VARSOVIA.- Polonia cumple este martes 30 años desde su primera elección democrática
de posguerra, un aniversario que se ha convertido en un campo de
batalla entre los nacionalistas en el poder y la oposición liberal sobre
el legado del comunismo.
En la votación parcialmente libre del 4 de junio de 1989, la victoria
fue para un gobierno encabezado por el sindicato Solidaridad, espoleado
por los acontecimientos que culminaron con la caída del Muro de Berlín
en noviembre de ese año.
Sin embargo, mientras las autoridades
municipales de toda Polonia, controladas por la oposición, organizan
festejos para celebrar aquellas elecciones, el Gobierno de derechas y
euroescéptico, Ley y Justicia (PiS), sólo ha preparado una ceremonia
silenciosa en el Parlamento.
Pese a celebrar el fin del régimen
comunista, el PiS dice que los políticos liberales desperdiciaron la
oportunidad de crear una sociedad más justa, fiel a sus raíces
cristianas y a sus valores conservadores.
El PiS entiende que se
debería haber hecho más en esos días de transición embriagadora para
purgar las instituciones estatales de los dirigentes comunistas y
también para proteger a los polacos más vulnerables del impacto de unas
duras reformas económicas.
Los analistas dicen que el argumento
es parte de una campaña más amplia del PiS, que llegó al poder en 2015,
para ganarse a los votantes de las zonas rurales más pobres, que se
sienten abandonados por décadas de transformación económica
poscomunista.
“Los polacos fueron a votar y rechazaron a las
élites comunistas, total y espectacularmente”, dijo el presidente polaco
Andrzej Duda, aliado del PiS, en un discurso reciente. “Fue un momento
que debería haberse convertido en un punto de inflexión, pero
desafortunadamente no fue así”.
De cara a las elecciones
parlamentarias de octubre o noviembre, el PiS sigue gozando de altas
cotas de popularidad en Polonia, gracias a sus generosas prestaciones
sociales y a su retórica nacionalista.
Una de sus principales
promesas de campaña antes de las elecciones al Parlamento Europeo del
mes pasado —en las que el PiS obtuvo la mayoría de los escaños en
Polonia— fue garantizar que las parejas homosexuales no pudieran adoptar
niños.
“Parte
de las élites había decidido que ser polaco, con su sentido de la
religiosidad, es una carga para la modernización. Pero creo que la
modernización puede reconciliarse con la tradición”, dijo
Jaroslaw Sellin, viceministro de Cultura.
Las mayores
celebraciones tendrán lugar en el puerto báltico de Gdansk, cuna del
sindicato Solidaridad que derrocó al régimen comunista. A ellas asistirá
el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, ex primer ministro
polaco, pero no altos funcionarios del PiS.
En cambio, el
Gobierno ha organizado una serie de actos para conmemorar el 40º
aniversario de la primera visita del papa Juan Pablo II a su Polonia
natal como pontífice. Es venerado por los polacos por su papel como
impulsor de la resistencia contra los comunistas.
El
PiS ha utilizado sus críticas a la transformación democrática de
Polonia, que comenzó con las elecciones de 1989, para justificar sus
reformas radicales del sistema judicial, que, según críticos nacionales e
internacionales, socavan el Estado de derecho.
Desde la caída
del comunismo, Polonia se ha unido a la Unión Europea y a la alianza
militar de la OTAN, pero muchos polacos sienten que su aceptación de los
valores occidentales y de las políticas económicas favorables a las
empresas se ha producido a expensas de sus propios ciudadanos.
El
PiS ha intensificado el debate, argumentando que las prácticas de la
era comunista todavía obstaculizan el sistema judicial debido a la
incapacidad de los gobiernos liberales para apartar a los jueces
anteriores a 1989, lo que provoca ineficiencias e injusticias.
“Ambas partes están viviendo un mito”, dijo Konstanty Gebert, un activista de la oposición de la era comunista.
“No
construimos una Polonia de ciudadanos libres e ilustrados que quieran
vivir en una sociedad tolerante”, dijo Gebert, ahora analista liberal
del grupo de reflexión del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores.
Las
elecciones de 1989 fueron el resultado de una reconciliación entre las
autoridades comunistas y Solidaridad. En virtud de un acuerdo alcanzado
tras semanas de conversaciones en la llamada Mesa Redonda, se permitió a
la oposición presentarse como candidata para ocupar 161 de los 460
escaños de la Cámara Baja del Parlamento polaco y los 100 escaños del
Senado.
Dado que los candidatos de la oposición ganaron todos los
escaños por los que estaban compitiendo, el PiS dice que la oposición
debería haber rechazado el acuerdo y que los gobiernos posteriores
deberían haber tomado medidas más claras para negar a los dirigentes de
la era comunista cualquier vía de acceso al poder.
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