NUEVA YORK.- Cuando
las personas me dicen que África será la nueva China, ya no soy tan
incrédulo como solía serlo. El continente está mostrando potencial y el
progreso podría derivarse de lo que muchos consideran un sector
altamente improbable: la manufactura. Inversionistas
-muchos de los cuales son empresarios privados de China- están
construyendo fábricas en todo África.
Otros inversionistas de India, Sri
Lanka y Bangladesh se están uniendo a la tendencia, mientras que
compañías automotriz de Japón, Alemania y Corea del Sur han manifestado
su intención de abrir plantas de ensamblaje en lugares como Etiopía,
Tanzania y Ghana. Entretanto, el crecimiento general africano vislumbra
un panorama impresionante.
El Fondo Monetario Internacional pronostica
que 6 de las 10 principales economías de más rápido crecimiento este año
serán africanas:
La
manufactura es solo un factor. También tienen gran relevancia la
recuperación de los precios de los recursos naturales y la urbanización
(que crea más demanda de servicios locales).
Así las cosas, es probable
que haya mucha más manufactura de lo que sugieren las estadísticas
oficiales, dado que solo una pequeña parte de los trabajadores africanos
está empleada en el sector formal.
Por
ende, a pesar de una infinidad de desafíos políticos -una mezcla
fragmentada de gobiernos, naciones frágiles con límites artificiales
definidos por los imperios coloniales del pasado, guerras intermitentes y
violencia, muchos países africanos estarían empezando desde abajo, a
través del desgastado camino del crecimiento por manufactura que ya ha
recorrido el mundo desarrollado.
Entretanto, en el este y sudeste de
Asia, países pobres como Vietnam y Bangladesh están abriendo fábricas a
un ritmo aún más rápido. Aunque pocos pretenden que este proceso
igualará el nivel de vida al de Europa o Japón en el futuro cercano, hay
esperanza de que la industrialización global al menos aliviará la
pobreza extrema.
No
obstante, muchas personas, como el Premio Nobel de Economía Joseph
Stiglitz e investigadores de Brookings Institution, consideran que
África y Asia del Sur no pueden seguir la estrategia que funcionó tan
bien para Europa y el Lejano Oriente.
Según ellos, la automatización
hará que la manufactura masiva y trabajosa se torne obsoleta. Aluden a
la reciente experiencia de países desarrollados donde el trabajo de
manufactura ha disminuido en el espectro total de empleo en años
recientes.
Cuando las mejoras a la productividad superan la demanda de
productos manufacturados -es decir, cuando la automatización crece más
rápidamente que la producción- la cantidad de trabajadores empleados en
las fábricas debe disminuir.
Ni
siquiera China es inmune. Un nuevo artículo de los economistas Osea
Giuntella y Tianyi Wang revela que las regiones con industrias más
dispuestas ante el uso de robots industriales han evidenciado una mayor
reducción del empleo y los salarios en años recientes.
Sin embargo,
China ya está industrializada; el verdadero peligro es para los países
que aún son pobres. Stiglitz resalta que en África subsahariana, la
manufactura representó un menor porcentaje del producto interno bruto en
el año 2000 que en 1977 y solo ha aumentado levemente desde entonces.
Un artículo de 2015 de Dani Rodrik, economista de Harvard, insiste en
que una desindustrialización prematura ya está golpeando al mundo en
desarrollo y declara que los "países se están quedando sin oportunidades
de industrialización antes de lo previsto y en niveles de ingreso mucho
más bajos en comparación con la experiencia de aquellos que se
industrializaron en primera instancia".
Tanto
Stiglitz como los investigadores de Brookings sugieren que África
busque crecimiento en otros sectores. Recomiendan turismo, agricultura,
exportación de recursos naturales y servicios de tecnología de la
información; en pocas palabras, todo menos la manufactura. Sin embargo,
la mayoría de estas sugerencias no entusiasman realmente. La agricultura
tiende a automatizarse aún más rápido que la industria. La exportación
de recursos naturales está relacionada con disfunción política y atrapan
a un país en el punto más bajo de la cadena de valor. El turismo es
interesante, pero no genera el tipo de mejoras a la productividad por
aprendizaje que sí ofrece la manufactura.
No
deberíamos descartar la manufactura tan rápidamente. El debilitamiento a
largo plazo de la manufactura africana probablemente tiene más que ver
con el fracaso de las políticas industriales y la planeación central de
mediados del siglo XX que con la automatización. De hecho, sucedió en
las décadas de 1970, 1980 y 1990, cuando los robots industriales aún no
eran comunes y China y otros países de Asia adquirían rápidamente
trabajos de manufactura.
Ahora que países como Etiopía, Tanzania,
Vietnam y Bangladesh se industrializan de manera más natural -a través
de la integración en cadenas de suministro globales y no con esfuerzos
impulsados por los gobiernos para sustituir la importación- parece
improbable que se repita una desindustrialización como la del siglo XX.
Y
aunque la manufactura no genere tanto empleo en los países pobres como
antes, las fábricas igual pueden tener un impacto muy grande sobre el
crecimiento general. Una razón es el efecto llamado multiplicadores
locales.
Cuando una ciudad o región exporta productos a otras regiones,
el ingreso se gasta a nivel local, lo que crea una demanda adicional y
empleos a proximidad. El economista Enrico Moretti, por ejemplo, ha
descubierto que "por cada empleo adicional en la manufactura en una
cierta ciudad, se crean 1,6 trabajos en el sector no comercial de la
misma ciudad".
Por ende, aunque la mayoría de los nuevos empleos en
Etiopía, Tanzania o Bangladesh se generen en restaurantes, tiendas,
salones de belleza etc., las fábricas siguen siendo muy útiles para
crear estos empleos de servicio.
Así,
los países pobres no deberían renunciar a la manufactura. Por el
contrario, deben redoblar los esfuerzos. Deben atraer la inversión
extranjera con infraestructura de calidad, una mejor educación y
regulaciones optimizadas, y a la vez promover a empresarios locales con
apoyo a la exportación. Puede que un día los robots cierren la puerta de
la industrialización tradicional, pero a hoy la oportunidad aún está
allí y se puede aprovechar.