SANTIAGO.- Venezuela precisará entre
60.000 y 70.000 millones de dólares de inyección financiera para echar a
andar el país sumido en una de las peores crisis de su historia,
calcula la oposición.
Bajo la égida del economista Ricardo
Hausmann, representante ante el Banco Interamericano de Desarrollo de
Juan Guaidó, el líder opositor reconocido como presidente interino por
más de 50 países, la oposición ha pergeñado un plan para "generar un
círculo virtuoso, que permita restablecer el funcionamiento de la
economía (...) y empezar a crecer", dijo el venezolano Miguel
Angel Santos, director de investigación aplicada del Centro para el
Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard.
Santos, que participó en Santiago en un debate sobre el
futuro de Venezuela organizado por la Universidad Andrés Bello, desgranó
que el plan de la oposición, de cuatro pilares, pasa por solicitar
"asistencia masiva" a la comunidad internacional entre donaciones y
préstamos, restablecer los mecanismos de mercado, abrir Petróleos de
Venezuela a la inversión extranjera y reestructurar de manera "agresiva"
la deuda con los acreedores.
El equipo de Guaidó espera recurrir a
un fondo extraordinario del Fondo Monetario Internacional (FMI) para
catástrofes y situaciones bélicas que podría ascender a entre
"60.000-70.000" millones de dólares, así como a donaciones de países
amigos para echar a andar la economía que ha perdido casi la mitad del
PIB en los últimos cinco años, explicó Santos, que fue jefe del equipo
macroeconómico del opositor Henrique Capriles en 2012 y que trabaja
actualmente con Hausmann.
Además de fomentar las importaciones de
materias primas y repuestos y de bienes terminados para reactivar la
producción -prácticamente paralizada-, el equipo económico de Guaidó
contempla un "programa de transferencias en efectivo para las familias".
Santos afirma que llevan tiempo trabajando en un plan para
salvar a Venezuela.
"Gracias a eso la oposición venezolana tiene un
plan", que es mérito, dice, de Ricardo Hausmann, que ya trabaja con las
agencias multilaterales y hace gestiones con los eventuales donantes y
controles sobre los activos y las cuentas bancarias del gobierno en el
extranjero, a raíz de las sanciones impuestas por la comunidad
internacional a los representantes del gobierno de Maduro.
Con
una deuda de unos 150.000 millones de dólares, dos veces el PIB
venezolano, según un recuento realizado por los economistas, a falta de
cifras oficiales, Venezuela necesitaría dedicar seis años de sus
exportaciones petroleras, que representan el 96% de los ingresos del
país, para saldar la deuda.
La producción petrolera ha pasado de
los 3,2 millones de barriles diarios hace una década a poco más de 1
millón en la actualidad.
Venezuela integra el grupo de 10 países
que ha sufrido un mayor descalabro de la producción y de las
importaciones desde 1950. "Es el único país en las dos listas", lamenta
Santos.
Del 2014 al 2016 las importaciones cayeron un 70%. En el
caso de la leche, la caída fue del 87%, y en el de la carne, de un 98%.
"Y no se compensó con la producción nacional", recuerda Santos, tras
ilustrar el drama de la crisis en el hecho de que con la hiperinflación
-1.700.000% al mes - el salario mínimo de los venezolanos -unos 5,5
dólares- que en 2012 permitía comprar 60.000 calorías, ahora permite
adquirir 600 calorías.
"Venezuela no produce y como nadie le quiere prestar no tiene cómo consumir", sostiene.
A
modo de ejemplo de esa degradación compara el país con la vecina
Colombia, donde en marzo de 2017, dos horas de trabajo permitían comprar
1 kg de pollo; una hora, 18 huevos; y ocho horas, un kilo de queso. En
Venezuela, para adquirir eso se necesitaban cinco, cuatro y 25 horas de
trabajo respectivamente, pero en marzo de este año, una persona
necesitaba trabajar 63, 100 y 220 horas para adquirir alguno de esos
productos.
La situación es que el "92% de la población está en
situación de pobreza", empujando al mayor éxodo de población en tiempos
de paz, con cerca, según sus cálculos, de "5,2 millones de venezolanos",
el 15% de la población y que, dependiendo de la lejanía y del tiempo
que esté fuera, se alejan las posibilidades de un regreso.
"Lo que estamos pensando es cómo el país se beneficia de su diáspora sin que regrese", concluye.
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