MADRID.- El 26 de julio de 2012, en plena tormenta de deuda pública y con la
crisis financiera haciendo tambalear la continuidad del euro, Mario Draghi
se plantó frente a los periodistas y, con esa cadencia inalterable que
aún mantiene, aseguró: "El BCE está dispuesto a hacer lo que sea
necesario para preservar el euro. Y créanme, será suficiente".
Esa
declaración, especialmente en su parte final -"Y créanme, será
suficiente"-, resume la etapa del italiano al frente del BCE. Hoy,
cuando falta menos de un año para su relevo en la presidencia y las
compras de deuda están
a unos días de concluir, es momento de analizar si, efectivamente, la política monetaria desplegada por la entidad en estos años ha sido suficiente, según se escribe hoy en el diario
El Mundo.
Pero... ¿suficiente para qué?
Para evitar la ruptura del euro y para estimular la economía europea
hasta que tuviera suficiente fortaleza como para crecer por sí sola.
Éstos
eran los objetivos prioritarios del dirigente y, a juzgar por la
valoración que hizo el jueves tras la reunión del Consejo de Gobierno
del BCE,
se siente satisfecho
con los resultados.
"Ha sido el único impulso de la recuperación
económica de la zona del euro en un momento en que no había otras
fuentes de crecimiento", aseguró el mandatario.
Volviendo a 2012, sus palabras entonces tuvieron efectos casi inmediatos: las primas de riesgo,
que en aquel momento centraban los titulares por situarse en niveles
nunca vistos, comenzaron a relajarse.
El indicador español, sin ir más
lejos, marcó en julio de 2012 su máximo histórico (658 puntos básicos) y
comenzó a partir de aquel momento una senda descendente que lo situó
por debajo de los 400 enteros al final del ejercicio. Algo similar ocurrió en Italia, Francia o Alemania.
Draghi
inició una rebaja progresiva de los tipos de interés hasta dejarlos en
mínimos históricos -todavía hoy se mantienen- y tiempo después anunció
un plan para inyectar dinero a las economías: el Quantitative Easing (QE), por su nombre técnico.
Corría
el mes de marzo de 2015 y básicamente consistía en comprar bonos
soberanos y otros títulos de deuda pública y corporativa de la Eurozona
por valor de 60.000 millones de euros mensuales. De este modo, la
entidad logró inyectar dinero al sistema y rebajar la presión financiera
sobre algunos de los estados con mayor presión financiera.
Los efectos
"El QE supuso una inyección de confianza y volvió a anclar las expectativas de inflación para la zona euro", apunta Javier Pino, analista en el área de Análisis Económico y de Mercados de Afi desde Madrid.
Su duración inicial estaba prevista para un año y medio, pero el
mandatario ha ido prorrogando y moderando sus inyecciones hasta este mes
de diciembre, cuando las compras llegan a su fin. Draghi cerrará el grifo a partir de enero,
aunque ya ha advertido de que el BCE reinvertirá los bonos que venzan
"durante un período prolongado tras la fecha en la que comience a subir
los tipos de interés oficiales y, en todo caso, durante el tiempo que
sea necesario para mantener unas condiciones de liquidez favorables y un
amplio grado de acomodación monetaria".
Como resultado del programa, el BCE ha acumulado deuda por un valor cercano a los 2,6 billones de euros.
En contrapartida, los tipos de interés de los bonos se han mantenido en
niveles muy reducidos, al tiempo que los Tesoros europeos han rebajado
el coste medio de sus carteras de deuda y han alargado la vida media de
las mismas.
España es el ejemplo más cercano. A cierre de octubre, el BCE poseía 253.500 millones de euros de deuda española, lo que supone que la entidad central es el tenedor de más del 25% de la deuda española en circulación.
Esto ha contribuido a rebajar el coste medio
de la deuda española en circulación hasta el 2,39% de 2018 (mínimo
histórico) y a mantener el coste medio de las nuevas emisiones en el
0,65%, de acuerdo con los últimos datos publicados por el Tesoro Público.
