SEÚL.- Corea del Norte se retiró el pasado viernes de la oficina de enlace que compartía con el Sur, en una nueva muestra del deterioro del diálogo entre Pionyang y la comunidad internacional tras la fallida cumbre de Hanói sobre desnuclearización.
En
el marco de una reunión de delegados de las dos Coreas en la mencionada
oficina, el Norte anunció de golpe que retiraría hoy a sus
representantes de las instalaciones por "instrucción directa de la autoridad superior", según un comunicado del Ministerio sureño de Unificación, encargado de las relaciones con el vecino.
Dicho
y hecho; Pionyang retiró poco después a todos sus funcionarios, dejando
solos en el edificio a los 25 representantes sureños.
La
decisión se antojó súbita, aunque no sorpresiva, si se tiene en cuenta
que el encuentro en el que se realizó el anuncio, la reunión de
delegados que se supone que debía tener lugar cada viernes en esta
oficina, llevaba ya un mes sin celebrarse (la última fue el 22 de
febrero).
Pionyang había cancelado hasta hoy la celebración de cada una de las reuniones de los viernes programadas tras la cumbre de Hanói entre el líder norcoreano, Kim Jong-un, y el presidente estadounidense, Donald Trump, que se cerró sin acuerdo el pasado 28 de febrero.
Además, hacía justo una semana que la vicecanciller norcoreana, Choe Son-hui, había dado la primera respuesta del régimen tras analizar lo acaecido en la cumbre; el régimen medita ahora romper el diálogo con Washington y la posibilidad de poner fin a la moratoria sobre pruebas de armas que ha mantenido durante casi 16 meses.
En Hanói ambas partes escenificaron profundas diferencias en su manera de enfocar el proceso de desarme.
El desacuerdo giró en torno al número de activos del programa nuclear norcoreano a desmantelar y al volumen de sanciones internacionales sobre Pionyang que EE.UU. aliviaría a modo de "medida correspondiente".
Aunque Seúl y Pionyang
mantienen aún abiertos importantes canales de comunicación, a nadie se
le escapa que la retirada norcoreana de esta oficina de enlace es una
muy mala señal para el clima en la península coreana.
Ambos
países, técnicamente aún en guerra, inauguraron esta instalación el
pasado mes de septiembre con base en lo acordado en abril en la primera
de las tres históricas cumbres que Kim Jong-un y el presidente
surcoreano, Moon Jae-in, mantuvieron en 2018.
Situada
en la localidad fronteriza norcoreana de Kaesong, la oficina tenía ante
todo un enorme valor simbólico, ya que permitía que por primera vez
desde el fin de la Guerra de Corea, en 1953, representantes de las dos Coreas trabajaran y pernoctaran bajo el mismo techo.
El
gesto de Pionyang es un duro golpe para Moon y su plan para
desnuclearizar y pacificar la península y le aporta más presión a la
hora de mediar con Washington.
Tanto
el régimen norcoreano como Seúl esperaban que Hanói se saldara con un
levantamiento parcial de sanciones que permitiera reiniciar los
proyectos de cooperación económica intercoreana, cuyos ingresos son un salvavidas para una Corea del Norte cada vez más asfixiada por las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Pero
el inesperado desenlace de la cumbre y las acciones resultantes de
Pionyang, que parece estar balizando ya un camino de vuelta hacia la
confrontación (satélites detectaron actividad reciente en instalaciones
de misiles norcoreanas), obligan ahora a Seúl a maniobrar de nuevo entre
las dos partes en un espacio que se vuelve a estrechar.
Tras la retirada norcoreana de Kaesong la oficina presidencial surcoreana convocó una reunión de urgencia del Consejo de Seguridad Nacional (NSC) presidida por el asesor de seguridad del presidente Moon, Chung Eui-yong.
En
un breve comunicado al término de la junta, el órgano se limitó a
señalar que se discutieron "la retirada del Norte de la oficina de
enlace y medidas relacionadas".
Por su parte, el viceministro de Unificación, Chun Hae-sung,
lamentó en rueda de prensa la decisión norcoreana y expresó su deseo de
que los funcionarios del país vecino retornen pronto a esta oficina.
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