MOSCÚ.- A fines de 2015, los gerentes de Rosneft, la petrolera controlada por el
Estado ruso, alertaron a sus jefes sobre las inversiones en Venezuela.
El socio local de la empresa, PDVSA, debía cientos de millones de
dólares, según documentos internos, y no parecía haber posibilidad de
que las cosas mejoraran.
“Será así por toda la eternidad”, escribió un auditor interno de
Rosneft en un correo electrónico a un colega en noviembre de 2015,
quejándose de que no había avances para que PDVSA explicara un agujero
de 700 millones de dólares en el balance general de una empresa
conjunta.
El correo electrónico es parte de una gran cantidad de
comunicaciones internas de Rosneft, incluidas
presentaciones, copias de cartas oficiales, notas y hojas de cálculo.
Los documentos cubren las operaciones de la firma en Venezuela entre
2012 y 2015.
Fue un período en el que otras petroleras
internacionales abandonaron el país o estaban congelando inversiones en
Venezuela, preocupadas por políticas del gobierno socialista.
Pero
Rosneft aumentó su participación en empresas conjuntas con PDVSA y
prestó aún más dinero, según los documentos. Rosneft se mantuvo junto a
su socia mientras el Kremlin apoyaba al presidente Hugo Chávez y a su
sucesor, Nicolás Maduro.
Rosneft ha invertido alrededor de 9.000
millones de dólares en proyectos en Venezuela desde 2010, pero aún no ha
alcanzado el punto de equilibrio, según cálculos en base a
informes anuales de la petrolera rusa, sus revelaciones públicas y
documentos internos.
Los documentos de Rosneft también revelan que:
- Los rusos creían que se les debían cientos de millones de dólares de sus empresas conjuntas con PDVSA.
- La producción de petróleo en las empresas conjuntas fue mucho menor que la proyectada.
- Las empresas conjuntas tuvieron problemas para conseguir el equipo básico de perforación.
-
Los rusos creían que PDVSA gastó millones de dólares de una empresa
conjunta en “proyectos sociales” en un área remota donde solo vivían
unos pocos cientos de personas.
- Los gerentes señalaron los
problemas al director ejecutivo de Rosneft, Igor Sechin, quien ordenó
medidas para enderezar la nave.
Desde finales de 2015, el final
del período cubierto por los documentos, algunos de los problemas de
Rosneft se han aliviado porque ha tomado un mayor control accionario y
de las operaciones, pero sigue invirtiendo con fuerza en una empresa y
un país que están en crisis.
La razón por la que Rosneft aumentó
su apuesta fue política, según dos personas cercanas a la firma y otras
dos con vínculos a los proyectos en Venezuela. Se espera que la
petrolera rusa ayude a apuntalar a los aliados de Moscú en Caracas,
dijeron.
“Desde el principio fue un proyecto puramente político.
Todos tuvimos que contribuir”, dijo un ejecutivo de una petrolera rusa
que se asoció con Rosneft en Venezuela.
La persona que supervisa
esta relación comercial estratégica es uno de los principales
lugartenientes del presidente Vladimir Putin: el presidente ejecutivo de
Rosneft, Igor Sechin.
Ambos se conocen desde principios de la
década de 1990, cuando trabajaban en la oficina del alcalde de San
Petersburgo. Cuando Putin fue a Moscú para convertirse en funcionario de
rango medio de la presidencia, Sechin fue con él. “Me gustó”, dijo
Putin a los autores de un libro sobre su vida. “Cuando me mudé a Moscú,
Sechin me pidió venir conmigo. Lo llevé”.
Un busto de Chávez
recibe a los visitantes de las oficinas de Rosneft en Caracas. Sechin a
menudo pide ver los mensajes a Maduro antes de que se envíen y agrega la
frase: “¡Viva la revolución!” dijo un exempleado de Rosneft.
