ARGEL.- Decenas de miles de personas volvieron a salir por cuarto viernes consecutivo a las calles de las principales ciudades de Argelia pese a la decisión del presidente del país, Abdelaziz Bouteflika, de renunciar a un quinto mandato, aplazar las elecciones presidenciales y poner en marcha un periodo de transición.
Hermanados en torno al grito “el pueblo quiere la derrota del régimen”,
los manifestantes desbordaron de nuevo las calles de la capital
argelina en un ambiente festivo y familiar en el que instaban a las
fuerzas de seguridad a unirse a la protesta.
Cientos de policías, unidades antidisturbios y agentes de las
servicios secretos les escucharon en calma y aceptaron los caramelos y
las flores que les ofrecían los ciudadanos al grito de “quitaos la gorra y venid”, sin que en ningún momento hicieran siquiera el amago de intervenir.
Ni siquiera cuando a los tradicionales cánticos del último mes se sumó un nuevo “poco a poco, hasta (el palacio presidencial) de Muradía”, situado en el parte alta de la capital y fuertemente vigilado.
“Desde los años setenta hemos salido. Ahora son los jóvenes los que
(protestan por) una especie de hartazgo general. Esta juventud ha dicho
no y nosotros evidentemente les apoyamos”, dijo Samia una
ceramista de 52 años.
“Será muy difícil (conseguir un cambio), no se logra de la noche a la
mañana, será un largo combate”, añadió con optimismo Samia, para quien
el pueblo argelino “es capaz. Sobre todo los jóvenes y las antiguas
generaciones les apoyan”.
A su lado marchaban miles de esos jóvenes, pero también familias,
parejas, ancianos y niños, una amplia representación de un país en el
que el 40 por ciento de la población es menor de 25 años y que está
gobernado por una gerontocracia a la que se acusa de inmovilismo y
corrupción.
“El pueblo es consciente de la banda tramposa, vete sin acuerdo” o “No hay confianza, Bouteflika, no dejaremos que te prolongues” eran lo lemas que algunas de la muchas e imaginativas pancartas que inundaron Argel y otras ciudades del país.
“Son las mismas caras. Ya estamos hartos de ellos, que se vayan
todos. Queremos un nuevo gobierno con nueva gente, que lo entiendan”,
dijo un joven respecto a los sucesos ocurridos en la última
semana.
El lunes, en un mensaje atribuido a él mismo, Bouteflika, de 82 años y
gravemente enfermo desde 2013, anunció su renuncia a la reelección en
las elecciones presidenciales del 18 de abril y el aplazamiento estas,
tal y como se le exigía desde que las manifestaciones arrancaron, el
pasado 22 de febrero.
En el mensaje se ordenaba, asimismo, la apertura de un periodo de
transición sin fecha límite tutelado por un gobierno de concertación y
la creación de una “Conferencia Nacional” que buscaría un nuevo
candidato.
Un plan en el que la pieza angular es el antiguo ministro de
Interior, Nouredin Bedaui, elegido nuevo jefe de gobierno, y que para la
mayoría de los argelinos no supone más que “una maniobra del régimen“, apoyada desde el exterior, para mantener sus privilegios y no pagar por sus desmanes.
“Macron ocupate de tus chalecos amarillos. Esto es Argelia“,
se leía en una pancarta en alusión a la decisión del presidente
francés, Enmanuel Macron, de apoyar públicamente el plan establecido en
el mensaje atribuido a Buteflika.
“Quiero decir a Macron y a EEUU que nuestras manifestaciones son
espontáneas y pacíficas. Déjennos en paz, es nuestro país, somos un
pueblo unido y queremos una república nueva”, explica Faiza
Musuni, miembro de una familia que combatió durante la guerra de la
Independencia (1954-1962) y cuyo suegro “fue torturado hasta la muerte”
por las fuerzas de ocupación francesas.
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