martes, 4 de junio de 2019

El legado del comunismo, a debate en Polonia 30 años después

VARSOVIA.- Polonia cumple este martes 30 años desde su primera elección democrática de posguerra, un aniversario que se ha convertido en un campo de batalla entre los nacionalistas en el poder y la oposición liberal sobre el legado del comunismo. 

En la votación parcialmente libre del 4 de junio de 1989, la victoria fue para un gobierno encabezado por el sindicato Solidaridad, espoleado por los acontecimientos que culminaron con la caída del Muro de Berlín en noviembre de ese año.
Sin embargo, mientras las autoridades municipales de toda Polonia, controladas por la oposición, organizan festejos para celebrar aquellas elecciones, el Gobierno de derechas y euroescéptico, Ley y Justicia (PiS), sólo ha preparado una ceremonia silenciosa en el Parlamento.
Pese a celebrar el fin del régimen comunista, el PiS dice que los políticos liberales desperdiciaron la oportunidad de crear una sociedad más justa, fiel a sus raíces cristianas y a sus valores conservadores.
El PiS entiende que se debería haber hecho más en esos días de transición embriagadora para purgar las instituciones estatales de los dirigentes comunistas y también para proteger a los polacos más vulnerables del impacto de unas duras reformas económicas.
Los analistas dicen que el argumento es parte de una campaña más amplia del PiS, que llegó al poder en 2015, para ganarse a los votantes de las zonas rurales más pobres, que se sienten abandonados por décadas de transformación económica poscomunista.
“Los polacos fueron a votar y rechazaron a las élites comunistas, total y espectacularmente”, dijo el presidente polaco Andrzej Duda, aliado del PiS, en un discurso reciente. “Fue un momento que debería haberse convertido en un punto de inflexión, pero desafortunadamente no fue así”.
De cara a las elecciones parlamentarias de octubre o noviembre, el PiS sigue gozando de altas cotas de popularidad en Polonia, gracias a sus generosas prestaciones sociales y a su retórica nacionalista.
Una de sus principales promesas de campaña antes de las elecciones al Parlamento Europeo del mes pasado —en las que el PiS obtuvo la mayoría de los escaños en Polonia— fue garantizar que las parejas homosexuales no pudieran adoptar niños.
“Parte de las élites había decidido que ser polaco, con su sentido de la religiosidad, es una carga para la modernización. Pero creo que la modernización puede reconciliarse con la tradición”, dijo Jaroslaw Sellin, viceministro de Cultura.
Las mayores celebraciones tendrán lugar en el puerto báltico de Gdansk, cuna del sindicato Solidaridad que derrocó al régimen comunista. A ellas asistirá el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, ex primer ministro polaco, pero no altos funcionarios del PiS.
En cambio, el Gobierno ha organizado una serie de actos para conmemorar el 40º aniversario de la primera visita del papa Juan Pablo II a su Polonia natal como pontífice. Es venerado por los polacos por su papel como impulsor de la resistencia contra los comunistas.
El PiS ha utilizado sus críticas a la transformación democrática de Polonia, que comenzó con las elecciones de 1989, para justificar sus reformas radicales del sistema judicial, que, según críticos nacionales e internacionales, socavan el Estado de derecho.
Desde la caída del comunismo, Polonia se ha unido a la Unión Europea y a la alianza militar de la OTAN, pero muchos polacos sienten que su aceptación de los valores occidentales y de las políticas económicas favorables a las empresas se ha producido a expensas de sus propios ciudadanos.
El PiS ha intensificado el debate, argumentando que las prácticas de la era comunista todavía obstaculizan el sistema judicial debido a la incapacidad de los gobiernos liberales para apartar a los jueces anteriores a 1989, lo que provoca ineficiencias e injusticias.
“Ambas partes están viviendo un mito”, dijo Konstanty Gebert, un activista de la oposición de la era comunista.
“No construimos una Polonia de ciudadanos libres e ilustrados que quieran vivir en una sociedad tolerante”, dijo Gebert, ahora analista liberal del grupo de reflexión del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores.
Las elecciones de 1989 fueron el resultado de una reconciliación entre las autoridades comunistas y Solidaridad. En virtud de un acuerdo alcanzado tras semanas de conversaciones en la llamada Mesa Redonda, se permitió a la oposición presentarse como candidata para ocupar 161 de los 460 escaños de la Cámara Baja del Parlamento polaco y los 100 escaños del Senado.
Dado que los candidatos de la oposición ganaron todos los escaños por los que estaban compitiendo, el PiS dice que la oposición debería haber rechazado el acuerdo y que los gobiernos posteriores deberían haber tomado medidas más claras para negar a los dirigentes de la era comunista cualquier vía de acceso al poder.

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