de la ONU para que “no declarasen la inexistencia de armas
de destrucción masiva, so pena de ser desacreditados en el Consejo de
Seguridad”. (El mismo Consejo ante el que Colin Powell protagonizó en
febrero de 2003 aquella vergonzosa sesión basada en suposiciones sin
pruebas que sí le desacreditó para siempre).
En 2003 se inició la ansiada guerra y ni siquiera las tropas
invasoras pudieron descubrir nada que incriminara al derribado Gobierno
iraquí en la fabricación de armas nucleares. La prensa de EE.UU. desató
una campaña de desprestigio del diplomático sueco, lo que a la larga
solo puso de relieve su estricta profesionalidad al servicio de Naciones
Unidas.
En una reciente entrevista, Hans Blix ha condensado algunos aspectos
de su larga trayectoria política volcada en gran parte en el control del
armamento nuclear mundial. Al ser preguntado sobre su idea y el papel
que la diplomacia puede jugar en el mundo actual, declaró que su
“reflexión general tras una larga vida en la diplomacia es una a la que
vuelve constantemente: la importancia de evitar la humillación”.
La esencia de la diplomacia, afirma, es: “Primero, mejorar las
relaciones entre los Estados y los grupos, hacerlas mejores y más
provechosas. Segundo: evitar los obstáculos, evitar toda exacerbación y
conflictividad. Y tercero: cuando surgen los conflictos, mitigarlos,
reducirlos y resolverlos. Aunque he de aceptar que no todos los
conflictos pueden ser resueltos diplomáticamente”.
Pero insiste que en todo caso no se debe humillar al adversario, pues
no se logra nada con ello y solo se le hace más irritable. Cuando se
trata de alcanzar soluciones hay que evitar el vocabulario cargado de
segundos significados y utilizar conceptos neutros: “En las relaciones
humanas, la humillación es muy peligrosa”.
Concluye afirmando: “La diplomacia es una actitud fundamental ante la
vida. Es una filosofía que afirma que todos podemos vivir juntos. Nunca
hay que humillar a nadie, jamás”.
Las reflexiones del nonagenario diplomático son más que nunca
necesarias allí donde el enfrentamiento político conduce a utilizar
calumnias, insultos, bromas de mal gusto y desplantes proferidos en las
sedes parlamentarias que deberían ser, precisamente, los templos de la
diplomacia política donde esforzarse en poder “vivir juntos”.
De
momento, nuestros parlamentarios parecen ignorar esta idea, largamente
elaborada por quien mucho ha observado, y a menudo aprietan el
acelerador de los insultos denigrantes hacia quienes mantienen opiniones
distintas.
(*) General de Artillería en la Reserva y Diplomado de Estado Mayor en España
No hay comentarios:
Publicar un comentario