Rusia
considera su relación con Caracas como una forma de proyectar
fortaleza, según Alexander Gabuev, miembro principal del Centro Carnegie
de Moscú, un grupo de expertos.
Venezuela es un gran comprador
de armas rusas. Los miles de millones de dólares que Rosneft ha
invertido en el país petrolero son un incentivo adicional para que Moscú
se mantenga al lado de su antiguo aliado.
La historia de la
problemática asociación de Rosneft llega en momentos de una profunda
crisis en PDVSA. La fortuna del país está estrechamente ligada a la de
la petrolera venezolana, que aporta el 90 por ciento de los ingresos de
exportación del país.
Los documentos de Rosneft proporcionan evidencia reciente de la mala gestión de largo plazo en PDVSA.
El
secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, dijo el 11 de
marzo que Rosneft “sigue comprando cargamentos de petróleo crudo de
PDVSA, desafiando las sanciones (...) Y el presidente ejecutivo de
Rosneft, Igor Sechin, sigue lanzando un salvavidas al régimen”.
Pero
el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, dijo que las decisiones de
Rosneft fueron impulsadas por los intereses de sus accionistas. También
negó que el Kremlin presionara a la firma para que invirtiera en
Venezuela.
“En primer lugar, Rosneft trabaja como una empresa
comercial en todos los rincones del mundo y trabaja para obtener
ganancias. Por lo tanto, esto es lo que hace en Venezuela”, dijo Peskov.
“Naturalmente,
proyectos de tal importancia se planifican a largo plazo. En cuanto a
las evaluaciones de rentabilidad de los proyectos, eso es para la
empresa en sí misma, no es una pregunta para nosotros”, agregó.
Ni Rosneft ni PDVSA respondieron a las solicitudes de comentarios para este artículo.
En
septiembre de 2012, en un sitio de perforación en la cuenca del
Orinoco, Sechin llenó un frasco con petróleo y lo levantó en el aire
para marcar el momento en que su empresa se unió a las filas de las
principales petroleras mundiales.
Rosneft era parte de un
consorcio ruso que había adquirido una participación del 40 por ciento
en el campo petrolero Junín-6 en Venezuela. PDVSA tenía el otro 60 por
ciento.
Rosneft, que ya extraía petróleo de sus campos en
Siberia, ahora también tenía presencia en el extranjero, aprovechando
algunas de las reservas de crudo más grandes del mundo a la vera del río
Orinoco.
“Hoy es un día histórico”, dijo Sechin a la televisión
estatal rusa en la ceremonia que marcó el inicio de la producción. “Las
compañías rusas han demostrado su derecho a estar entre los líderes del
sector petrolero mundial”.
Pero poco tiempo después de las
triunfales palabras de Sechin, el proyecto de Rosneft en la cuenca del
Orinoco tenía problemas, según muestran los documentos revisados por
Reuters.
En noviembre de 2012, sin preguntar a sus socios rusos,
PDVSA cerró una de las cuatro plataformas de perforación en Junín-6 y la
retiró, según un informe del consorcio ruso. Los pobladores organizaron
protestas que bloquearon aún más el trabajo. A finales de ese año sólo
se habían perforado seis pozos, muy por debajo del objetivo del proyecto
de 47.
Las piezas de repuesto para la perforación en Junín-6 se
adquirieron en una unidad de PDVSA llamada Bariven, pero conseguir los
equipos tomó de 10 a 18 meses, según los documentos. Las plataformas de
perforación no operaban el 37 por ciento del tiempo. En promedio, se
necesitaron 49 días para perforar un solo pozo, en lugar de los 22 días
previstos.
Los pronósticos de producción de Junín-6 se
redujeron. Rosneft había dicho en septiembre de 2012 que el campo
entregaría 20.000 barriles por día para fin de año. Pero a lo largo de
2012 produjo solamente un total de 21.400 barriles.