Paralelamente, se ha registrado un incremento de la vida media de la deuda en circulación,
que se sitúa ahora en 7,50 años frente a los 7,13 del pasado ejercicio.
"El Tesoro español ha hecho los deberes y ha aumentado su resiliencia
ante un posible shock de los tipos de interés", explica Pino.
Además, "ha permitido aliviar las cuentas públicas y ha repercutido en otros costes financieros, como las hipotecas", asegura Ignacio de la Torre, economista jefe de
Arcano.
La 'cara B' del plan
Sin
embargo, hay analistas que también ponen el foco en la cara menos
positiva de la estrategia monetaria del BCE y, por extensión, del resto
de grandes bancos centrales que han desplegado políticas expansivas
similares en el último lustro. "Hemos resuelto una crisis de deuda
creando más deuda", asegura Neil Dwane, estratega global de Allianz Global Investors, en un reciente análisis.
Cada vez más voces apuntan a este factor como uno de los riesgos ante
una futura recesión. "La política de bajas tasas de intereses fue la
terapia correcta para estabilizar el sistema financiero tras la crisis
de 2008 y equilibrar la economía. Sin embargo, han aparecido efectos
secundarios que llevan a una zombificación de la economía y a una peligrosa dependencia de tasas de interés muy bajas", apunta el equipo de análisis de la gestora Flossbach von Storch.
Se habla de una empresa zombie
cuando sus ganancias en tres años consecutivos no son suficientes para
cubrir sus intereses de deuda; son muertos vivientes que encuentran en
los entornos de tipos bajos un escenario cómodo en el que sobrevivir.
Para Santiago Carbó, director de Estudios Financieros de
Funcas,
esto no es un punto de preocupación en Europa, sino algo dentro de lo
esperable. "En una situación de facilidad de liquidez y financiación,
muchas compañías subsisten más fácilmente que en condiciones reales",
explica.
Para Javier Pino, las empresas "han mejorado sus estructuras de
financiación" y eso las prepara ante la retirada de estímulos y la
anunciada subida de tipos.
Nueva etapa
¿Qué puede ocurrir a partir de ahora?
La teoría dice que el cambio del BCE podría provocar un aumento de la
rentabilidad en los bonos soberanos, una apreciación del euro frente a
otras monedas (lo que afectaría a las exportaciones europeas y al
consumo doméstico), una mejora de los márgenes del sector bancario, un
repunte del Euríbor y un encarecimiento de la financiación para familias
y empresas.
En la práctica, se impone una visión cautelosa y alejada del catastrofismo. Y no es casual. La retirada de estímulos del BCE es, en realidad, una retirada a medias,
ya que la institución que preside Mario Draghi seguirá reinvirtiendo
los vencimientos adquiridos bajo el QE en deuda soberana y corporativa y
mantendrá los tipos en los niveles actuales, al menos hasta otoño de
2019.
"Hasta que no veamos al BCE reducir su balance como ya está
haciendo la Fed, el impacto en los tipos de interés será muy reducido",
explica Ignacio de la Torre.
Las dificultades para los países y
sus respectivos órganos del Tesoro vendrán a partir de ese momento, "y
lo importante es aprovechar los años que quedan para hacer las reformas
pendientes", añade.
"Sólo cuando el BCE comience a drenar liquidez del
mercado, podríamos asistir a una normalización rápida de tipos y
diferenciales. Mientras tanto, la sostenibilidad de la deuda no parece
estar en entredicho", reafirma Javier Pino.
Volviendo a aquel 26 de julio de 2012, la pregunta se antoja inevitable: ¿Han sido suficiente las medidas del BCE?
"Para los retos pendientes, sí", responde Santiago Carbó, "pero ahora
es necesario quitar la medicación para ver si los mercados pueden
funcionar por sí solos", añade.
También es positivo "acabar con la complacencia",
en palabras de Ignacio de la Torre. "Las crisis siempre se gestan en
los años buenos, no en los malos, y se gestan por el exceso de
complacencia".