WASHINGTON.- La participación de Rusia en los debates y decisiones
de las siete grandes potencias industrializadas, iniciada en 1998,
podría acabar de forma abrupta como consecuencia del rechazo provocado
por la inesperada invasión rusa de Crimea (Ucrania).
El llamado "Grupo de los Ocho" (G-8), creado mediante la ampliación
del G-7 a Rusia, marcó la vuelta del gigante ruso a la comunidad
internacional tras la disolución de la Unión Soviética y la puesta en
marcha de reformas que llevaron la democracia parlamentaria y la
economía de libre mercado al viejo antagonista de la Guerra Fría.
Aunque no hay unanimidad entre los miembros del G-7 (EEUU, Japón, Canadá, Alemania, Reino Unido,
Francia e Italia, más la Unión Europea), para expulsar a Rusia, la
medida constituye hoy por hoy la baza de sanción política y
"aislamiento" más poderosa a disposición de los occidentales para
obligar al presidente ruso a recapacitar.
"(El presidente ruso) Vladimir Putin
no va a tener un G-8 en Sochi. Puede que ni siquiera siga en el G-8 si
esto continúa", afirmó John Kerry, secretario de Estado de EEUU, este
fin de semana en reacción a la tensa situación en Crimea.
Se da la circunstancia de que Rusia preside este año el G-8 y tiene
previsto celebrar la cumbre anual del grupo, en junio, en la localidad
de Sochi, no muy lejos de Crimea, la misma ciudad en la que tuvieron
lugar durante el pasado mes de febrero los Juegos Olímpicos de Invierno.
Ayer, los países miembros del G-7 decidieron suspender su
participación en los preparativos de la cumbre de Sochi, e instaron a
Moscú a iniciar negociaciones directas con Ucrania para superar la
crisis de Crimea.
Rusia fue el último miembro en sumarse al selecto grupo de poderosos mundiales en 1998, casi dos décadas después de su creación.
Al grupo, conformado en 1975 como Grupo de los Seis (Francia,
Alemania, Italia, Japón, Reino Unido, y EEUU) se le había sumado un año
después Canadá.
Tenía como objetivo conformar un club político y económico con los
grandes países industrializados que compartían valores similares de
apoyo de la democracia multipartidista y respaldo de la economía de
mercado.
Moscú fue formalmente invitado al foro por iniciativa del primer
ministro del Reino Unido, Tony Blair, y el presidente estadounidense
Bill Clinton en 1997. El entonces presidente ruso Boris Yeltsin acudió
primero como observador invitado y más tarde como participante de pleno
derecho, a partir de 1998.
La decisión de Londres y Washington buscaba impulsar a Yeltsin a
continuar con sus reformas en pro de la economía capitalista después de
la caída de la Unión Soviética e incluir así a Moscú en el principal
foro internacional de las grandes economías mundiales.
No obstante, y pese a las advertencias de EEUU y socios como Canadá
de que Rusia podría ser expulsada del grupo, otro miembro muy
influyente, como Alemania, ha mostrado su oposición por el momento.
"El formato del G-8 es de hecho el único en el que nosotros en
Occidente podemos hablar directamente con Rusia. ¿Deberíamos de verdad
abandonar este formato único?", se preguntó Frank-Walter Steinmeier,
ministro de Exteriores alemán, este fin de semana, respondiendo
negativamente.