LISBOA.- Los responsables de la política monetaria del Banco Central Europeo se
mostraron divididos el martes, y algunos se sintieron impotentes,
después de que el presidente Mario Draghi insinuara nuevas medidas de
estímulo que aún no habían sido debatidas por el Consejo de Gobierno del
organismo.
Draghi dijo en una conferencia del BCE que el banco central volvería a
relajar la política monetaria si la inflación no se aceleraba, diciendo
que en una reunión del Consejo celebrada hace menos de dos semanas se
habían “planteado y debatido” nuevas compras de bonos, recortes de tipos
de interés o cambios en la orientación a futuro en materia de política
monetaria del BCE.
El mensaje deprimió al euro y al rendimiento
de los bonos, lo que enfureció al presidente estadounidense Donald
Trump, quien acusó a Draghi de buscar ventajas comerciales injustas
mediante la devaluación de la moneda única.
Sin embargo, las
conversaciones mantenidas con seis fuentes al margen del congreso anual
del BCE celebrado en Sintra (Portugal) mostraron que los responsables de
establecer los tipos de interés no esperaban un mensaje tan fuerte y
que no había consenso sobre el camino a seguir.
Las fuentes, que
tienen conocimiento directo de la situación, dijeron que la posibilidad
de un recorte de los tipos de interés o de nuevas compras de activos se
había mencionado el mes pasado solo de pasada y que no se había
producido ningún debate sustantivo, ya que este se había centrado en un
nuevo paquete de préstamos.
Sin embargo, los mercados no se
mostraron nada impresionados con el mensaje de Draghi tras la reunión
sobre tipos de interés de junio.
Además, la escalada de la guerra
comercial mundial que se ha producido desde entonces y una serie de
malos indicadores económicos sugieren que muchos de los riesgos ya se
están materializando, lo que obliga a Draghi a reforzar su mensaje, dijo
una de las fuentes.
De
hecho, en su intervención del martes, Draghi dijo que vendrían más
estímulos si no se produjera una mejora, lo que supone un marcado cambio
de rumbo con respecto al mensaje de junio, cuando dijo que el BCE
actuaría en caso de “contingencias adversas”.
Las fuentes dijeron
que los dirigentes del BCE estaban preocupados por el hecho de que
Draghi estuviera lanzando las medidas de manera tan contundente a los
mercados, como un “hecho consumado” que no deja margen a la posibilidad
de desacuerdo al respecto en la próxima reunión del 25 de julio.
No
obstante, estas fuentes agregaron que, ante la escalada de la guerra
comercial mundial y las preocupaciones financieras en torno a Italia,
había poco apetito por dar batalla en julio.
Varias fuentes
agregaron que se dispondrá de muy poca información nueva antes de la
próxima reunión sobre tipos, por lo que sería difícil justificar que se
llegara a una conclusión diferente a la de junio.
No obstante,
dijeron que el debate sobre qué medidas podrían aplicarse, cuándo y en
qué orden seguía estando muy abierto. Un portavoz del BCE se negó a
hacer comentarios.
Algunos responsables de política monetaria
están a favor de la reanudación del programa de compra de bonos del BCE
por valor de 2,6 billones de euros, otros prefieren un simple refuerzo
de la promesa del BCE de no subir los tipos durante mucho tiempo y
algunos se inclinan por recortes de tipos, según las fuentes.
Varias de las personas consultadas consideraron que lo primero es cambiar el mensaje del BCE en materia de política monetaria.
Esto
podría significar dejar caer una referencia a cuándo podrían subir los
tipos, simplemente diciendo que se mantendrían en los niveles actuales
-o potencialmente más bajos- hasta que se cumplan determinadas
condiciones económicas, entre ellas un nivel de inflación, según
señalaron dos de las fuentes.
Esto permitiría al BCE mantener
las orientaciones a futuro durante un período más largo, sin tener que
retrasar una y otra vez el momento de comenzar a subir los tipos de
interés.
Otros se mostraron partidarios de reanudar las compras
de bonos soberanos por considerar que con ello se reducirían los costes
de endeudamiento de los Estados y se crearía indirectamente un margen de
maniobra fiscal para reaccionar ante la desaceleración económica.
Sin
embargo, esto planteaba algunos problemas. Después de comprar bonos por
valor de 2,6 billones de euros entre 2014 y 2018, el BCE ya casi es
titular de un tercio de la deuda pública de países como Portugal y
Alemania, un umbral que se ha comprometido a no superar para no
constituir una minoría de bloqueo en una eventual reestructuración de la
deuda.
Draghi dijo que el BCE haría pleno uso de su
flexibilidad, y algunas fuentes dijeron que este llamado “límite de
emisión” podría ser eliminado o eludido si fuera necesario.
Unas
cuantas fuentes apoyaron un recorte del precio del dinero, aunque esto
se complicaría aún más por la posible necesidad de mitigar el efecto
secundario sobre los bancos de unos tipos muy negativos a través de
exenciones.
Este
sistema, denominado “escalonado”, en el que los bancos pagan una tasa
de penalización reducida por una parte de su excedente de reservas, ha
tropezado con la oposición de amplios sectores del Consejo de Gobierno
debido a su complejidad.
Una fuente también señaló que corría el
riesgo de crear oportunidades de arbitraje para algunos bancos cuando
se combinaba con las operaciones de refinanciación a largo plazo del BCE
(TLTRO III), en las que se les paga a los bancos para que tomen
préstamos del BCE, siempre y cuando presten ese efectivo a los hogares y
a las empresas.
Una minoría opinó que el BCE debería abstenerse
de actuar, a menos que los datos económicos se deterioraran
significativamente y las expectativas de inflación se alejaran aún más
del objetivo del BCE.
No hay comentarios:
Publicar un comentario