miércoles, 5 de junio de 2019

El BCE parece cada vez más impotente

LONDRES.- Mario Draghi ha tenido varios días difíciles en el trabajo desde que se convirtió en presidente del Banco Central Europeo. Desde el riesgo de un colapso del euro hasta la amenaza de una deflación absoluta, Draghi se ha librado de los escépticos y ha superado las expectativas sobre lo que puede hacer el BCE.

Sin embargo, cuando el Consejo de Gobierno del banco se reúna esta semana, los responsables políticos se enfrentarán a un nuevo desafío. El panorama económico, aunque preocupante, es claramente más benigno que durante la crisis de deuda de la eurozona. Dado que Draghi se retirará a fines de octubre, el BCE se enfrenta a un conflicto de credibilidad sobre el reemplazo y si este estará a la altura del trabajo. Entretanto, es mejor que Draghi actúe contundentemente en la economía en vez de esperar hasta que la situación macroeconómica empeore.
La principal preocupación es la perspectiva de inflación, que está muy por debajo del objetivo del banco central, justo por debajo de 2%. El martes, las estadísticas oficiales revelaron que la tasa de inflación general de la eurozona se sitúa en 1,2% en lo corrido del año hasta mayo, frente a 1,7% en abril. 
La inflación anual básica, que elimina elementos volátiles como alimentos y energía, fue de 0,8%. Esta disminución se debe en parte a efectos del calendario, por lo que la presión sobre los precios debería aumentar ligeramente en junio. No obstante, las expectativas de inflación caen en picada: las tasas de inflación a cinco años en cinco años, una medida de las estimaciones futuras del mercado, bajaron a 1,28% el martes, muy cerca de un mínimo histórico.
Para ser justos, la economía de la eurozona no ha tenido un mal comienzo de año. El crecimiento trimestral se recuperó a 0,4% en los primeros tres meses, y el desempleo sigue cayendo, llegando a 7,6% en abril, su punto más bajo desde agosto de 2008. 
La caída en la medida de los swaps de inflación parece impulsada por cambios en las primas de riesgo globales y solo en menor medida por las expectativas de inflación "reales", según el BCE y analistas independientes. 
A excepción de Italia, los rendimientos de los bonos en los países miembro más débiles de la eurozona están bajo control (en cualquier caso, son demasiado bajos).
Estos no son los tipos de temores que llevaron a Draghi a anunciar que haría "lo que fuera necesario" para rescatar al euro o aplicar una expansión cuantitativa para evitar que la unión monetaria se convirtiera en un Japón deflacionario.
El problema es que el BCE parece cada vez más impotente. Tiene muchas armas para reiniciar el crecimiento si la eurozona termina al borde de una nueva recesión; por una parte, podría reiniciar sus compras netas de bonos. 
Pero los riesgos para la moneda única provienen cada vez más del ámbito externo a la política monetaria. Si el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, quiere una confrontación comercial con China, poco puede hacer Draghi o su sucesor.
Lo más importante es que la capacidad del BCE para contrarrestar cualquier choque depende de los hombres y mujeres que lo manejan. Philip Lane, quien acaba de reemplazar a Peter Praet como economista jefe del banco, agregará talento y rigor intelectual muy necesario en el Comité Ejecutivo. Sin embargo, mientras continúen las dudas sobre el próximo presidente, la eficacia del BCE será silenciada.
Por ahora, Draghi puede demostrar que todavía controla el mensaje. El BCE ofrecerá una nueva ronda de préstamos ultrabaratos a los bancos para que puedan seguir prestando a tasas favorables a familias y empresas. 
Todavía no ha anunciado el precio de los préstamos, pero debería ser lo más generoso posible, dado el empeoramiento de la perspectiva global. También vale la pena considerar un nuevo recorte en su tasa de depósito negativa, que los bancos pagan por guardar su dinero en el banco central. 
Esto también ayudaría a mantener bajo el valor del euro, que ha subido desde que los inversionistas empezaron a apostar sobre un recorte de tasas por parte de la Fed.
Draghi no querrá atar las manos a su sucesor, pero debe asegurarse de que el BCE siga brindando el mayor apoyo posible hasta el momento de su renuncia. Se necesita un último esfuerzo del hombre que salvó al euro.

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