ESTAMBUL.- Una estabilidad forzada con medidas a corto plazo: esta
es la situación de la lira turca en vísperas de la repetición de las
elecciones municipales a la alcaldía de Estambul, claves en un pulso
político que puede cambiar el rumbo del país.
El valor
de la lira frente al euro y al dólar es un factor fundamental para la
política y la popularidad del gobernante Partido Justicia y Desarrollo
(AKP) del presidente, Recep Tayyip Erdogan.
Un derrumbe como el que tuvo lugar en agosto pasado,
cuando la moneda perdió un 15 % de su valor en apenas una semana, no
solo hubiese tenido graves consecuencias para la economía del país
euroasiático, sino que probablemente también hubiese podido influir en
el resultado de las urnas.
Aquel desplome, que llevó a
valores de casi 8 liras por euro, fue de corta duración y la lira se
recuperó en gran parte durante el otoño.
Luego, en el
primer trimestre de 2019, se mantuvo estable en las 6 unidades por euro,
pero volvió a la senda bajista al acercarse la fecha de las elecciones
municipales del 31 de marzo pasado.
La mayoría de los
observadores del sector coinciden en que estas oscilaciones se deben en
primer lugar a la percepción de los mercados.
No son
tanto las cifras macroeconómicas las que perjudican a Turquía sino la
desconfianza de los inversores ante los mensajes contradictorios del
Gobierno y, especialmente, los discursos de Erdogan, habituado a atacar a
"los especuladores" durante sus mítines de campaña y a criticar las
medidas del Banco Central.
¿Por qué es tan débil la lira?
El
rápido crecimiento de la economía turca se ha debido al consumo
interno, por lo que hacía falta un continuo flujo de inversiones; la
retirada de estos capitales ha dejado la lira sin sostén. Las
exportaciones turcas no pueden suplirlo porque dependen en gran medida
de la importación de materias primas.
¿Qué hace el Banco Central?
Ante
una nueva amenaza de caída, el Banco vende divisas, una acción de corto
plazo que no se puede prolongar indefinidamente: sus reservas brutas
han bajado de 85.000 a 70.000 millones de dólares desde abril de 2018.
Aunque
la cifra actual parece sólida, economistas internacionales señalan que
parte de estas reservas vienen de acuerdos de transacciones "swap" con
otros bancos, y que sin estos préstamos, que deberán devolverse, las
reservas netas son mucho menores.
En los últimos
meses, el Banco ha elevado las exigencias de reservas para las deudas en
divisas de los bancos turcos, retirando así dólares del mercado, y en
mayo redujo del 40 % al 30 % el límite superior de los depósitos de
divisas, una tasa que justo un año antes había estado en el 55 %.
Finalmente,
ha desincentivado la compra de divisas mediante una tasa del 0,1 %, una
herramienta que estaba abolida desde 2008, y ha suspendido el mecanismo
de préstamos a una semana vista.
Todos estos movimientos han evitado un nuevo desplome de la lira, pero no han mejorado la confianza de los inversores.
¿Que debería hacer el Gobierno?
Los
economistas creen que será inevitable aplicar programas de austeridad
en línea con la estrategia habitual del Fondo Monetario Internacional
(FMI), aunque posiblemente sin contar con esa institución. Esto elevaría
el paro y conllevaría un empeoramiento de las condiciones de vida de
muchos ciudadanos, algo que el Gobierno de Erdogan ha querido evitar a
toda costa antes de la votación.
¿Cómo influyen las elecciones?
Durante
años, las victorias electorales del islamista AKP, el partido que
gobierna Turquía desde 2002, eran sinónimo de estabilidad para los
inversores. Pero la insistencia de este partido en recurrir la victoria
de la oposición en Estambul en marzo pasado tuvo el efecto contrario: al
añadir otros dos meses de incertidumbre política, volvió a empujar la
lira a la baja.
Esta tendencia se invirtió a
principios de junio y, especialmente desde el lunes pasado, la lira ha
vuelto a ganar valor, quizás porque la campaña se ha desarrollado en
términos cívicos, sin protestas masivas.
El peor
escenario para los inversores era pensar que tras una derrota en
Estambul, el Gobierno pueda decidir convocar elecciones anticipadas.
Pero nada indica, de momento, que se vea obligado a hacerlo. Tendrá por
delante cuatro años sin comicios, en los que podrá aplicar las medidas
necesarias para sanear la economía.
Si la oposición
recupera la alcaldía de Estambul, como predicen algunos sondeos, el
margen de maniobra del Gobierno para paliar los efectos en los sectores
más pobres de la población y de incentivar el empleo mediante políticas
municipales será mucho menor y el desgaste político del AKP será mayor.
Pero
una aceptación de los resultados y una correcta cohabitación de
Gobierno y oposición podría devolver la confianza a los mercados y
estabilizar la lira sin necesidad de intervenciones del Banco Central.
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