GINEBRA.-
La Organización Internacional del Trabajo (OIT), nacida de los acuerdos
de paz de la Primera Guerra Mundial, cumple cien años con el reto de
seguir protegiendo al trabajador del difícil futuro que traen la
globalización y la robotización.
El
11 de abril de 1919, la Conferencia de Paz de París en la que se
negociaban las condiciones de la rendición alemana tras la Gran Guerra
aprobó una serie de derechos universales para los trabajadores que se
convertiría en la base de los estatutos de la OIT y también formaría
parte del Tratado de Versalles.
En
octubre y noviembre de ese año se celebraría en Washington la primera
conferencia del nuevo organismo internacional, que elegiría al francés
Albert Thomas como director general y constituiría un consejo de
administración en el que entre otros estaba el histórico líder
socialista español Francisco Largo Caballero.
Junto
a la guerra mundial, fue un punto central de la creación la Revolución
Rusa de 1917, "tras la que empleadores, gobiernos y dueños del capital
vieron que el movimiento revolucionario era posible y se hizo más
urgente hacer algo para buscar otras soluciones", destacó hoy la
subdirectora general de la OIT para Políticas, Deborah Greenfield.
La
OIT estableció su sede en Ginebra, junto a la Sociedad de Naciones
también nacida en entreguerras, pero a diferencia de ésta sobrevivió la
Segunda Guerra Mundial y se reubicó en el nuevo orden internacional
nacido tras 1945 con las Naciones Unidas, por lo que es uno de los
organismos transnacionales más veteranos.
"Se
planeó cuidadosamente trasladar durante esa guerra la OIT a Montreal
(Canadá), lo que permitió a la organización desarrollar una relación más
fuerte con Estados Unidos", país que no entró en la Sociedad de
Naciones pero sí lo haría en la ONU, explicó Greenfield.
Enfocada
en objetivos como la mejora de las condiciones de trabajo, el refuerzo
de la negociación colectiva o la eliminación de la explotación infantil,
la OIT atravesó periodos complicados durante la Guerra Fría, como
cuando EEUU abandonó la organización en 1977, aunque se reincorporó tres
años después.
Un
siglo después de su nacimiento, el organismo sigue afrontando fuertes
desafíos a consecuencia de la recesión de 2008 y la globalización,
unidos a los profundos cambios que prometen traer la inteligencia
artificial y la robotización, lo que ha dibujado un panorama sombrío
para los trabajadores de todo el planeta.
"Muchos
problemas que afrontábamos en 1919 siguen allí y quizá el de la
desigualdad es el más apremiante", destaca la "número dos" de la OIT,
cuya organización pide cambios en el contrato social global para
afrontar los nuevos retos que trae el siglo XXI.
"Estamos
ante un mundo en el que los trabajadores estarán toda su vida en
transición, en el que tendrán que formarse una y otra vez, y necesitamos
una mayor protección social para darles esa posibilidad y los fondos
necesarios para que lo hagan", analizó.
Las
predicciones de algunos expertos vaticinan que hasta dos tercios de los
puestos de trabajo en el mundo actual podrían quedar parcial o
totalmente automatizados en pocas décadas a medida que progresa el
desarrollo de los robots y las máquinas inteligentes, aunque la OIT
señala que también llegarán otras fuentes de empleo.
Así,
la eliminación de industrias más contaminantes en el curso de la lucha
contra el cambio climático puede generar unos 25 millones de empleos en
el mundo, que compensarían con creces los seis millones que podrían
perderse en esta transición.
Otra
fuente de nuevos puestos de trabajo podría darse en el sector de la
asistencia social, ya que en un mundo desarrollado marcado por el
envejecimiento de la pirámide de población se considera que harían falta
475 millones más de trabajadores encargados de cuidar a las personas
mayores.
Este
jueves la OIT marca su centenario con 24 horas de conferencias y
espectáculos en 24 países del mundo, comenzando por las islas Fiji y
siguiendo con conmemoraciones en lugares como Pekín, Nueva Delhi, Moscú,
El Cairo, Ginebra, Buenos Aires, Ciudad de México o Lima, entre otros.
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