Desde 1953, los agentes del
centro de escuchas británico (GCHQ, en inglés) han trabajado para
interceptar comunicaciones y romper claves de cifrado desde ese
inmueble, ubicado en la estrecha Palmer Street, frente a la estación de
metro de St James's Park.
La organización de inteligencia, que ha jugado un papel
clave en la seguridad del Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial y
en la Guerra Fría, solo ha desvelado el emplazamiento una vez ha
abandonado el edificio.
Ahora se ha conocido que desde
allí se coordinaron dispositivos de seguridad durante los Juegos
Olímpicos de 2012 y se han desarrollado programas contra el terrorismo y
el crimen organizado en los últimos años.
Unas
discretas cámaras en la fachada eran el único signo que podía hacer
sospechar a los transeúntes que caminaban frente a una de las sedes de
la agencia, que desde 2013 ha sido objeto de polémica por el programa de
vigilancia mundial a través de internet que reveló Edward Snowden.
Los
documentos del antiguo espía desvelaron que el GCHQ colocó aparatos
para interceptar la información de internet que circula por los cables
de fibra óptica que conectan a las islas británicas con el resto de
Europa y Estados Unidos.
La ambición de esa
estructura, que podía recolectar 10 gigabits de información por segundo,
quedaba patente en algunos de los textos internos de la agencia que
fueron aireados, con títulos grandilocuentes como "Mastering the
Internet" (Dominando internet) y "Global Telecoms Explotation"
(Explotación global de las telecomunicaciones).
Desde
que estalló la polémica, la agencia de inteligencia, que trabaja junto a
los espías del MI5 (servicio interior) y el MI6 (servicio exterior), ha
iniciado una campaña para limpiar su imagen y aparecer como una
organización más transparente y amable ante los ciudadanos británicos.
En
particular, ha puesto un especial énfasis en dar a conocer su historia,
que tiene su punto álgido en el final de la Segunda Guerra Mundial,
cuando su personal logró descifrar los mensajes codificados de los nazis
con la célebre máquina Enigma.
El matemático Alan
Turing, uno de los padres de la computación moderna, fue uno de los
protagonistas de aquel empeño, que requirió a miles de personas
trabajando desde Bletchely Park, las instalaciones que el centro de
escuchas construyó en la campiña inglesa.
Tras la
guerra, a principios de 1950, el GCHQ trasladó una parte del personal
que mantenía en Londres al oeste de Inglaterra y decidió dejar en la
capital británica una sede más pequeña, en la que lidiaría con los
documentos secretos más sensibles y donde estaría el despacho del
director de la agencia.
Fue entonces cuando el
Ministerio de Trabajo cedió para ese propósito un edificio de oficinas
recién construido en el centro de la ciudad, a pocos minutos a pie del
palacio de Buckingham y el palacio de Westminster.
El
GCHQ, que en 2019 celebra el centenario de su creación, ha vendido ahora
el edificio a una compañía privada, pero no ha revelado todavía cuál
será su futuro uso. También ha asegurado que mantendrá su presencia en
Londres, pero no ha detallado dónde estarán sus nuevas oficinas.
Pese
a que todavía mantiene algunos secretos, la voluntad de transparencia
llevó en 2016 a la agencia a convertirse en el primer servicio de
espionaje del Reino Unido en abrir una cuenta de Twitter.
Desde
ese canal suelen publicar acertijos, puzles y problemas matemáticos que
les permiten identificar a posibles candidatos para trabajar como
agentes de inteligencia. Los aspirantes, en todo caso, ya saben que si
son contratados no irán a trabajar a Palmer Street.
Una base militar en el Ártico, símbolo de la ambición de Rusia
Agua caliente, gimnasio,
sauna y... soldados armados en motonieve. En el archipiélago ártico de
Nueva Siberia, el ejército ruso presume de una base militar moderna,
símbolo de las ambiciones del Kremlin en esta región rica en
hidrocarburos.
El "Trébol del Norte" acoge a 250 soldados en la
isla Kotelny, más allá del círculo polar. Es un modelo para futuras
instalaciones militares en el Ártico, una región estratégica para Moscú.
