LONDRES.- Mario
Draghi ha tenido varios días difíciles en el trabajo desde que se
convirtió en presidente del Banco Central Europeo. Desde el riesgo de un
colapso del euro hasta la amenaza de una deflación absoluta, Draghi se
ha librado de los escépticos y ha superado las expectativas sobre lo que
puede hacer el BCE.
Sin
embargo, cuando el Consejo de Gobierno del banco se reúna esta semana,
los responsables políticos se enfrentarán a un nuevo desafío. El
panorama económico, aunque preocupante, es claramente más benigno que
durante la crisis de deuda de la eurozona. Dado que Draghi se retirará a
fines de octubre, el BCE se enfrenta a un conflicto de credibilidad
sobre el reemplazo y si este estará a la altura del trabajo. Entretanto,
es mejor que Draghi actúe contundentemente en la economía en vez de
esperar hasta que la situación macroeconómica empeore.
La
principal preocupación es la perspectiva de inflación, que está muy por
debajo del objetivo del banco central, justo por debajo de 2%. El
martes, las estadísticas oficiales revelaron que la tasa de inflación
general de la eurozona se sitúa en 1,2% en lo corrido del año hasta
mayo, frente a 1,7% en abril.
La inflación anual básica, que elimina
elementos volátiles como alimentos y energía, fue de 0,8%. Esta
disminución se debe en parte a efectos del calendario, por lo que la
presión sobre los precios debería aumentar ligeramente en junio. No
obstante, las expectativas de inflación caen en picada: las tasas de
inflación a cinco años en cinco años, una medida de las estimaciones
futuras del mercado, bajaron a 1,28% el martes, muy cerca de un mínimo
histórico.
Para
ser justos, la economía de la eurozona no ha tenido un mal comienzo de
año. El crecimiento trimestral se recuperó a 0,4% en los primeros tres
meses, y el desempleo sigue cayendo, llegando a 7,6% en abril, su punto
más bajo desde agosto de 2008.
La caída en la medida de los swaps de
inflación parece impulsada por cambios en las primas de riesgo globales y
solo en menor medida por las expectativas de inflación "reales", según
el BCE y analistas independientes.
A excepción de Italia, los
rendimientos de los bonos en los países miembro más débiles de la
eurozona están bajo control (en cualquier caso, son demasiado bajos).
Estos
no son los tipos de temores que llevaron a Draghi a anunciar que haría
"lo que fuera necesario" para rescatar al euro o aplicar una expansión
cuantitativa para evitar que la unión monetaria se convirtiera en un
Japón deflacionario.
El
problema es que el BCE parece cada vez más impotente. Tiene muchas
armas para reiniciar el crecimiento si la eurozona termina al borde de
una nueva recesión; por una parte, podría reiniciar sus compras netas de
bonos.
Pero los riesgos para la moneda única provienen cada vez más del
ámbito externo a la política monetaria. Si el presidente de Estados
Unidos, Donald Trump, quiere una confrontación comercial con China, poco
puede hacer Draghi o su sucesor.
Lo
más importante es que la capacidad del BCE para contrarrestar cualquier
choque depende de los hombres y mujeres que lo manejan. Philip Lane,
quien acaba de reemplazar a Peter Praet como economista jefe del banco,
agregará talento y rigor intelectual muy necesario en el Comité
Ejecutivo. Sin embargo, mientras continúen las dudas sobre el próximo
presidente, la eficacia del BCE será silenciada.
Por
ahora, Draghi puede demostrar que todavía controla el mensaje. El BCE
ofrecerá una nueva ronda de préstamos ultrabaratos a los bancos para que
puedan seguir prestando a tasas favorables a familias y empresas.
Todavía no ha anunciado el precio de los préstamos, pero debería ser lo
más generoso posible, dado el empeoramiento de la perspectiva global.
También vale la pena considerar un nuevo recorte en su tasa de depósito
negativa, que los bancos pagan por guardar su dinero en el banco
central.
Esto también ayudaría a mantener bajo el valor del euro, que ha
subido desde que los inversionistas empezaron a apostar sobre un
recorte de tasas por parte de la Fed.
Draghi no querrá atar las manos a su sucesor, pero debe asegurarse de
que el BCE siga brindando el mayor apoyo posible hasta el momento de su
renuncia. Se necesita un último esfuerzo del hombre que salvó al euro.
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