domingo, 24 de marzo de 2019

La 'viuda' de Khashoggi: "Todos sabemos quién controla todo en Arabia Saudí"


ESTAMBUL.- Hace medio año que espera. Los fogonazos de Hatice Cengiz aguardando a las puertas del consulado saudí de Estambul el regreso de su prometido, el periodista saudí Jamal Khashoggi, recorrieron en octubre el planeta como un largo escalofrío. Durante 11 horas, hasta bien entrada la medianoche, la joven se mantuvo en pie frente a las vallas que acotan el acceso a la legación diplomática, recuerda hoy el diario El Mundo, de Madrid. 

Las cámaras de seguridad, las mismas que levantan acta del trajín de vehículos que aquella tarde circuló por el perímetro, captaron su figura al fondo, merodeando sin tregua por los aledaños del inmueble. Completamente ajena al crimen que acaecía intramuros. 
Apenas unos minutos después de su llegada, el columnista de The Washington Post fue asfixiado y descuartizado por un comando de funcionarios saudíes que había aterrizado de madrugada en la ciudad turca procedente de Riad.
Desde entonces la conmoción internacional se ha mezclado con los intentos de salvaguardar el ascenso al trono del príncipe heredero Mohamed bin Salman, el treinteañero al que apuntan los servicios de inteligencia occidentales como la mano negra que dictó la muerte de Khashoggi. 
A punto de cumplirse seis meses de su desaparición, Hatice accede a hablar en exclusiva con El Mundo. Nos cita a última hora del viernes en el hotel Four Seasons del Bósforo. La tarde cae fría sobre Estambul. El gentío abarrota las calles que conducen al lujoso establecimiento y una barahúnda de coches se abre paso a duras penas por el asfalto. 
En la terraza, las luces van sigilosamente encendiéndose sobre el estrecho, como una constelación que alumbra el horizonte de viviendas encaramadas en la colina de enfrente y el icónico puente colgante que une Asia y Europa.
Hatice acude puntual a la entrevista. La acompaña Arzu, su amiga y confidente. Ella también aparece en alguna de las fotos que la prometida de Khashoggi comparte con el reportero durante sus viajes a la Constantinopla eterna. Luce el mismo rostro serio y taciturno que en las imágenes de la primera convulsión. 
"Ha transcurrido ya algún tiempo pero a mí me sigue pareciendo que ocurrió ayer. Han pasado muchas cosas en los últimos meses. Se me hizo muy duro levantarme a diario con las noticias de su asesinato abriendo los informativos", murmura Hatice. 
"Justo ahora es cuando empiezo a pensar. Cuando he comenzado a elaborar el duelo. Cuando estoy siendo capaz de darme cuenta de lo que pasó. Antes había mucho ruido alrededor. Teníamos muchos planes juntos, muchos viajes por hacer. Hoy mismo, viniendo a la entrevista, me he acordado de que habíamos hablado de recorrer los pueblos de Turquía. Es complicado vivir sin él".
A pesar de su intentos, la normalidad se antoja aún una utopía. El crimen de Khashoggi, un veterano periodista bien conectado con la corte saudí hasta emprender el exilio en el estío de 2017, provocó un seísmo mundial que todavía suma réplicas. 
En Estados Unidos, Donald Trump trata de apagar el fuego que el brutal magnicidio ha encendido en las propias filas del Partido Republicano. A principios de este mes el senador Marco Rubio acusó a Bin Salman de haberse convertido en "un completo gángster". 
"Es difícil trabajar con un tipo así", deslizó entre llamamientos del Congreso a reducir los lazos y la cooperación americana en aventuras como la guerra en Yemen e investigar las relaciones comerciales de la familia Trump con el príncipe.
La historia de amor de Hatice la ha situado en el centro de una batalla que políticos y espías libran entre bambalinas.
"No he recibido amenazas; sólo algunos comentarios desagradables en las redes sociales, pero por mi seguridad un coche de la policía turca está siempre estacionado frente a mi casa", reconoce. Sus movimientos son vigilados de cerca. Un agente la acompaña como escolta allá donde va. También a esta entrevista. 
