HANOI.- El presidente estadounidense, Donald Trump, y el líder norcoreano, Kim
Jong Un, volverán a verse las caras este miércoles en Hanoi tras su
cumbre del pasado junio en Singapur y si en aquella ocasión lo histórico
del encuentro ya era un logro en sí mismo, ahora son pocas las
expectativas de que de esta segunda cita salgan grandes anuncios, más
allá de algunos gestos simbólicos.
Trump ha llegado este martes a Hanoi, donde participará durante los dos próximos días en su segunda cumbre con el líder norcoreano, Kim Jong-un, quien ya se encontraba en la capital vietnamita tras un largo viaje por tren y carretera desde Pionyang.
El avión presidencial Air Force One aterrizó a las 20:54 (13:54 GMT)
en el aeropuerto internacional de Hanoi, después de un vuelo de más de
20 horas que incluyó dos paradas de repostaje, en el Reino Unido y en Qatar.
La agenda de Trump comenzará este miércoles con varias reuniones
con las autoridades vietnamitas, y su cumbre con Kim arrancará a última hora de la tarde, con una cena de trabajo privada con el líder norcoreano.
Trump no hizo declaraciones a la prensa al bajar del avión, y únicamente intercambió unos breves comentarios con la delegación vietnamita
que fue a recibirle al aeropuerto, liderada por el ministro de
Exteriores, Pham Binh Minh. A continuación, se subió a su limusina
blindada, conocida popularmente como La Bestia,
para dirigirse hacia su hotel en Hanoi, por una autopista iluminada en
algunos tramos por farolas decoradas con las banderas de Estados Unidos,
Corea del Norte y Vietnam.
Trump llegó a Hanoi diez horas después que Kim, quien cruzó a primera hora la frontera entre China y Vietnam en su tren blindado,
después de tres días de viaje desde la capital norcoreana. El resto del
viaje lo hizo en una limusina que lo trasladó hasta Hanoi por una
carretera que había sido previamente cerrada al tráfico.
Kim evitó cualquier aparición en público en la capital vietnamita, y
únicamente se desplazó a la embajada norcoreana en Hanoi nuevamente
escoltado por un pequeño ejército privado, mientras la agenda de su
primera visita a Vietnam se mantenía en secreto.
De la cumbre de Singapur salió una declaración
conjunta de contenido ambiguo en la que además del compromiso con
normalizar las relaciones entre los dos países Corea del Norte se
comprometió a avanzar hacia la completa desnuclearización de la
península de Corea. Tras ello, Trump no dudó en defender que “ya no hay amenaza nuclear por parte de Corea del Norte”.
Sin embargo, como ha reconocido el enviado especial de Estados Unidos para Corea del Norte, Stephen Biegun, los países no comparten definición en cuanto a lo que es la desnuclearización.
En el caso de Washington, el deseo es que tenga como resultado el fin
del programa armamentístico nuclear norcoreano, mientras que Pyongyang
entiende que la desnuclearización de la península también incluiría la
salida de las tropas estadounidenses de Corea del Sur.
Además, como se han encargado en recordar estos días los expertos,
Pyongyang sigue sin dar pasos hacia este objetivo. Más allá de su
moratoria autoimpuesta de no llevar a cabo ensayos nucleares y de
misiles de largo alcance, “no ha parado su programa nuclear o de misiles”, señala en un artículo el ‘think-tank’ IISS.
Según denuncia este organismo, en las instalaciones de Yongbyon se
habría producido en el último año hasta 8 kilos de plutonio y 150 kilos
de uranio altamente enriquecido con los que Corea del Norte podría
“añadir de cinco a siete cabezas nucleares a su arsenal existente, que
se estima en entre 20 y 60 cabezas”.
Para Paul Haenle, director de Carnegie-Tsinghua Center, “llegar
a un entendimiento sobre qué conlleva realmente la desnuclearización
aclararía si los dos países quieren el mismo resultado a largo plazo”.
En cualquier caso, añade en un artículo de este centro de estudios con
sede en Pekín, Trump no puede acudir a esta cumbre dando por válida su
declaración de que Corea del Norte ya no supone una amenaza nuclear.
Por otra parte, dado que son muchos, incluidos altos cargos
estadounidenses, los que no creen que Pyongyang acceda a una
desnuclearización completa, además de seguir presionando en esta línea
“se debería comenzar a pensar en un plan B”, defiende Robert Einhorn,
experto en armas y no proliferación de Brookings Institute.