"El Trébol del Norte es el primer asentamiento permanente
de las fuerzas armadas rusas capaz de vivir de forma autárquica.
Nuestras reservas de agua y de provisiones nos permiten aguantar un
año", explica Vladimir Pasechnik, comandante del grupo táctico de la
Flota del Norte que ocupa la base, a un grupo de periodistas invitados
por el ejército.
La isla Kotelny albergó una base militar
soviética que quedó abandonada con la caída de la URSS en 1993. A partir
de 2014 el ejército la remodeló, construyendo instalaciones conectadas
por pasadizos cerrados para que los soldados eviten exponerse a
temperaturas extremas de hasta -50°C o se topen de frente con osos
polares.
Al principio los osos se
acercaban con curiosidad para observar su nuevo entorno, recuerda
Evgueni Kaziev, encargado de los sistemas de misiles de defensa costera
"
Bastion", destinados a defender la isla de los buques.
Cuando los militares ya estaban asentados, los osos "se alejaron de la base y ya no nos molestan", añade.
A falta de un aeródromo
para el aterrizaje de aviones, el material para la construcción de la
base se descargó en paracaídas. Las condiciones climáticas cambian
constantemente, con una temperatura promedio de -15°C.
"Aunque las condiciones
afuera son difíciles, nos vestimos con ropa de abrigo y nuestro
equipamiento nos permite realizar misiones en el exterior", asegura
Rinat Uformanov, subcomandante de la base, ataviado con ropa de
camuflaje blanca y gris y shapka (gorro térmico ruso con orejeras).
El
ministerio de Defensa ruso, deseoso de atraer a voluntarios para
trabajar en una región alejada de todo, ensalza el tipo de vida en la
base, con sala de billar y de pimpón, cantina, sauna y gimnasio.
No tienen internet ni red telefónica pero los soldados
disponen de agua caliente las 24 horas del día gracias a un sistema de
deshielo y de depuración de la nieve, desarrollado especialmente para el
Ártico que permite almacenar 20.000 m3 de agua durante el invierno.
El
"Trébol del Norte" es la primera base rusa del Ártico a la que tiene
acceso la prensa pero existen otras más pequeñas como la que alberga 150
soldados en la Tierra de Francisco José, más al oeste. Fue construida
siguiendo el modelo de Kotelny. Y hay más previstas.
En 2017, el ejército ruso
aseguró haber descubierto 11 nuevas islas y seis estrechos en el
Ártico, un anuncio que reforzó las aspiraciones de Rusia en esta región
disputada y rica en recursos naturales todavía poco explotados.
El
martes y miércoles próximos se celebrará un foro en San Petersburgo, en
presencia del presidente ruso Vladimir Putin y de dirigentes
extranjeros, para abordar el desarrollo económico de esta región, en la
que se contraponen los intereses de cinco países, entre ellos Rusia y
Estados Unidos.
Rusia espera convertirse en la primera potencia económica y
militar de la zona aprovechando el cambio climático y el deshielo que
deberían abrir nuevas rutas comerciales hacia el Gran Norte.
Moscú
apuesta por el Paso del Noreste, que conecta el océano Atlántico con el
Pacífico a través del Ártico y simplificará a Rusia el
aprovisionamiento en hidrocarburos al sudeste asiático. En septiembre de
2018, un buque portacontenedores rompehielos danés llegó a San
Petersburgo tras haber cruzado el Ártico por esta ruta marítima.
Las organizaciones ecologistas están preocupadas por las repercusiones en un ecosistema muy frágil.
En
la isla Kotelny, el comandante Vladimir Pasechnik asegura que el
ejército se interesa por el tema medioambiental y limpió los restos de
la antigua base soviética después de 20 años de abandono.
"Hasta
1993, el carburante se suministraba en barriles metálicos y muchos de
ellos se acumularon aquí, generando una amenaza para la ecología de la
isla. El comandante tomó la decisión de limpiar estos residuos".