"Es sólo una medida de prevención", insiste mientras bebe un zumo de naranja.
El 2 de octubre de 2018 y las sombras que aún proyecta aquella jornada fatídica son una carga pesada. "Es que era un día muy importante para los dos. Jamal fue al consulado precisamente para recoger un documento que certificaba que no había ningún obstáculo para celebrar nuestra boda. Estábamos en mitad de los trámites propios de unos novios a punto de comprometerse", evoca. 
Aquella misma tarde el periodista le había prometido que la llevaría a cenar para festejar un enlace inminente tras un breve noviazgo que comenzó en mayo durante una conferencia en Estambul. Ella, crecida en una familia conservadora, había logrado convencer a su padre, reacio por la diferencia de edad entre ambos. Khashoggi estaba a punto de cumplir las 61 primaveras. 
"Aún no teníamos cerrada la fecha del enlace. Era uno de los asuntos que nos ocupaba. Debíamos ir al registro a solicitarlo y comprar los últimos muebles del apartamento que Jamal había adquirido para vivir juntos en Estambul. El 2 de octubre era una gran día. Significaba derribar la última barrera para casarnos".
A sus 37 años, Hatice guarda de aquel efímero idilio -interrumpido violentamente- los regalos con los que Khashoggi la agasajaba en cada reencuentro. "Siempre que venía me traía algo. La última vez me entregó el anillo de boda, comprado en Estambul. Antes me había obsequiado con un collar y unos pendientes que, creo, adquirió en Londres. Las guardo como piezas muy valiosas aunque, en realidad, él era el verdadero regalo de Dios". 
Celosa de su intimidad, Hatice rehúsa mostrar una instantánea de las joyas. "Es algo muy preciado que prefiero guardarme para mí", se excusa. Tampoco luce ninguna de las alhajas que recuerdan al hombre que se desvaneció de repente, víctima de una de las más salvajes ejecuciones que han acaecido entre las paredes de una misión diplomática.
-¿Pecó Jamal de ingenuidad?
-No lo sé. Lo único que sé es que estuvo allí una primera vez el 28 de septiembre y le pidieron que regresara el 2 de octubre. Yo tuve miedo en la primera ocasión pero le trataron bien. Sólo debía ir a recoger un papel. Él pensaba, como yo, que no podía suceder nada. No estaba preocupado. Si hubiera tenido la más mínima sospecha, jamás habría acudido.
Hatice responde en sentencias largas que a veces se quedan en suspenso, inconclusas. Niega haber tenido ningún contacto con el Gobierno saudí desde la sobremesa en la que, preocupada por la tardanza de su futuro esposo, llamó al consulado y un funcionario salió a confirmarle que ya no quedaba nadie en su interior. 
"No he recibido nada de ellos. Ni unas mínimas condolencias por lo que sucedió. Es que ni siquiera han asumido su responsabilidad", balbucea. 
"En unos días se cumplirán seis meses y seguimos teniendo un muerto, sin cuerpo y sin culpables. Es una prueba de que los saudíes no están cooperando y de que están haciendo lo posible para encubrirlo. No creo que Arabia Saudí esté dispuesta a esclarecer el crimen", replica.
"No tengo idea de dónde está su cadáver. Se han escuchado diferentes teorías. Que pudo haber sido quemado en un horno del consulado, descuartizado, enterrado o hecho desaparecer con algún tipo de ácido. No existen pruebas. Honestamente no puedo asegurar nada. Si tuviera alguna certeza, la compartiría. No puedo pensar en qué pudieron hacerle. Es la parte más horrible. Lo que hace que esta historia no haya acabado, y tampoco el sufrimiento personal".
