PARÍS.- Hace 50 años, un "pájaro blanco" desconocido alzó el
vuelo por primera vez. El Concorde, pionero de la aviación supersónica,
disparó los sueños de una generación hasta estrellarse con su poca
eficiencia y su ruido insoportable.
El domingo 2 de
marzo de 1969, al final de una lejana pista del aeropuerto de
Toulouse-Blagnac (sur de Francia), el modelo 001 del Concorde calentaba
motores después de haber tenido que suspender dos veces en días
anteriores su primer vuelo por el mal tiempo.
A pie de pista se encontraba Germain Chambost, piloto
que acababa de dejar el Ejército del Aire para convertirse en periodista
y que aún recuerda el sonido ensordecedor que dejó el aparato al
despegar.
"Todo el mundo se puso a aplaudir, aunque
no se oía nada... ¡Era la revancha de Europa frente a Estados Unidos!
Para los europeos significó el éxito de una apuesta técnica. No
queríamos imitar a los norteamericanos y apostamos por el avión
supersónico. Y tuvimos éxito", dice este miembro de la Academia
del Aire y el Espacio.
Más de mil personas, la
mayoría gendarmes y periodistas, aguardaban a que se despejase la niebla
con la que había amanecido Toulouse.
A primera hora
de la tarde, la tripulación formada por André Turcat, Henri Perrier,
Michel Rétif y Jacques Guignard realizó las últimas verificaciones y,
aunque algunos desajustes estuvieron a punto de frustrar la tentativa,
finalmente el avión levantó su característico morro y voló durante 29
minutos.
Todavía hubo que esperar siete meses, hasta
el 1 de octubre, para que el Concorde realizase su primer vuelo
supersónico de la mano del capitán Jean Pinet.
En
pleno momento de conquista del espacio, con el mundo dividido entre dos
polos, Europa vio en el aparato supersónico un resquicio donde
desarrollar su propia tecnología.
Chambost relata
cómo presenció una conversación en la que el secretario de Transporte de
EE.UU. preguntaba a sus consejeros si era cierto que su país había
invertido el mismo dinero que Europa en investigación para un prototipo
similar. "Así es, señor", respondieron los técnicos ante su sorpresa.
Pero ya desde el primer momento, el Concorde dejó ver sus grietas.
Air France (que junto con British Airways fueron las dos aerolíneas que
usaron la nave) tuvo serios problemas para conseguir el permiso para
despegar el Concorde desde el aeropuerto JFK de Nueva York.
¿El problema? El ruido que realizaba al tomar vuelo resultaba intolerable para los vecinos y las autoridades.
"Una vez fui a un instituto de Nueva York a recoger las opiniones de la
gente... ¡y tuve que salir corriendo porque me querían matar! Estaban
de los nervios y pensaron que yo trabajaba para el Concorde", recuerda
el expiloto.
Siete años después del primer vuelo de
prueba comenzaron los viajes comerciales, que se mantuvieron hasta 2003.
El desmesurado consumo de carburante para un avión que podía desplazar a
alrededor de un centenar de pasajeros pesaba demasiado en las arcas de
las aerolíneas.
El accidente de Gonesse (afueras de París), en julio del año 2000, remató al Concorde y de alguna forma cerró una era.
El reventón de un neumático por una plancha metálica en la pista del
aeropuerto Charles de Gaulle llevó a un fallo múltiple que hizo
estrellarse al avión dos minutos después y causó la muerte de 113
personas.
Era su primer accidente mortal, pero
también el comienzo de una serie de incidentes que llevaron a su
abandono tres años más tarde.
Ahora el modelo 001 se
expone en el Museo del Aire y el Espacio, de Le Bourget, cerca de París,
tras 812 horas de vuelo -de las cuales 255 supersónico- y 397 viajes.
Beatrice Vialle fue la piloto de su último viaje, y reconocía en una
reciente entrevista con la televisión pública: "Cada vez que lo veo, es
una historia de amor que se prolonga. Poder volar supersónico es un
sueño que todos los pilotos tienen en su carrera".
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