WASHINGTON.- Los ataques del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a la Reserva
Federal han roto muchos precedentes, su intención de llenar el banco
central de aliados políticos ha generado tensiones y sus continuas
amenazas arancelarias han hecho que las perspectivas económicas sean más
difíciles de predecir que nunca.
Si bien la Fed puede hallar aún argumentos para recortar los tipos de
interés en la debilidad de los recientes indicadores de trabajo e
inflación, hacerlo podría servir también como una red de seguridad para
las políticas de Trump, que, a los ojos de muchas autoridades
monetarias, han causado hasta la fecha más daños que beneficios.
“Es algo parecido a alimentar a la bestia”, dijo el exvicepresidente de la Fed Alan Blinder.
“La
política comercial es una de las muchas cosas que la Fed tiene que
aceptar como viene. Y si la política comercial va a empujar de hecho a
la economía a una recesión, esa es una razón para reducir los tipos
(...) Si la Fed entra a salvarle, le anima a portarse mal”.
El
presidente del banco central estadounidense, Jerome Powell, y otras
autoridades insisten en que solo pueden evaluar lo que está sucediendo
en la economía y la respuesta política adecuada, y no tratar de adivinar
qué hace o podría hacer el gobierno.
Trump reanudó esta semana
sus ataques contra la Fed, alegando que la política del banco central le
puso en desventaja en sus negociaciones comerciales con China porque
ese país, con un control político más estrecho de su banco central,
podría devaluar su moneda o usar otras herramientas para compensar los
aranceles impuestos a las importaciones chinas.
“¡El camino
alcista del tipo de interés de la Reserva Federal, sumado al ridículo
alivio cuantitativo! ¡No tienen ni idea!”, tuiteó Trump el martes. El
lunes dijo en una entrevista con la CNBC que “nuestra Fed es muy
destructiva para nosotros (...) No me han escuchado. Ellos no son mi
gente”.
Lo cierto es que Trump elevó a Powell al cargo máximo de la Fed y nombró a tres de los otros cuatro gobernadores de la entidad.
Trump
lleva un año cargando contra la Fed por subir los tipos y por otras
medidas que, según las autoridades de la institución, son la mejor forma
de salvaguardar la recuperación en curso. Eso rompió una racha de unos
30 años de presidentes que se mantuvieron bastante alejados de
recomendaciones de políticas específicas para la Fed, incluso aunque a
veces criticaran genéricamente al banco central.
Este mismo año,
Trump amenazó con un asalto más completo al analizar el nombramiento de
dos aliados políticos altamente partidistas para el banco central,
alejándose de una tradición de elecciones más tecnócratas.
El
inesperado anuncio a principios de mayo de un alza en los aranceles para
China y la amenaza de la imposición de tasas a las importaciones
mexicanas se sumó al campo minado en el que ahora debe navegar la
Reserva Federal.
Aunque Trump finalmente optó por no imponer los
gravámenes a México, la posibilidad de utilizar una palanca económica
para el fin no económico del control fronterizo mostró cómo la política
de la era Trump puede cambiar abruptamente para los banqueros centrales,
que tratan de mantener su enfoque en los resultados a medio y largo
plazo.
“Tenemos en cuenta todo tipo de cosas”, dijo la semana
pasada el presidente de la Fed de St. Louis, James Bullard, antes de que
Trump suspendiera los aranceles mexicanos. “Hay algunas buenas
políticas ahí. Puede que haya algunas malas. Pero tenemos que tener todo
en cuenta”.
Los datos económicos
recientes ya están complicando el trabajo de la Fed. Sus autoridades
esperaban una desaceleración de la economía, pero pensaban que sería
modesta e insuficiente como para justificar un recorte de tipos.
No obstante, la historia cambió tras el último episodio de las guerras comerciales de Trump.
El
presidente de la Fed de Dallas, Robert Kaplan, dijo la semana pasada
que “en el mes de abril podría haber dicho (...) que era algo más
optimista sobre una estabilización de las perspectivas, pero hoy les
diré que soy más consciente de los riesgos a la baja. Eso es un cambio
bastante grande en un periodo de tiempo relativamente corto”.
La
próxima semana quedará claro si esto es suficiente para que la Fed ponga
directamente sobre la mesa un recorte de tipos. Las autoridades de la
entidad se reunirán los días 18 y 19 de junio y emitirán sus
proyecciones de tipos actualizadas.
También deberán decidir si
mantienen su enfoque “paciente” sobre los cambios en el precio del
dinero desde el rango actual de entre el 2,25% y el 2,5%, o si descartan
esa descripción en una señal de que están abiertos a moverse más pronto
que tarde.
Débiles lecturas de inflación como las que mostraron
un informe de la Fed de Nueva York el lunes ya llevaron a Bullard a
decir que una reducción del tipo de interés estaba “justificada”.
No obstante, los analistas y los mercados están divididos.
Los
mercados de bonos han sido agresivos a la hora de prever una bajada de
tipos a finales de año y las acciones estadounidenses han subido con
fuerza en la última semana por el optimismo generado ante el aumento de
la probabilidad de un recorte, sobre todo tras el débil informe de
empleo del viernes.
Por su parte, economistas de Goldman Sachs y
otras firmas han descontado presiones de Trump y argumentan que el
panorama económico aún no garantiza un recorte de tipos.
No es
una novedad tener que lidiar con las políticas de Washington.
El
expresidente de la Fed Ben Bernanke se quejó cuando los límites de gasto
del Congreso redujeron el crecimiento económico justo cuando la
recuperación del país estaba ganando ritmo y la zona euro amenazaba con
romperse.
Sin embargo, el problema actual es diferente, ya que la
Fed está sometida a la presión política y tiene cada semana menos
certeza sobre qué acciones de la Casa Blanca debe tener en cuenta.
Después
de años en los que los banqueros centrales estadounidenses se quejaban
de ser “los únicos en la ciudad” que influían en la economía, ahora
pueden sentir nostalgia de aquellos tiempos más simples.
“La Fed
ha tenido demasiado en su plato durante mucho tiempo”, afirmó Peter
Ireland, profesor de economía del Boston College. “Powell insistió en
que ‘el comercio es el comercio’ y que no era su problema. Y ahora está
atrapado en ello”.
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