Investigadora y académica especializada en Oriente Próximo, Hatice admite que sus cábalas siguen conduciendo al mismo laberinto, al mismo punto muerto. "Todos los seres humanos tenemos la necesidad de saber cómo suceden las cosas. Si no puedes encontrar respuestas, el desconsuelo y el duelo se prolongan sin fin. Te haces las mismas preguntas una y otra vez hasta la desesperación. Te sientes derrotado. Yo lo acepto como parte de mi destino. Él y yo queríamos casarnos y empezar una vida nueva en común. Súbitamente hubo una intervención exterior ajena a los dos y a nuestra voluntad. ¿Qué puedo hacer? Ojalá aquel día Jamal hubiese estado enfermo y la cita se hubiera cancelado, pero no sucedió eso...".
-¿Quién ordenó matarlo?
-Lo mató un grupo de personas. [La semana pasada Interpol emitió una circular roja contra 20 sospechosos relacionados con el asesinato]. No es una sola. Los culpables son todos los que estuvieron implicados en el crimen. La persona que lo ordenó, las que lo cometieron y quienes ayudaron a llevarlo a cabo.
-No me ha respondido. Imagino que tiene un nombre...
-La orden la dio el Gobierno saudí. Quiero evitar culpar a una persona en concreto. No estoy en la posición de juzgar a nadie. Incluso si pudiera, no lo haría porque eso no va a cambiar la realidad. Sé que es una pregunta muy periodística. Sólo diré que todos sabemos quién controla todo en Arabia Saudí. Es un país donde todo está bajo control. Los asuntos del país se gobiernan desde la cima del Estado. Al final, quien lo ejecutó fue un equipo.
-Se lo preguntaré directamente. ¿Firmó la sentencia Bin Salman?
-Deme tres minutos de pausa, por favor. Responderé a su cuestión al término de la entrevista.
En el jardín del Four Seasons, la oscuridad avanza. Cada rato, los barcos se aproximan a la orilla con la música a todo volumen. Alrededor, la clientela del hotel -en su mayoría, procedente de los países del golfo Pérsico- disfruta de las vistas entre sorbos de té o café. Hatice reanuda la conversación reivindicando el legado de Khashoggi. 
"No era un peligro para Arabia Saudí. El problema es que ellos [el Estado saudí] no le entendían. Había servido a su país durante mucho tiempo. En 40 años de carrera periodística, había cultivado una relación muy estrecha con altos cargos del país. No abandonó su patria como un enemigo. Lo hizo con el corazón roto. No era miembro de la oposición. Es cierto que tenía diferencias con el poder pero no eran rupturistas. [...] Era un patriota y un nacionalista. Era consciente de que alguna gente no estaba feliz con lo que escribía. Cuando él hablaba, siempre dejaba las puertas abiertas. Me decía: "Amo a mi país y al rey. Respeto a mi rey". Apoyaba reformas y cambios en el país pero lo pedía de un manera suave y educada. Nunca imaginé que pudieran ser tan salvajes con él. [...] La muerte de Jamal demuestra que no sabemos nada. Que la realidad, especialmente en el mundo árabe, no se ajusta a lo que creemos saber".
Partidaria de aplicar "el máximo castigo" a los verdugos de su novio, Hatice critica la parálisis en la que se ha sumido la investigación internacional que lidera la ONU. "Su labor no es suficiente. Es una organización muy débil. Este caso no puede ser olvidado. Los Gobiernos europeos no están haciendo lo que deberían. Presumen de los valores de la Unión pero luego sus políticas no tienen nada ver que con ellos. La posición de EEUU es conocida. No creo que haya ningún otro país más allá de Turquía dispuesto a seguir con la investigación", indica. Hatice, que no mantiene ninguna relación con los hijos de Khashoggi refugiados en EEUU, planea aún visitar Washington aunque duda de la utilidad de su periplo.
Tras más de dos horas, la pregunta pendiente vuelve a aflorar.
-¿Quién lo hizo? ¿Practica Arabia Saudí terrorismo de Estado?
-En Oriente Próximo no resulta fácil tener respuestas claras para todo. Incluso con todos los datos en tus manos. Soy sincera y optimista. Hay que esperar al final de la investigación. Creo que el tiempo siempre provee justicia.

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