Tres años
después, había pocas señales de mejora. Un informe de Rosneft sobre los
tres primeros trimestres de 2015 citó la construcción de pozos “de una
calidad insatisfactoria” y “trayectorias no óptimas” de pozos.
A
finales de ese año el pronóstico para la producción máxima de petróleo
de Junín-6 se había reducido de 450.000 bpd a 250.000 bpd. El proyecto
insignia de Rosneft había perdido su brillo.
Los problemas
continúan en la cuenca del Orinoco, según líderes sindicales que
dijeron que en los campos al este de Junín sólo
hay unas pocas docenas de plataformas de perforación funcionando de
forma simultánea.
Los trabajadores se quejan de que no tienen
equipo básico como botas, guantes y cascos. La situación en las oficinas
de PDVSA no es mejor. El papel escasea. En un vano esfuerzo por
contener el éxodo de trabajadores, algunos departamentos de Recursos
Humanos tienen letreros que dicen “No renuncie”.
La vida en
Venezuela tampoco es fácil para el personal de Rosneft. A menudo no hay
agua corriente en el distrito de Caracas donde viven, dijo un ruso que
conoce a familias que moran allí. Un par de veces a la semana, un camión
cisterna llega y llena los contenedores de agua en cada departamento.
Dos
de los socios rusos de Rosneft en Junín-6 se retiraron. Surgutneftegaz
decidió abandonar el proyecto en noviembre de 2012. En diciembre de
2014, la segunda petrolera más grande de Rusia, Lukoil, anunció que
también dejaba la iniciativa.
“Mucha gente en Lukoil respira
aliviada por no haber tenido que poner miles de millones de dólares en
Venezuela”, dijo un ejecutivo del consorcio Junín-6.
Surgutneftegaz no respondió a una solicitud de comentarios, mientras que Lukoil no quiso referirse al tema.
Rosneft
compró la participación de Surgutneftegaz y Lukoil por más de 300
millones de dólares, estimaron analistas, lo que profundizó su
exposición a Venezuela.
También adquirió una participación
perteneciente a TNK-BP cuando compró la firma ruso-británica en un
acuerdo de 55.000 millones de dólares en 2013. Eso dejó a Gazpromneft,
la unidad petrolera de la empresa estatal de gas Gazprom, como el único
socio ruso de Rosneft en Junín-6.
Rosneft también tenía cuatro proyectos
petroleros más pequeños con PDVSA en ese momento: Carabobo,
Petromonagas, Boquerón y Petroperija. Todos mostraron problemas durante
este período, según muestran los informes internos de Rosneft.
Los
informes internos de Rosneft de 2015 concluyeron que las tasas de flujo
de crudo previstas en el contrato para los campos de Carabobo “no eran
alcanzables”. En Petromonagas, el trabajo de mala calidad causó retrasos
en la perforación.
En Petroperija, la producción estaba cayendo
y la empresa conjunta no tenía dinero para comprar equipos de bombeo
esenciales; mientras que en el campo de Boquerón, un compresor roto -un
dispositivo para elevar la presión del gas- no se pudo reparar porque la
cuenta bancaria de la empresa conjunta no tenía fondos.
Si
obtener petróleo de sus proyectos era un problema para Rosneft, lograr
ingresos no resultaba más sencillo, según muestran los documentos.
El
informe del consorcio ruso sobre las operaciones en Junín-6 en 2012
encontró que PDVSA había tomado 12 millones de dólares del presupuesto
para gastos sociales en la población local, sin consultar a Rosneft.
Solo 350 personas vivían en el área cubierta por la concesión, unos 447
kilómetros cuadrados de matorrales montañosos en la orilla norte del río
Orinoco.
En el segundo semestre de 2014, Rosneft ordenó una
auditoría del proyecto Junín-6 para verificar la “distorsión de la
contabilidad financiera” y los “gastos injustificados”. No se pudo
determinar las conclusiones de la auditoría.
