LONDON.- Donald
Trump usa indiscriminadamente el comercio como arma para obtener lo que
quiere. Mientras intenta lograr lo que él llama un acuerdo "épico" para
el pueblo estadounidense, ha aplicado aranceles sobre bienes chinos que
representan 250.000 millones de dólares.
Ahora
está aplicando una estrategia similar contra Europa, justo cuando se
está preparando para iniciar negociaciones comerciales con EE.UU. El
presidente propone imponer aranceles sobre 11.000 millones en
importaciones de la Unión Europea, presumiblemente en respuesta al
subsidio que la UE ofreció a Airbus SE, rival de Boeing Co.
Bajo estos
escenarios donde aparece un punto muerto, uno pensaría que Pekín y
Bruselas -las dos principales víctimas de la ira de Trump- se acercarían
bajo una unión de complicidad. Sin embargo, eso no está sucediendo pues
la UE tiene sus propias cuentas que ajustar con China.
Bruselas
reconoce que los subsidios estatales injustos de Pekín, las
transferencias de tecnología y su fuerte proteccionismo lo han
convertido en un "rival sistémico". La cumbre entre la UE y China
generará discursos cálidos pero es poco probable que se resuelvan
desacuerdos comerciales que aún existen entre ambas partes tras seis
años de negociaciones tensas sobre un acuerdo de inversión.
El
mundo de la robótica ayuda a explicar por qué la UE se siente
maltratada. En 2017, Midea Group Co., de China, compró al fabricante
alemán de robots, Kuka AG. Estos hechos generaron mucha angustia entre
políticos y empresarios, pero ninguna firma local presentó una
contrapropuesta.
El temor de que tecnología de alta calidad saliera del
país fue mitigado por las promesas chinas de que mantendrían cuanta
fuera posible en Alemania. Ahora el director ejecutivo ha dimitido y se
están dando recortes que avivan la preocupación de un cambio estratégico
bajo la dirección china.
Sobra
decir que China no permitiría que una negociación de este porte
sucediera en su propio suelo. Las restricciones de inversión extranjera
son más estrictas que en la UE, en cualquier sector, de acuerdo con el
Centro Europeo de Estrategia Política.
De
manera más amplia, existe una sensación de un campo de juego
extremadamente desequilibrado. Las empresas europeas se quejan del
cierre de los mercados, de la restricción a los trabajadores extranjeros
y de una protección insuficiente de la propiedad intelectual.
Estas
quejas son similares a las que surgen en EE.UU., donde Trump
frecuentemente culpa a China por aprovecharse de EE.UU. La ley que
propone China en inversión extranjera satisfará pocos de los
requerimientos de acceso recíproco de la UE.
Para
presionar la apertura de Pekín, Bruselas ha adoptado el contoneo de
EE.UU., aunque aún presta algo de atención a instituciones
multilaterales como la Organización Mundial del Comercio y está muy
cerca de desatar una guerra de aranceles.
La
UE ha revelado un sistema de revisión de inversiones extranjeras,
aunque no es tan estricto como el de su contraparte estadounidense que
bloqueó la venta de un negocio de Royal Philips NV de componentes de
iluminación por 2.800 millones, por razones de seguridad nacional.
Jefes de estado y formuladores de políticas han optado por un
vocabulario fuerte.
El presidente francés, Emmanuel Macron, advirtió que
la "ingenuidad" europea ha llegado a su fin. Poco a poco la UE se
dirige hacia una posición más unida a pesar de sus divisiones, tal y
como lo he descrito en otro artículo.
Es
difícil sentir confianza sobre los grandes cambios a corto plazo. La
posición de Europa llega, en cierta medida, muy tarde y de manera muy
agresiva, como lo señala Jean-Francois Di Meglio, cofundador del Centro
Asia ubicado en París.
El entorno político no contribuye a una gran
reforma de la OMC o a mejores relaciones bilaterales. Las elecciones del
Parlamento Europeo en mayo podrían dar impulso a una mayor
participación populista. Parece que la estrategia por ahora es
permanecer en un extraño punto medio.
Aun así, es irónico que la propia posición de tono duro de Trump sobre
las inversiones chinas sea tan similar a la más reciente dirección que
adoptó la UE. Europa está construyendo nuevos marcos y adoptando
posiciones unificadas sobre la inversión china, pero evidentemente
existe una coincidencia entre el pensamiento de Bruselas y de Washington
en lo que tiene que ver con Pekín. Lo demás dependerá de Trump.
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