Desde Argentina a Turquía, y pasando por Indonesia a México, las
economías emergentes se han visto sacudidas por las turbulencias
financieras. Pero no hay que perder de vista el mayor problema de todos,
que está a punto de convertirse en un enorme riesgo para el crecimiento mundial: China.
Las recurrentes advertencias sobre los riesgos del aumento de la deuda de China han existido durante casi una década,
aunque la crisis que muchos esperan aún no ha llegado. Pero con la
segunda economía más grande del mundo creciendo a su ritmo más débil
desde 1990 y los aranceles de Trump aumentando la presión, lo que genera un escenario de cierto nerviosismo.
En primer lugar, la deuda global de China a mediados de 2018 se situaba en torno al 250% del PIB,
un dato que no es particularmente elevado en el caso de los países en
desarrollo con cinco de los países del G7 como es el caso de Japón,
Francia, Canadá, el Reino Unido e Italia con ratios más elevados, y
Estados Unidos, con un ratio similar.
Pero el verdadero problema reside en la deuda corporativa que representa aproximadamente el 155% del PIB, y es superior a la de otras grandes economías.
China necesita urgentemente abordar su problema de deuda corporativa
antes de que se convierta en un obstáculo importante para el crecimiento
económico que ya se ralentiza. La deuda corporativa ha alcanzado niveles muy altos, aunque es cierto que el crecimiento del crédito y la deuda corporativa se han reducido gracias a los esfuerzos concertados en la regulación financiera, reducir el arbitraje regulatorio y mejorar el marco para la supervisión financiera.
Pero mientras tanto, el problema que acapara los titulares de China es la guerra comercial con Estados Unidos
que daña su crecimiento económico y sus expectativas. Por ello, el FMI
está revisando el crecimiento a la baja: "Se espera que se modere a 6,2%
y 6% en 2019 y 2020, respectivamente. La incertidumbre sobre las
tensiones comerciales sigue siendo alta".
Por supuesto un crecimiento del 6% es un dato envidiable desde el punto de vista de los países desarrollados, pero es que el crédito ha estado subiendo a tasas superiores al 20%,
lo que significa una burbuja en toda regla gracias a los tipos de
interés reales negativos impulsados desde el Banco Popular de China.
En los últimos años, se ha ido extendiendo el concepto "el aterrizaje de China"... Veremos si corre la misma suerte que países como Japón o España que alcanzaron ratios similares por el alto endeudamiento privado y vieron una fuerte contracción en sus respectivas economías.
La reanudación de la desaceleración gradual de China se debe a varios
factores. El primer motor es la política de Pekín de endurecimiento
selectivo que hemos comentado, también conocida como desapalancamiento financiero.
El objetivo principal de esta campaña era reducir la acumulación de
deuda, particularmente en las partes más peligrosas del sistema
financiero, incluyendo la banca en la sombra. Esta represión ha
provocado que la contribución de la banca en la sombra al crecimiento de los préstamos se haya vuelto negativa.
Los principales riesgos vienen del sector de la construcción y la vivienda,
ya que Pekín continúa tomando medidas drásticas en el mercado para
frenar la especulación. Los prestamistas chinos se enfrentarán a una
presión significativa si los precios de las viviendas caen entre un 20% y
un 30%, al igual que sucedió con la banca española tras el hundimiento
del ladrillo.
Se valora que a finales de 2018, los bancos comerciales chinos reportaron 2,03 billones de yuanes (259.000 millones de euros) en préstamos improductivos, o el 1,83% del total de sus préstamos. El ratio de morosidad se sitúa en el 1,74% un año antes.
Un segundo factor relacionado es la fuerte caída en el crecimiento de la inversión dirigida por el Estado.
En los últimos años, una regulación más estricta ha creado presiones de
financiación para los vehículos de financiación de los gobiernos
locales que solían ser los principales impulsores del gasto en
infraestructura local.
Esto ha reducido el crecimiento general de la inversión, aunque el crecimiento de la inversión privada se mantiene estable y claramente por encima del mínimo observado a mediados de 2016.
En tercer lugar, hay que reflejar las primeras consecuencias de la
escalada del conflicto con los Estados Unidos. Si bien las tensiones
comerciales todavía no han debilitado el crecimiento de las
importaciones y las exportaciones, han afectado a la confianza de las empresas y a los mercados bursátiles.
Deuda elevada, desaceleración del crecimiento y una coyuntura de guerra comercial son los motivos por los que el Banco Popular de China se ha puesto manos a la obra para intervenir con su política monetaria. Durante este año hemos visto grandes movimientos por parte de la autoridad monetaria para dar liquidez a la banca.
En enero, la autoridad monetaria movió la primera pieza... Inyectó 560.000 millones de yuanes (72.000 millones de euros) en su sistema bancario, una cantidad récord de dinero inyectado en un día, en una señal de que la economía podría estar enfrentando un enorme estrés.
La inyección de liquidez récord se realizó a través de “acuerdos de
recompra inversa” o la compra de bonos a corto plazo de algunos
prestamistas comerciales para que los bancos tengan más efectivo disponible.
Las ventas de los bonos se denominan "acuerdos de recompra" y ambas
medidas comprenden las “operaciones de mercado abierto” del banco
central.
También se han realizado movimientos en el coeficiente de reservas
que se exige a la banca. Si hace un año se situaba en el 16%, hoy se ha recortado hasta el 13,5%, lo que se traduce en la liberación de miles de millones de yuanes.
Por ahora se está combinando la inyección de fondos y la disminución del
coeficiente de reservas para mantener el sistema financiero, y
consecuentemente a la economía, a flote. Incluso, aún puede presumir de
tener una baza que jugar... La bajada de tipos de interés.
En comparación con sus homólogos europeos y japoneses, China tiene un
espacio político más obvio. Su tasa de referencia de préstamos a un año se ha mantenido en 4,35% desde 2015, muy por encima de cero.
(*) Analista financiero español
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