Los gerentes de
Rosneft ordenaron a los auditores de la compañía investigar los flujos
de dinero entre PDVSA y las empresas conjuntas Petromonagas, Petroperija
y Boquerón, según muestran los documentos internos relacionados con la
auditoría.
La auditoría concluyó que PDVSA había rebajado las
ganancias por venta de petróleo de Petromonagas en unos 700 millones de
dólares. PDVSA desafió esta cifra, según muestra otro documento, y
finalmente fue revisada a 500 millones de dólares.
En un
documento del 30 de abril de 2015, Sechin aprobó los hallazgos de la
auditoría y un plan para proteger las inversiones de Rosneft con una
serie de medidas que se implementarían a fines de mayo de ese año.
Las
medidas incluyeron la instalación de estaciones de medición para
monitorizar la cantidad de petróleo que se bombeaba a los clientes y,
por lo tanto, cuánto dinero deberían ganar las empresas.
Rosneft
quería un asesor independiente para rastrear cómo las empresas
conjuntas gastaban el dinero y pedía que PDVSA dejara de contratar a sus
propias subsidiarias sin firmar contratos. No se pudo determinar
si las medidas se pusieron en marcha.
Unos meses más tarde, en
octubre de 2015, el primer vicepresidente de Rosneft Eric Liron informó a
Sechin que aún existía un desacuerdo con PDVSA sobre la liquidación de
cuentas con las empresas conjuntas. Liron escribió en una nota a Sechin:
“A partir del 15.08.2015, PDVSA está en incumplimiento técnico”.
Meses
de esfuerzos para obtener el dinero, en el que la oficina de Rosneft en
Venezuela y los altos ejecutivos de la sede central participaron en
negociaciones con funcionarios de PDVSA, no lograron resultados.
El
auditor interno de Rosneft declaró en el correo electrónico de
noviembre de 2015 a su colega que el problema estaba “sin resolver
debido a la mala salud financiera de nuestro socio”, en referencia a
PDVSA.
Al analizar una propuesta para ampliar el plazo interno a
fin de solucionar el problema, el auditor preguntó cuál sería el punto
de tomar esa decisión. “¿Recuperará (PDVSA) su salud para ese momento, o
morirá y la pregunta ya no será relevante?”, escribió en ese correo
electrónico.
El auditor dejó Rosneft en 2016, de acuerdo con su perfil de LinkedIn.
Se
suponía que Rosneft recibiría su parte de los ingresos de las ventas de
petróleo en forma de dividendos. A partir del cuarto trimestre de 2015,
las presentaciones internas mostraron que a la empresa rusa se le
debían dividendos de tres de sus empresas conjuntas. El adeudo total era
de 337 millones de dólares.
Las presentaciones citan entre los
objetivos estratégicos de cada uno de los tres proyectos: “Recibiendo
dividendos impagos” de PDVSA.
Desde el período cubierto por los documentos, Rosneft ha actuado para tener un mayor control de sus inversiones.
La
empresa rusa dice que PDVSA ha pagado gran parte de su deuda. En un
informe financiero publicado el 5 de febrero de 2019, dijo que los
préstamos que extendió a su par venezolana, que habían ascendido a unos
6.500 millones de dólares, ahora se habían reducido a 2.300 millones.
Pero quedan serios desafíos por delante.
Los
propios informes y evaluaciones de Rosneft hechos por analistas de
energía muestran que los proyectos de la compañía en Venezuela todavía
producen menos petróleo del que se anticipó originalmente, con planes de
desarrollo archivados o atrasados.
La empresa conjunta
emblemática de Rosneft en Venezuela, el campo Junín-6, todavía está
estancada en la fase de exploración y producción de prueba, escribió
Rosneft en su informe anual de 2017.
Un ejecutivo del socio ruso
Gazpromneft fue más allá y dijo que el proyecto ahora “no tiene sentido
comercial”, sin dar mayores detalles. Y Rosneft no respondió sobre la viabilidad comercial del proyecto.