SAN SALVADOR.- En menos de 10 días, tres migrantes salvadoreños han muerto intentado
cruzar México para llegar a Estados Unidos en busca del tan anhelado
“sueño americano”.
El domingo, Óscar Martínez, Tania Ávalos y su hija Angie Valeria, de
un casi dos años, intentaron cruzar el caudaloso río Bravo, que separa
México de Estados Unidos, pero jamás llegaron a su destino. La peligrosa
corriente les arrebató la vida al padre y a la niña.
La imagen
de ambos, recostados boca abajo en la orilla del río, se volvió viral y
avivó el debate sobre la migración centroamericana en momentos en que
Estados Unidos y México han fortalecido su política de fronteras,
obligando a los migrantes a tomar peligrosos caminos para llegar al
norte.
En la foto se ve a la niña dentro de la camisa negra de su
padre, mientras su pequeño brazo derecho intenta aferrarse al cuello
del hombre. La trágica escena recuerda la muerte del pequeño niño
migrante sirio que se ahogó en 2015, tras naufragar la embarcación que
lo transportaba en las costas de Turquía.
Sus familiares contaron
que los migrantes estuvieron unos dos meses en un albergue en el estado
mexicano Chiapas, pero la familia se impacientó y emprendió su camino
al norte.
Rosa Ramírez, madre de Óscar, dijo a periodistas que su
hijo se fue porque en El Salvador no ganaba lo suficiente y tenía el
sueño de ahorrar para comprarse una casa propia.
“Desde la
primera vez que él me hizo el comentario que se querían ir, yo les decía
que no se fueran, que no tomaran esa decisión. Yo presentía, era un
presentimiento tan feo, una como madre sentía que algo podía pasar”,
dijo Ramírez en su pequeña vivienda ubicada a las afueras de San
Salvador.
Pero el río Bravo les hizo una mala jugada y sólo
Ávalos fue rescatada. Ella contó que la corriente se llevó primero a la
niña y fue su padre quien salió en su ayuda, pero ambos fueron
arrastrados por las aguas y desaparecieron. Las autoridades hallaron los
cuerpos el lunes.
El mandatario salvadoreño, Nayib Bukele,
prometió que el gobierno asumirá los gastos de repatriación de los
cuerpos. Su canciller, Alexandra Hill, exhortó a los salvadoreños a
desistir de emigrar de forma irregular.
“Les
imploro que no expongan a sus hijos y que no se expongan ustedes.
Dennos la oportunidad para darles una mejor calidad de vida. Le estamos
pidiendo al presidente Trump que le permita al presidente Bukele
demostrar que en este país la migración va a parar, pero eso que ha
sucedido por los últimos 20 años no se puede para en dos semanas de
gobierno”, dijo Hill.
Cada año, miles de guatemaltecos,
hondureños y salvadoreños huyen de la pobreza y violencia en casa y,
cruzando México, intentan llegar a Estados Unidos en busca de un mejor
futuro.
Mientras
organiza los servicios fúnebres de su hija, Darío Escobar exige a las
autoridades que hagan justicia por su muerte, supuestamente cometida por
la policía federal de México, cuando la joven intentaba llegar a
Estados Unidos.
Huyendo de la pobreza, Senaida Escobar Cerritos,
de 19 años, salió los primeros días de junio de El Salvador viajando
como ilegal para intentar reunirse con su padre en Santa Cruz,
California, y trabajar limpiando casas.
Pero el 14 de junio, tras
haber recorrido más de 1,400 kilómetros desde su natal Victoria, en El
Salvador, el vehículo en el que viajaba la joven junto a otros 16
migrantes salvadoreños fue atacado a tiros por supuestos policías en el
estado mexicano Veracruz.
Ella murió en el acto y otros dos
migrantes resultaron heridos de bala. La joven, que no terminó el
colegio, es considerada la primera víctima mortal desde que México
endureció su política migratoria para cumplir un acuerdo con la
administración de Trump.
“Quisiera justicia, que las personas que
hicieron esto, las personas que dispararon, que paguen con cárcel
porque fue una criatura que iba desarmada cuando la mataron”, dijo a
Reuters, con la voz quebrada, Darío Escobar.
Tras la muerte de su
hija, el jardinero de 58 años tuvo que volver de emergencia desde
Estados Unidos para coordinar la repatriación del cuerpo a El Salvador,
que le ha costado unos 6,000 dólares, según comentó.
“La
pobreza nos motiva (a) irnos y ver por la familia que la pase mejor acá
(El Salvador). Aunque uno sufre en Estados Unidos, que la familia la
pase bien es la meta de uno”, dijo.
Dentro de la humilde
vivienda, los familiares preparan el corredor, las coronas de flores
artificiales y los tamales que ofrecerán durante el velorio de la joven,
en un cantón del municipio Victoria, a 100 kilómetros al noreste de San
Salvador.
Los familiares esperan el miércoles el cuerpo de
Senaida para enterrarla el jueves. Mientras sus restos llegan, una vela
ilumina un retrato de la joven con toga y birrete, un recuerdo de su
graduación de noveno grado en la escuela de la empobrecida localidad,
fronteriza con Honduras.
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