SHANGHÁI.- La imagen provocó gran sorpresa entre el público
chino a finales del pasado mes de abril, pero refleja bien la revolución
de los pagos 'on-line' que se está gestando en el gigante asiático: un
mendigo de la ciudad de Jinan fue fotografiado con un código 'QR'
colgado del cuello para que las almas caritativas pudiesen escanearlo y
transferir así dinero a su cuenta de Alipay, el monedero
electrónico diseñado por el gigante del comercio electrónico Alibaba.
Pocos días después, medios de comunicación locales descubrieron que no
es el único que acepta donaciones de esta forma.
Al fin y
al cabo, los pagos en Internet han alcanzado en China cifras récord
mundiales, sobre todo los que se hacen desde el 'smartphone'. No en
vano, un 95% de los 731 millones de internautas accede a la Red desde
sus dispositivos móviles, y el año pasado 469 millones de personas
pagaron 'on-line'. El volumen de sus transacciones duplicó la cifra de
2015 y alcanzó -según iResearch- los 57 billones de yuanes (7,7 billones
de euros). Es un importe que multiplica por 50 el de los pagos
cibernéticos en Estados Unidos, el segundo mayor mercado del sector.
«Se trata de un sistema muy sencillo y práctico»,
comenta Jiang Hui, profesor de Economía de la Universidad de Jiaotong,
en Shanghái. «Es seguro, porque no requiere llevar encima dinero en
efectivo y las operaciones están verificadas por una contraseña o por
sistemas biométricos como el sensor de huellas dactilares del móvil, y
carece de la burocracia que lastra a la banca». No obstante, Jiang
apunta un factor clave que diferencia a China del resto del mundo. «El éxito reside en el hecho de que casi todos los comercios e individuos han incorporado este sistema de pago».
Sus
palabras adquieren sentido en cualquier ciudad china. Vivir sin dinero
en efectivo, e incluso sin tarjetas bancarias, es una posibilidad al
alcance de cualquiera. Basta con vincular una cuenta bancaria a los
servicios de Alibaba o Tencent -que gestiona WeChat Pay-, y todas las
operaciones del día a día se pueden realizar con el móvil o el
ordenador: compras en Internet, en comercios físicos de todo tipo y en
máquinas de 'vending', pagos a servicios públicos como la electricidad,
el gas, o el agua, transferencias entre usuarios sin comisiones, e
incluso el abono de impuestos gubernamentales. Los logotipos de Alipay o
WeChat Pay son ya mucho más habituales que los de las principales
empresas de tarjetas -Visa, MasterCard, o Union Pay-.
«Curiosamente,
para muchos chinos, sobre todo los jóvenes, esto supone un salto del
efectivo al dinero electrónico sin pasar por las tarjetas. China ha sido
tradicionalmente un país en el que los fajos de billetes han tenido
gran aceptación, pero ahora se ha pasado de un extremo al otro», apunta
Jiang. Y los bancos están sufriendo para mantener su cuota de mercado.
«Han llegado tarde y sus aplicaciones de pago 'on-line' no cuentan con
mucha aceptación», explica el profesor. Se estima que solo en 2015 el
sector bancario perdió unos 20.000 millones de euros en comisiones que
dejó de cobrar por el auge 'on-line'.
Y
esto no ha hecho más que empezar. La consultoría iResearch prevé que el
volumen de transacciones total se dispare hasta los 116,7 billones de
yuanes (15,7 billones de euros) en 2019, y su competidora Acuity
Research avanza que en 2020 el 60% de todos los pagos se realizará
online y estará verificado con sistemas biométricos. Por si fuese poco,
el negocio de Alibaba y Tencent no se queda ahí, y ya cuentan también
con productos de inversión que se gestionan a través del móvil.
Un
buen ejemplo de ello es el fondo de inversión Yu'ebao -gestionado por
Ant Financial para Alibaba-, que se ha convertido en el mayor del país
con un capital superior a los 800.000 millones de yuanes (108.000
millones de euros) y con más de 300 millones de pequeños inversores.
«Al final, empresas como Alibaba -el mayor portal de comercio
electrónico del mundo- se convierten en entidades financieras que ponen
en circulación moneda de curso legal. Lógicamente, llegará el momento en
el que haya que regular su actividad, ya que al gobierno chino le
preocupan tanto la masa monetaria como el cambio de divisa», avanza Luis
Galán, fundador de la consejería especializada en comercio electrónico
2Open.
De momento, las ventajas de los pagos electrónicos
saltan a la vista: suponen un buen método para controlar y combatir el
dinero negro, y otorgan mayor control sobre la población al Gobierno,
que puede exigir los datos de todas las transacciones de los usuarios a
las empresas que las gestionan. Pero, a falta de mayor regulación, los
pagos 'online' también sirven actualmente para realizar pagos que no
están sujetos a impuestos y para sostener una gigantesca economía
sumergida que crece al calor del comercio electrónico. Como siempre,
ofrece tantas oportunidades como riesgos.
No
hay más que caminar un rato por las tiendas 'duty free' de cualquier
gran aeropuerto europeo para darse de bruces con tres logotipos poco
conocidos: el de Union Pay -la principal tarjeta bancaria de China- y
los de Alipay -el sistema de pago 'on-line' de Alibaba- y WeChat -el
homólogo de su rival Tencent-. Son, sin duda, un elemento clave para
atraer a los viajeros chinos, que son también los turistas más numerosos
del mundo y los que más gastan. En muchos de estos aeródromos, los
viajeros pueden recuperar los impuestos de sus compras 'tax free'
directamente en su cuenta de Alipay.
Pero los gigantes de
los pagos chinos también quieren extenderse por los comercios
tradicionales. Algunas grandes cadenas ya han comenzado a aceptarlos, y
tanto Alipay como WeChat Pay ya han diseñado su desembarco en Occidente.
La primera anunció a principios de mayo un acuerdo con la
estadounidense First Data Corp. para acceder a sus cuatro millones de
usuarios. «Queremos proporcionar servicio a los millones de chinos que
visitan Norteamérica cada año», afirmó Souheil Badran, presidente de
Alipay para esa región.