ARGEL.- El Parlamento y el Senado argelinos certificaron hoy la renuncia forzada del presidente argelino, Abdelaziz Bouteflika, y pusieron así en marcha de forma definitiva la transición.
Una
transición que tutelará un férreo defensor del presidente saliente: el
hasta la fecha presidente del Senado y nuevo jefe del Gobierno interino, Abdelkader Bensalah.
Nacido
hace 77 años, Bensalah es un hombre de la vieja guardia: fue designado
presidente del Parlamento en 2002, tres años después de que Bouteflika
se hiciera con el poder y se ha mantenido fiel al mandatario y su
familia.
Fue uno de los promotores de la opción de reelegir al presidente para un quinto mandato consecutivo,
candidatura que el pasado 22 de febrero desató las masivas protestas
populares que contribuyeron a forzar la renuncia de Bouteflika.
"El
deber nacional me obliga a asumir esta pesada responsabilidad de
conducir la transición para permitir que el pueblo argelino ejerza su
soberanía eligiendo a su presidente", declaró Bensalah en un discurso al
término del trámite parlamentario.
La histórica cita arrancó a las 09.00 hora local (08:00 GMT) y fue extremadamente rápida.
La propuesta de aceptar la renuncia de Bouteflika y
entregar el poder a Bensalah, como exige la Constitución, salió
adelante con los votos del Frente de Liberación Nacional (FLN), que
gobierna desde la independencia en 1962, y de su socio, la Reagrupación
Nacional Democrática (RND).
En
contra se posicionaron todos los grupos de la oposición, con el
islamista conservador Movimiento Social por la Paz (MSP) a la cabeza,
acompañado por el Partido de los Trabajadores (PT) de Louise Hanoun y el Frente de Fuerzas Socialistas (FFS), carentes de la fuerza suficiente para frenar el trámite.
A
partir de ahora, y de acuerdo con la Constitución, el nuevo jefe de
Estado interino tiene noventa días para convocar nuevas elecciones
presidenciales, a las que él mismo no puede concurrir.
La designación de Bensalah fue
contestada en el centro de Argel por miles de estudiantes, que se
congregaron en torno a la plaza de la Grand Poste en una protesta
multitudinaria que fue reprimida por la policía.
Por
primera vez desde el pasado 1 de marzo, fuerzas antidisturbio emplearon
gas lacrimógeno y extendieron un férreo cordón policial para detener la
marcha de los estudiantes, que gritaban consignas ya habituales, como "Poder asesino".
"Estábamos cerca de la Facultad central. Éramos un pequeño grupo, la Policía nos rodeó.
Usaron gases lacrimógenos y cañones de agua mientras intentábamos
huir", dijo uno de los estudiantes en la céntrica plaza de Audin.
"Pegaron
a una minoría que comenzó a insultar. Nuestra protesta es siempre
pacífica. La policía y nosotros somos hermanos. Los entiendo, porque
están agotados, pero nosotros vamos a seguir con nuestra lucha", dijo un
compañero suyo.
Marchas similares, igualmente reprimidas, tuvieron lugar en otras ciudades del país, como Tizi Ouzu, la capital de la Cabilia.
Los manifestantes volvieron a exigir la caída
del régimen al completo, incluidos el nuevo primer ministro, Nouredin
Bedaui, y el jefe del Ejército, el general Ahmed Gaïd Salah.
Asimismo
demandaron la salida del propio Bensalah y del responsable del Consejo
Constitucional, Tayeb Belaiz, a los que consideran parte del círculo de
poder mafioso que durante años ha parasitado y manejado al mandatario.
Los congregados reclamaron "una verdadera transición" dirigida
por hombres íntegros y propusieron los nombres del exministro de
Comunicación y antiguo embajador en España Abdelaziz Rehabi, del ex
primer ministro Ahmed Benbitour y del activista de derechos humanos
Mustafa Buchachi, uno de los líderes de la movilización.
"Son
los mismos. Bouteflika ha renunciado, pero dejaron a Bensalah, que es
un símbolo del régimen. No vamos a cesar", recalcó Amin, un
estudiante en geología que, al igual que el restó, usó pañuelos y vinagre para neutralizar el efecto del gas.
Iniciada
la transición, que se prevé compleja, tanto el Gobierno interino como
el movimiento social de protesta se asoman a un momento crítico en el
que tendrán que hacer frente a sus ambiciones y a su debilidades en una
etapa crucial de la historia.
Los segundos, para mantener viva la llama de la protestas
y cargarla de un significado pleno, para sostenerla en el tiempo y
prolongarla con la fuerza suficiente como para hacer descarrilar al
régimen.
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