En este
sentido, apuesta por que Washington haga propuestas para verificar la
voluntad de Corea del Norte de “alcanzar una desnuclearización completa y
verificable en un plazo cerrado y a un precio aceptable” y defiende que
sean “razonables” y reconozcan que el proceso será “paso a paso, con
beneficios recíprocos”.
Y ante la dificultad de que haya un compromiso de Pyongyang para una desnuclearización total a corto plazo, apuesta por un “acuerdo interino” que impida a Corea del Norte seguir avanzando en sus programas nuclear y de misiles,
mientras que Estados Unidos y sus aliados “desarrollan y despliegan
respuestas efectivas a la amenaza norcoreana” al tiempo que se reduce la
“posibilidad de una vuelta al fuego y la furia” en la relación con el
régimen norcoreano.
Uno de los principales puntos de fricción en los meses transcurridos
desde Singapur ha sido la insistencia de Washington de mantener las
sanciones impuestas sobre Corea del Norte hasta que haya avances
concretos.
Sin embargo, Biegun ha dado a entender recientemente que Washington es consciente de que debe haber una cierta flexibilidad en ese aspecto y podría hacer algunas excepciones en lo relativo al complejo industrial de Kaesong o la cooperación ferroviaria entre las dos Coreas, apuntan los expertos.
También se ha especulado con la posibilidad de que Trump y Kim
anuncien el fin de la guerra entre ambos países, que técnicamente aún
siguen enfrentados pese a que la guerra de Corea concluyó en 1953 con un
armisticio.
“Si un anuncio del fin de la Guerra de Corea
produjera concesiones norcoreanas significativas como la suspensión, o
aún mejor, el desmantelamiento de varios elementos de su programa
nuclear, la Administración Trump habría obtenido un trato que merecería la pena”, sostiene el IISS.
No obstante, considera que pese a que esta segunda cumbre podría ser
una buena oportunidad para “establecer una hoja de ruta y un calendario
de negociación”, la falta de preparativos de la misma probablemente
tenga como resultado “solo añadidos cosméticos menores a la ambigua y en
gran medida aspiracional declaración emitida tras la cumbre de
Singapur”.
Tanto Trump como Kim quieren regresar a sus países con “concesiones
simbólicas” de la otra parte que les permitan dar la cara ante sus
ciudadanos, sobre todo en el caso del presidente estadounidense, que ya
está en campaña para su reelección en 2020, resalta el IISS. En el caso
de Kim, añade Haenle, “necesita aliviar las sanciones para impulsar el
desarrollo económico” de Corea del Norte.
Por otra parte, el director del Carnegie-Tsinghua Center advierte de
que Trump debe tener cuidado de no “hacer ninguna concesión que pueda
perjudicar los intereses de Seúl y Tokio sin consultarles primero”,
después de que en Singapur anunciara la suspensión de maniobras
conjuntas con Corea del Sur sin haber avisado previamente a este país.
“Kim ha mostrado una habilidad en explotar las brechas entre
Washington, sus aliados y otros socios como Pekín para su propio
beneficio“, subraya Haenle. “Si Trump puede contenerse de hacer
compromisos que no hayan sido comunicados de antemano, puede evitar
caer de nuevo en esta trampa”, añade el experto.
Un advertencia en la que coincide el IISS. “Existe el riesgo de que
el deseo de la Administración Trump de demostrar progresos al electorado
estadounidense, combinado con una aversión instintiva a los compromisos
militares exteriores, pueda llevar a ofrecer concesiones que en último
término pongan en peligro la seguridad de Corea del Sur y la región”,
previene en su artículo.
A este ‘think-tank’ le preocupa particularmente que Trump pueda
anunciar la retirada de las tropas estadounidenses apostadas en Corea
del Sur, si bien reconoce que esto parece improbable habida cuenta de
que Washington y Seúl han cerrado un acuerdo este mismo mes sobre la
financiación de la presencia militar en el país asiático.
Kim llegó este martes por la mañana a Hanói tras un viaje de 3.000
kilómetros en tren desde Pyongyang que le ha llevado tres días y cuyo
último trayecto ha completado en coche, mientras que Trump aterrizó a
última hora de la tarde.
Está previsto que ambos mantengan un cara a cara el miércoles por la
noche seguido de una cena de trabajo a la que ambos estarán acompañados
por dos invitados e intérpretes, según ha explicado la portavoz de la
Casa Blanca, Sarah Sanders, a la prensa que viaja con el presidente en
el Air Force One. El jueves está previsto que ambos vuelvan a reunirse
de nuevo.
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