PARÍS.- Emmanuel Macron aplicó el viejo proverbio: no hay que desperdiciar una buena crisis. Las
relaciones con Italia han pasado de malas a tóxicas y el presidente
francés ha tomado medidas sin precedentes al llamar a consultas a su
embajador en Italia. Este es el tipo de desencuentro diplomático que
usualmente no ocurre entre grandes estados de la UE.
El objetivo es
avergonzar a Luigi Di Maio, el viceprimer ministro italiano y líder del
movimiento antisistema 5 Estrellas, quien descaradamente se reunió con
varios representantes de los chalecos amarillos en suelo francés.
Aunque
también es una forma, exenta de riesgo, de afirmarse en el escenario
internacional, una oportunidad útil ya que trata de recobrar la
iniciativa política del movimiento de los chalecos amarillos antes de
las elecciones del Parlamento Europeo este año. No hace daño invocar un
poco de orgullo nacional cuando se compite por la atención que está
recibiendo un movimiento populista.
También se ha retirado de la
Conferencia de Seguridad de Munich en febrero, por las tensiones con
Alemania, y se enfocará en Francia. La principal preocupación de Macron
es volver a concentrarse en el proyecto de recomposición de la economía
tambaleante de Francia, al abarcar el alto gasto, los impuestos altos y
los trámites burocráticos. Las protestas nacionales han dificultado la
ejecución de estas tareas.
Su
malestar parece justificado tras las provocaciones frecuentes de Di
Maio hacia el presidente francés. Después de acusar a Francia de
explotación colonial en África a través de monedas locales sujetas al
euro, y de incentivar a los chalecos amarillos a "continuar" las
violentas protestas contra las políticas de Macron, Di Maio se reunió
personalmente con una parte del grupo.
Aparentemente era un esfuerzo por
crear una relación política futura en el Parlamento Europeo si los
chalecos amarillos llegasen a convertirse en un movimiento. El objetivo
deliberado era encolerizar a Macron.
Al
responder con tanta fuerza diplomática, Francia ha logrado poner a
Italia en una situación incómoda por las acciones de Di Maio, según
Jean-Pierre Darnis, asesor del laboratorio de ideas IAI. Queda claro que
Matteo Salvini -líder de la Liga de derechas y compañero de Di Maio en
la coalición populista que gobierna- ofreció rápidamente a París entrar
en diálogo.
Salvini se ha quejado de Francia en el pasado, en particular
sobre su hipocresía sobre la inmigración, pero es posible encontrar una
salida a la crisis.
Francia
e Italia tienen muchos negocios y el comercio anual entre los dos
países asciende a 77.000 millones de euros (87.000 millones de dólares). Esto no
debería verse afectado por la riña diplomática, dice Lorenzo Codogno,
antiguo economista jefe del Tesoro de Italia.
Mientras
tanto, Macron tratará de utilizar el incidente para recobrar la
iniciativa nacional en un momento en que el apoyo público a los chalecos
amarillos sigue siendo alto, la economía francesa está desacelerándose y
el movimiento Agrupación Nacional de Marine Le Pen está encabezando las
encuestas de la elección europea.
La credibilidad del gobierno de
Macron recibió un fuerte golpe el año pasado cuando la violencia se
apoderó de las calles, obligándolo a desactivar la política sobre
aumento tributario y los cerca de 11.000 millones de euros adicionales
(12.500 millones de dólares) en concesiones presupuestarias.
Esta situación
condenaba a Francia a incumplir su límite de déficit en la UE en 2019,
otra debilidad explotada por los italianos. La Comisión Europea recortó
el jueves el crecimiento del PIB de Francia, pasando de 1,6 por ciento a
1,3 por ciento.
Macron
se está arrastrando de vuelta desde sus bajísimos índices de
aprobación. A través de un gran debate sobre la economía pretende
aumentar el apoyo a su reforma y está dispuesto a neutralizar el
atractivo político de los chalecos amarillos. Más de dos tercios de los
franceses quieren una especie de referendo sobre las conclusiones del
debate, según una encuesta de YouGov, una idea que Macron está
contemplando.
El presidente francés aún considera que el país necesita una medicina
económica fuerte. Sin embargo, no es seguro que lo logrará. Su meta para
2022 de eliminar casi todo el déficit presupuestario parece difícil de
cumplir, de acuerdo con Marc de Muizon, economista de Deutsche Bank.
El
índice francés deuda-PIB no está lejos del 100 por ciento -donde se
ubicaba Italia hace una década- y su déficit no se está reduciendo, se
está expandiendo. Con esta presentación del escenario, pueden ahora
entender este pequeño episodio del teatro político.
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