CARACAS.- Hacerse la manicura,
comprar un vestido de lentejuelas o un simple litro de leche; en
Venezuela, el país de la revolución bolivariana, todo se puede si se
tienen dólares, pero a condición de ser discretos.
"Claro que
recibimos dólares, podemos probar también con su tarjeta de crédito
internacional, si pasa no hay ningún problema", dice amable y pragmático
el encargado de un restaurante de Caracas. En medio de la crisis
económica, rechazar a un cliente no es una opción.
La moneda venezolana se hunde sin freno. Desde agosto
pasado, cuando el presidente Nicolás Maduro decretó una devaluación de
96%, la moneda ha perdido adicionalmente 98% de su valor y a principios
de marzo se cambia a unos 3.000 bolívares por dólar, aunque cada día
varía la tasa. El Fondo Monetario Internacional calcula que la inflación
será de 10.000.000% este año.
"Hace
dos o tres meses que comenzamos a recibir dólares. Es algo que se hace
por debajo de la mesa, si se llega a saber podría dañar el negocio",
dice el gerente del restaurante, al señalar su obligación de declarar y
pagar impuestos en bolívares.
¿Está prohibido cobrar en divisas? "No lo sé. Pero no está permitido", responde con una sonrisa.
Con
vestidos de lentejuelas y sandalias doradas, la tienda de Madeleine
apunta a una clientela acomodada y, sin ser exorbitantes, sus precios
están calculados en dólares.
"Claro, si alguien lo pide le doy el
precio en bolívares al cambio del día, sino perdería demasiado. Importo
todo de Los Ángeles y lo pago en dólares. Tengo que mantener mi
negocio", dice.
Esta mujer de unos 40 años considera que, aunque
extendida, esta práctica es "ilegal". Y lo explica: "Para comprar un
litro de leche se necesita un montón así de bolívares", asegura
dibujando en el aire con las manos una torre de 20 centímetros.
Pero
justamente por pensar que es ilegal, ella y todos los demás
comerciantes entrevistados pidieron que no se mencione su nombre o el
del negocio, y sobre todo que no se les grabe en cámara.
Madeleine inauguró su
local en diciembre. "Son muchos los que se han ido, pero yo tomé la
decisión de quedarme y trabajar aquí. Sin embargo, el gobierno puede
visitarme cuando quiera y cerrar mi negocio", asevera.
Los
vestidos que vende Madeleine cuestan unos 50 dólares, casi ocho veces el
salario mínimo de 18.000 bolívares (seis dólares). Quienes ganan ese
sueldo apenas pueden comprar dos kilos de arroz y dos de harina.
En uno de los centros comerciales más elegantes de
Caracas, hacerse la manicura cuesta cuatro dólares. La encargada pide
solamente que se le pague con billetes pequeños porque no tiene cambio.
También
una tienda de souvenirs, con productos típicos venezolanos, chocolate y
café, recibe los billetes verdes: una tableta pequeña de chocolate
cuesta tres dólares.
En ese contexto, alimentarse se convierte en
un lujo. El mercado de Chacao, en un barrio de clase media de Caracas,
está repleto de compradores y no se nota la escasez.
Mientras que
los supermercados muestran heladeras vacías y acumulan el mismo
recipiente de salsa de tomate en varios estantes para que no luzcan
desnudos, en los puestos del mercado de Chacao se ofrece de todo:
frutas, pescados, carnes, delicateses. Siempre y cuando se pague el
precio: un litro de leche cuesta 8.000 bolívares "o tres dólares",
aclara rápidamente el vendedor. Equivale a medio salario.
La
dolarización de la economía cotidiana que ha ocurrido en la práctica en
Venezuela refuerza la idea de una sociedad a dos velocidades en la que
la supervivencia depende de tener acceso a divisas.
"¡Hay mucho
dinero en Venezuela. Fui a almorzar a un restaurante VIP el sábado.
Estaba lleno y pagué 150 dólares por dos personas", refiere una
visitante asidua de la ciudad, que apunta a una "élite chavista" surgida
durante el gobierno de Hugo Chávez (fallecido en 2013) y que "sigue
haciendo dinero" con su sucesor, Nicolás Maduro.
Según la ONU, 3,4
millones de venezolanos, equivalente a cerca de 10% de su población de
30 millones de habitantes, vive en el exterior. De ellos, 2,7 millones
dejaron el país a partir de 2015. Son éstos los que, en la medida de sus
posibilidades, mantienen con remesas a los familiares que se quedaron.
A
fines de enero, Maduro debió devaluar la moneda 35% para equiparar la
tasa de cambio con el mercado negro, en alrededor de 3.000 bolívares por
dólar. El estricto control de cambio decretado en 2003 fue suavizado en
agosto para permitir a quienes tienen dólares depositarlos en el banco o
venderlos en las casas de cambio. Pero casi nadie lo ha hecho.
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