PEKÍN.- Los países de mayoría musulmana han
optado por el silencio ante la represión que sufren las minorías
musulmanas en China a cambio de mantener los multimillonarios lazos que
los unen al gigante asiático, que ha detenido en sus centros de
"reeducación" en Xinjiang a cerca de un millón de musulmanes.
Mientras el mundo musulmán mira hacia otro lado, Occidente abandera la
denuncia internacional ante esta persecución religiosa, una de las
peores violaciones de los derechos humanos del Gobierno de Xi Jinping,
que insiste en que estas acusaciones son fruto de una conspiración
occidental.
"El silencio de los estados no occidentales está
ayudando a China a justificar que son críticas con un sentimiento
'antichino' fruto de los prejuicios de Occidente", explica Peter
Irwin, del Congreso Mundial Uigur, que reúne en el exilio a miembros de
esta minoría étnica de religión musulmana que habita principalmente en
Xinjiang, en el noroeste de China.
La clave para
entender este silencio, que contrasta con otras denuncias públicas
durante la persecución contra la minoría musulmana rohinyá en Birmania,
son los intereses económicos y geoestratégicos que China viene
potenciando con Oriente Medio en los últimos años y que lo han
convertido en el segundo socio de la región.
La
investigadora de Human Rights Watch (HRW) Maya Wang apunta concretamente
a la iniciativa conocida como Las Nuevas Rutas de la Seda, el ambicioso
proyecto chino con el que Xi busca promover las relaciones con este
bloque geográfico a golpe de multimillonarios préstamos.
"Denunciar violaciones de derechos humanos no es fácil y menos cuando
afecta a una potencia como China", comenta Wang, una cuestión que se
agrava debido a que "muchos de esos países tampoco respetan los derechos
humanos" en sus territorios.
Solo Turquía se
atrevió a criticar públicamente a Pekín durante el Examen Periódico
Universal del Comité de Derechos Humanos de la ONU celebrado el mes
pasado en Ginebra, donde el resto de países musulmanes alabaron los
logros en la lucha contra la pobreza o la contaminación, sin mencionar
la represión en Xinjiang.
Al igual que otros
representantes occidentales en el Comité, la portavoz turca manifestó
"la creciente preocupación con las prácticas administrativas que
incluyen restricciones en derechos y libertades básicas como el
internamiento de individuos sin base legal".
Sorprendió la reserva de Kazajistán, socio clave de China en las Nuevas
Rutas de la Seda, pese a que ciudadanos con ascendencia en ese país se
encuentran retenidos -sin haber cometido ningún delito- en estos campos
donde exdetenidos y organizaciones de derechos humanos denuncian
torturas, lavados de cerebro y muertes bajo custodia.
"El caso de Kazajistán es muy llamativo", asegura Wang, que también
destaca que la Organización para la Cooperación Islámica (OIC, en
inglés) no se haya pronunciado públicamente sobre estos centros de
internamiento, que según el Gobierno son "de formación profesional".
"Ayudaría si alzaran la voz conjuntamente", añade, y recuerda que China
interroga arbitrariamente a aquellos que mantienen algún tipo de
vínculo con más de una veintena de países que integran la OIC bajo el
amparo de su polémica lucha contra el terrorismo.
Preguntado sobre las violaciones que se producen en Xinjiang,
ni la OIC ni las embajadas en China de Turquía, Kazajistán y Malasia
quisieron hacer ningún comentario.
"Estos países no
tienen ningún incentivo para realizar una declaración pública", asegura
Iwin, ya que "los intereses económicos tienden a ser primordiales".
El comercio bilateral de China con Oriente Medio ha pasado de los
36.700 millones de dólares en 2004 a los 191.352 millones en 2017, lo
que supone un incremento anual del 11,9 %. En 2017, la inversión directa
china en estos países se situó en los 1.260 millones de dólares.
Detrás del silencio de Pakistán, por ejemplo, podría estar el
multimillonario Corredor Económico China-Pakistán (CPEC), ruta comercial
que proporcionará al gigante asiático una puerta al mar Arábigo para el
tráfico de mercancías.
Tampoco Arabia Saudí o Irán
están dispuestos a dañar sus relaciones con Pekín y poner en riesgo sus
exportaciones de petróleo, ni Malasia a perder su principal fuente de
inversión extranjera.
Mientras, con motivo del Día
Internacional de los Derechos Humanos, la Unión Europea ha vuelto a
denunciar las detenciones masivas, la falta de libertad religiosa y la
intimidación que sufren las minorías musulmanas en Xinjiang.
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